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viernes, 18 de marzo de 2022

Lecciones Irlandesas del 'Relato Único'

Los pueblos vasco e irlandés siempre se han mirado el uno al otro tanto para acompañarse solidariamente como para aprender el uno del otro pues ambos han tenido que lidiar con la lacra del colonialismo genocida; por parte de españoles y franceses los unos, por parte de los ingleses los otros.

Pues bien, en ese sentido, se ha recibido una visita en Euskal Herria de tres irlandeses han hablado en contra del 'relato único', ese con el que de forma mendaz desde Madrid se intenta tergiversar todo lo concerniente al conflicto vasco, mismo que ha llegado a su fin gracias a la intervención de la sociedad vasca y de la buena voluntad mostrada por parte de ETA para llevar a término su proceso de DDR a pesar de los obstáculos presentados por Madrid y París.

Adelante con la lectura del reportaje publicado por Naiz:


Tres antiguos enemigos irlandeses, en Euskal Herria contra «la dictadura del relato único»

Uno militó en el IRA y estuvo preso 16 años, otro pisó el norte de Irlanda como miembro del Ejército británico y el tercero fue policía del RUC. Un cuarto de siglo después del Acuerdo de Viernes Santo, han traído a Euskal Herria su ejemplo de convivencia y alegato añadido contra «el relato único».

Ramón Sola

El ciclo ‘Diálogos improbables-Ustekabean topo’ del Foro Social Permanente ha sentado este viernes en Donostia y Errenteria a tres personas que hace pocas décadas empuñaban las armas unas contra otras: un exvoluntario del IRA, Michael Culbert; un exmiembro del Ejército británico, Lee Lavis; y un expolicía de la polémica RUC, Roger McCallum. La simple imagen resultaba muy potente, pero no lo han sido menos sus mensajes sobre cómo se construye un proceso y qué gravedad tiene la cuestion del relato.

En un momento en que el Foro Social centra su prioridad en sacar «de los micrófonos» esta «batalla del relato», el exsoldado Lee Lavis ha alertado de «la dictadura del relato único» desde el primer momento. Nacido en Inglaterra, Lavis entró en la Armada, en Infantería («los que luchábamos») con apenas 18 años y fue destinado al norte de Irlanda: «Todo lo que sabía de Irlanda lo aprendí en el Ejército. El proceso de adoctramiento, de radicalización, es brutal con una persona tan joven: solo te enseñan qué, no por qué. En el Ejército no existe la complejidad, todo es simple, buenos y malos, nosotros el mejor país del mundo y ellos unos sicópatas terroristas».

«Era una dictadura del relato único; nosotros tenemos razón, ellos no –ha seguido el exmilitar británico–. En la segunda vez que estuve allí ya empecé a darme cuenta de otras cosas, percibí que el relato del Ejército era muy maniqueo, muy en blanco y negro. Y me dí cuenta de que tenía que abrir los ojos también a la violencia a la que nosotros contribuíamos».

A preguntas de los periodistas en la rueda de prensa matinal, Lavis ha añadido que ese empeño de imponer una sola versión «es algo imposible. Si para cualquier evento histórico buscáramos un único relato, habría que cerrar todas las escuelas de Historia de todo el mundo, porque ya lo sabríamos todo. Por un lado, la Historia es algo caótico. Y por otro, siempre hay que preguntarse el porqué. La Historia es una zona gris entre la ciencia y la filosofía, para cada hecho histórico puede haber cientos de interpretaciones del por qué». «No podemos acordar un único relato, así que hay que acordar respetar el relato de los demás. Si no, se produce una dictadura del pensamiento –ha insistido– y eso es lo contrario que debe hacer una sociedad que está saliendo de un conflicto».

Michael Culbert ya había estado antes en Euskal Herria, pero para hablar de presos. En su caso, entró en el IRA en la oleada que siguió al Bloody Sunday: «Fue una decisión muy difícil, yo era funcionario y estaba casado con una maestra de escuela», ha evocado. Le esperaban dieciséis años de cárcel. Y hoy trabaja en Coiste, la organización que une y ayuda a «más de 25.000 personas que han pasado por la cárcel».

