Hablar de Euskal Herria es hablar de tradiciones agrícolas, hablar de pesca trasatlántica... pero también lo es hablar de minería. Y no recientemente, de hecho, es una actividad que se ha desarrollado por lo menos desde tiempos de la presencia romana en territorio vasco.
En ese sentido, es bueno saber que se reconoce el aporte de esta actividad productiva, misma que definió en mucho a la Euskal Herria contemporánea ya que la industria del acero contribuyó a su encaje en un mundo globalizado por la Revolución Industrial así como el desarrollo de un proletariado con conciencia de clase.
Para saber más acerca del tema, les invitamos a leer este artículo publicado por Naiz:
Museo de la Minería, parte de la historia de una Euskal Herria forjada a hierro
El Museo de la Minería de Euskal Herria, en Gallarta, mantiene a resguardo gran parte del patrimonio industrial minero, especialmente de Bizkaia, que hace apenas unos años corría el peligro de caer en el olvido. Hoy protege entre sus paredes parte de la historia de Euskal Herria forjada a hierro.
Eli TxapartegiVagonetas, locomotoras, poleas, forjas, cascos, uniformes, restos de vías, letreros, carretas, pericachos de acarreo, minerales, barrenas, mazos, genéfonos, martillos, picos, materiales sanitarios, maquetas, montacargas, fraguas, libros de sueldos, herramientas, fotografías y documentos históricos... Quien se acerque al Museo de la Minería de Euskal Herria, ubicado en Gallarta, retrocederá en el tiempo y se sumergirá de forma amena y lúdica en aquella sociedad de la zona minera de Bizkaia de entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.
El museo abrió sus puertas en 2001, en el antiguo matadero de la localidad vizcaína, aunque la idea del proyecto había comenzado a forjarse años atrás, concretamente en 1986, cuando ex mineros y trabajadores de la siderurgia –entre ellos, Carmelo Uriarte– crearon la Asociación Cultural Museo Minero. Preocupados por la posible desaparición irrecuperable de los vestigios de la tradición minera de Bizkaia, decidieron trabajar juntos por la recuperación y conservación de los elementos mineros amenazados con el abandono. El objetivo era evitar que parte de la historia vasca, y especialmente de Bizkaia, cayera en el olvido. Y así nació el Museo de la Minería, después de recopilar durante varios años piezas, herramientas, máquinas y documentación en varios montes y fábricas.
Antes incluso de acceder al edificio que alberga el museo, el visitante se sorprenderá con algunas joyas expuestas en el exterior, entre las que destaca una antigua locomotora de aspecto impecable.
Una vez dentro del antiguo matadero, se suceden, ordenados por temáticas, documentos, fotografías y elementos propios de la vida cotidiana minera. Hay cascos, mobiliario antiguo –sobre todo, escritorios bien conservados– libros de la época, utillaje doméstico, material sanitario... Y una sala especial que destaca por su color rojo dedicada a Dolores Ibarruri, La Pasionaria, nacida en la localidad vizcaína en 1895.
Entre los fondos documentales expuestos al público se halla su colección de fotografías antiguas y algunos documentos e informes que detallan datos ilustrativos sobre las pésimas condiciones en las que trabajaban los mineros y sobre los conflictos laborales provocados por la inhumana situación en la que vivían.
Precisamente, los libros de sueldos exhibidos se han convertido en testigos indiscutibles de aquella explotación masiva. Según uno de aquellos libros contables conservados, cuando llovía, no se trabajaba y, por lo tanto, no se cobraba; se aplicaba un descuento en concepto de mantenimiento de los hospitales y los mineros solo podían comprar suministros en las cantinas de las compañías, que eran carísimas. La media del jornal minero se situaba entre 2,75 y 3 pesetas hacia 1880.
También hay fotografías que aportan detalles importantes, como que los mineros trabajaban de sol a sol. A finales del siglo XIX, la jornada se iniciaba a las cinco de la mañana y no concluía hasta el anochecer. Lo hacían de dos maneras: a jornal, que consistía en trabajar la jornada completa, o a tarea, realizando una labor previamente fijada. Esta segunda opción permitía sacar tiempo para realizar otros trabajos suplementarios con una retribución suplementaria. Las imágenes también delatan que era práctica habitual que trabajaran los niños.
Maqueta del antiguo Gallarta
Otra de las atracciones del museo es la maqueta del antiguo Gallarta, que se asentaba sobre un rico manto de mineral de hierro. Hacia 1956, se inició la expropiación forzosa con el desalojo de sus habitantes y el correspondiente derribo de sus viviendas, entre las que se encontraba, precisamente, la casa en la que había vivido Dolores Ibarruri, en la calle Peñucas.
La maqueta demuestra que la extracción intensiva del mineral se realizó en sus dos modalidades: mediante galerías subterráneas y a cielo abierto. La maqueta ha sido recientemente restaurada, pero se trata de la original con la que la compañía Franco Belga presentó el proyecto de explotación. Años más tarde, se ha complementado cubriendo la mina con la recreación del Gallarta Histórico a modo de cubierta móvil.
Entre las imágenes destaca también la fotografía de un grupo de niñas en la Escuela Municipal de Gallarta. En ella aparece La Pasionaria con sus compañeras y con su maestra, Antonia Izar, fallecida en el bombardeo de Gernika.
El museo alberga igualmente en su interior piezas de menor tamaño de uso cotidiano en las labores de minería: lámparas de acetileno –también conocidas como carbureras o carburos y que a principios del siglo XX sustituyeron a las tradicionales velas y lámparas de aceite–, txoklos –calzado típico de los mineros, resistente, de suela de madera y cubierta de cuero reforzada con chapas de hierro y tachuelas–, teodolitos –instrumento de medición de ángulos, distancias y desniveles–, barrenas, cucharillas de barrenado, ábacos cuenta vagones, mascarillas... Piezas todas ellas de gran valor por ser las únicas existentes de la época dorada de la minería en Bizkaia.
Una vez en la zona exterior del museo, el visitante paseará entre multitud de maquinaria de mayores dimensiones y peso, en su mayor parte útiles empleados en las actividades de extracción y posterior transporte y tratamiento del mineral de hierro. También se exhiben piezas de fragua y útiles agrícolas fabricados con hierro local.
En esta zona exterior, de mayor dimensión que la interior, hay numerosas vagonetas –donde, tirados por caballos, bueyes y mulas, transportaban el mineral de las canteras y galerías hasta los ferrocarriles– y montacargas –utilizadas para introducir las vagonetas vacías al interior de la mina y subirlas cargadas con el carbonato de hierro–. Y ahí está la jardinera, un vagón-montacargas que, aunque inicialmente se diseñó para desalojar los escombros de las minas, se utilizó después para transportar mineros.
Mina Concha II
También en el exterior, pero un poco más alejado, se halla Concha II, una mina a cielo abierto con 50 kilómetros de galerías que recorren el subsuelo de la zona y que en su día fue la mayor mina de hierro de Europa.
Únicamente se puede apreciar una pequeña parte de la mina, pero, aun así, la imagen impresiona. Un enorme socavón se abre a los pies del visitante, un vacío de 12 millones de metros cúbicos, bajo los cuales se esconde una red de galerías a más de 200 metros por debajo del nivel del mar.
La que fue la ultima explotación a cielo abierto de mineral de hierro de Euskal Herria se clausuró en 1984, aunque las galerías se siguieron explotando hasta 1993.
Eso sí, la mina merece ser visitada con un guía del museo, donde también se imparten diversos talleres, entre ellos el de barrenador, y actividades relacionadas con la minería. No está mal dejar para el final del recorrido la visita a “La cantina”.
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