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lunes, 13 de julio de 2020

All Iron!

Dentro de su serie de reportajes titulado Txangoak etxe inguruan su autora, Eguzki Agirrezabalaga nos lleva de la mano por puntos geográficos relacionados con la explotación del hierro en Euskal Herria.

Disfruten:


En las faldas de la sierra de Aizkorri, allá donde nace el río Urola, funcionaban en el siglo XV una veintena de ferrerías. Hoy apenas quedan vestigios del antiguo oficio de los ferrones, pero las huellas conservadas evidencian el gran papel protagonizado por el hierro en la historia de Euskal Herria hasta el siglo XIX.

Eguzki Agirrezabalaga Iparragirre

La ruta puede comenzar en el Parque de Mirandaola, donde el Centro de Información explica la historia del hierro mediante diaporamas e informa detalladamente sobre las diferentes visitas diseñadas para conocer tanto el valle como la evolución del hierro durante los últimos siglos.

La ferrería de Mirandaola, ubicada en el parque del mismo nombre, es la primera parada de la Ruta del Hierro en Legazpi. En el siglo XV funcionaban en el municipio guipuzcoano siete ferrerías y esta es, precisamente, la única que hoy se conserva.

Restaurada en 1952, Mirandaola todavía hoy se pone en funcionamiento en fechas señaladas para enseñar a los visitantes cómo trabajaban los ferrones. Ataviados de época para la ocasión, herreros del siglo XXI protagonizan un espectáculo en directo en el que, con la ayuda de un yunque, manipulan a golpes el hierro incandescente hasta conseguir la forma deseada.

La antigua leyenda sobre la cruz

Quienes se acerquen a la ferrería escucharán una leyenda popular relacionada con un milagro ocurrido, al parecer, en 1580, concretamente el 3 de mayo. Era domingo y algunos ferrones se saltaron la costumbre de descansar los días festivos y acudieron a trabajar con la intención de dar salida a la gran cantidad de mineral y carbón acumulado.

Ese día, después de misa, comenzaron la faena. Y ocurrió algo extraño: el fuego consumía mucho carbón, más de lo normal. Por lo visto, al día siguiente, únicamente hallaron un residuo de metal en forma de cruz griega. Y, desde entonces, cada domingo posterior al 3 de mayo, festividad de Santa Cruz, esa pieza –conocida como la cruz milagrosa de Mirandaola– es transportada a hombros solemnemente en procesión desde la parroquia de la localidad guipuzcoana hasta la capilla de Mirandaola.

Museo de Hierro y Ruta Obrera

Cualquier ruta por el Valle del Hierro debe incluir también una visita al Museo del Hierro Vasco –ubicado en la antigua fundición San Miguel–, que ofrece, de forma interactiva, un recorrido por la historia de las ferrerías y explica tanto el proceso de la elaboración del hierro como su importancia en la evolución del valle.

Otra de las escalas del itinerario es la conocida como la Ruta Obrera, a través de la cual el visitante viaja en el tiempo e imagina la vida cotidiana de los trabajadores de la fábrica de fundición Patricio Echeverría S.A. en los años cincuenta. Entrará en una de las casas en las que vivían los obreros, se sentará en uno de los pupitres de madera en la escuela a la que acudían sus hijos y, si quiere, podrá incluso arrodillarse en la capilla.

Una vivienda de la época

Con respecto a la vivienda obrera, al atravesar su puerta de entrada y recorrer sus estancias, el visitante, probablemente, rememorará los inicios y el recorrido como empresario de Patricio Echeverria, quien montó su primera empresa en 1908 con una docena de trabajadores. A comienzos de los treinta, superaban ya los quinientos, y llegó a  alcanzar los 3.400 obreros en la década de los setenta.

La fábrica –que se extendía a lo largo de más de dos kilómetros, en una franja paralela a la GI-2.630 y al río Urola– requería tal cantidad de mano de obra que tuvieron que recurrir a emigrantes procedentes, sobre todo, de Burgos, Zamora y Extremadura.

Eran tantos los empleados llegados de fuera que Echeverría levantó barrios para acoger a sus trabajadores. Precisamente, una de esas viviendas –construida en San Ignacio en 1945– es la que está abierta al público.

En consecuencia, la población del municipio creció de tal manera que no había escuelas suficientes para acoger a los niños de los trabajadores de la fundición, por lo que construyeron el colegio del Buen Pastor, a donde acudían únicamente los hijos varones menores de 12 años, porque a esa temprana edad ya empezaban a trabajar en la fundición. Más tarde, en 1969, se construyó el Colegio de Santa Teresa, exclusivamente para las hijas de los empleados.

Chillida Lantoki

Hay quienes completan la ruta por el Valle del Hierro con tres visitas más: Chillida Lantoki, Erraizabal –ecomuseo del pastoreo– e Igaralde –el rincón del pan–.

El museo Chillida Lantoki, ubicado en la antigua papelera del municipio, recopila fotografías, antiguas forjas, bocetos de piezas, herramientas, material interactivo y audiovisuales con el testimonio de los trabajadores que ayudaron en su día al escultor, quien realizó la mayoría de sus piezas forjadas en hierro en el municipio guipuzcoano.

Los caseríos Erraizabal e Igaralde

La siguiente escala –el caserío Erraizabal, del siglo XVI– se centra en el mundo del pastoreo y en los procesos de elaboración del queso Idiazabal. Y, por último, en el caserío Igaralde enseñan el proceso de elaboración del pan.

Eso sí, si entre los visitantes hay menores, quizás las mejores fechas para acercarse a Mirandaola son los meses de noviembre y diciembre, porque todos los fines de semana de finales de año Olentzero se acerca hasta allá para vender carbón en persona y recoger las cartas de quienes hayan decidido escribirle.






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