Ha reconocido que cuando en los 90 empezó el deshielo que dio pie al acuerdo de paz, «yo no estaba muy convencido de eso, creía que teníamos que seguir con el conflicto armado. Luego ví la buena respuesta de los votantes hacia el Sinn Fein y eso me convenció. Hay gente que piensa que un proceso de paz es algo que ocurre sin más, pero no es así, hay que hacer que ocurra», ha remarcado.

Nunca pensó Culbert que estuviera hoy en una misma mesa con dos antiguos enemigos armados, lo que toma como demostración de que «las cosas que parecen improbables se pueden conseguir, porque no son imposibles». Ha detallado avances en la convivencia en el norte de Irlanda para concluir que «la realidad actual refleja lo que se hizo 20 años antes, en este caso en el Acuerdo de Viernes Santo. Sin esos ladrillos no tendríamos esta casa. Yo creo que está funcionando, la verdad».

Por lo que respecta a la vidriosa cuestión del relato, «obviamente yo pienso que mi perspectiva es la correcta –ha subrayado Culbert–. Sigo creyendo que yo tengo razón. Lo que ha cambiado es el modo en que intento conseguir mis objetivos, y que estamos dispuestos a escuchar los relatos de los demás».

Junto a ambos, codo con codo en la mesa, ha estado Roger McCallum, agente de la RUC desde 1976, y miembro de una saga familiar policial que incluye a su abuelo y sigue ahora en su hijo. Ha explicado cómo tomó conciencia progresiva de que «en el norte de Irlanda somos millones de personas que tenemos que aprender a convivir en paz» y también «a entender que lo que pasó queda en el pasado». «Y el pasado es algo muy largo», ha dicho parafraseando a William Shakespeare.

«Me ha gustado cómo lo llamáis aquí; ‘la batalla del relato’ –ha admitido–. Es una batalla porque todos traemos nuestra perspectiva a la mesa cuando nos toca hablar, pero yo quiero respetar la de los demás y quiero que ellos respeten la mía».

También él ha coincidido en que no cabe un relato único, y para afrontar esta peliaguda cuestión ha planteado opciones que se trabajan en Irlanda. Es el caso de una obra de teatro que han preparado y que se prolonga con debates posteriores, tras la que «el 70% de la gente entiende mejor que antes qué era ser agente de policía». Ha citado igualmente la opción de un centro en Belfast que recopile todos los relatos. O la idea de «un único relato basado exclusivamente en hechos, aunque no sé si podremos llegar a eso algún día».

Lo que han aprendido y lo que sienten ahora

Los tres han coincidido en que el posconflicto armado ha abierto sus mentes y les ha llevado a estudiar, incluso carreras universitarias. En el caso de Lavis, «he aprendido mucho también de las víctimas de la violencia de Estado, una violencia que parece que es diferente porque los victimarios ‘están en plantilla’. Pero la violencia no es diferente, para nada; toda causa el mismo luto».

La lucha entre ellos sigue ahora por derroteros políticos. En este nuevo contexto, ¿cómo se viven los triunfos y las derrotas? NAIZ ha preguntado a Lavis si se sentiría dolido en caso de que el Sinn Féin, como pronostican algunos sondeos, se convierte en primera fuerza del norte de Irlanda. «No me críe en el norte de Irlanda, y además soy un votante flotante –ha matizado de entrada–. Pero esa opción no me importa en absoluto. Para mí la política no tiene que ver con banderas. Cuando voy a votar, pienso en qué me ofrece ese partido, en si me va a beneficiar social y económicamente, en qué piensa de la sanidad… Si el Sinn Féin es el más votado, será porque tienen el mejor programa. No siento que yo haya sido derrotado por eso».

También McCallum se ha alejado de la cuestión identitaria ante este interrogante: «De las banderas no se come, lo decía John Hume. No me preocupa mucho que haya un referéndum sobre la unificación de Irlanda. Me preocupa más lo que se debate en el Parlamento sobre los precios, sobre los servicios públicos, sobre el Brexit…»

¿Y el movimiento republicano? ¿Siente como una derrota por ejemplo las marchas orangistas sin el rechazo popular violento de antaño? Culbert ha introducido aquí el valor del «factor tiempo: desde el Acuerdo de Viernes Santo en 1998 todo ha cambiado tanto… Antes todo tenía que ver con la supremacía de los lealistas. Ahora siguen teniendo sus organizaciones activas pero saben que no se les va a permitir ya todo lo que se les permitía antes».




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