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domingo, 29 de enero de 2023

Entrevista a Luis Puicercús

Les recomendamos la lectura de esta entrevista en Naiz para que tengan una mejor idea de lo que significó ser preso político en el estado español, sin importar si fue durante el franquismo o durante la "democracia".

Adelante:


«Ser un preso político me hizo mejor militante, las palizas no me doblegaron»

Daniel Galvalizi

Luis Puicercús, expreso político por ser del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico), relata su experiencia al escribir “Presos del franquismo de la A a la Z. La represión de la dictadura (1963-1977)”, la mayor recopilación hasta la fecha de los nombres y orígenes de detenidos en el tardofranquismo, de los cuales la mitad son vascos. Recuerda su amistad con Jon Idigoras, su convivencia con militantes de ETA y hasta su asistencia a clases de euskara en la cárcel de Carabanchel.

Antes de responder, Luis Puicercús tose con vehemencia varias veces. Admite que es una típica «tos de fumador de muchos años». Ha superado un cáncer de garganta y, previo a eso, un ictus. No le faltaron escollos en el camino a este militante del FRAP a finales de la década de los 60. Nacido en Madrid en 1951, desde hace tiempo se dedica solamente a escribir e investigar sobre memoria histórica.

«Soy comunista, desde siempre», así se define y, si bien su apellido proviene de Huesca (por su abuelo), comenta que tiene antepasados vascos. «Mi sexto apellido es Arruabarrena», señala orgulloso. Sin embargo, la huella abertzale en su vida no será tanto genética como emocional: hizo entrañables amistades con presos vascos en las tres cárceles franquistas en las que resistió durante cuatro años los embates del cautiverio a una edad muy joven. Entre las que estuvo está la más emblemática: la de Carabanchel, al suroeste madrileño, el centro de detención que más presos políticos albergó durante la dictadura.

Puicercús ha publicado recientemente el libro “Presos del franquismo de la A a la Z. La represión de la dictadura (1963-1977)” (Fundación Aurora, 2022), un verdadero abecedario de la represión de la etapa tardofranquista, en el que se exponen nombres, apellidos, origen geográfico y pertenencia partidaria de todos los presos (tanto de los que acabaron muertos como los que no), con material fotográfico exclusivo gracias a que logró colar una vez una cámara de fotos en la cárcel.

Siendo el Estado español de los que han sufrido una de las dictaduras más largas del siglo XX, y siendo el que tiene la mayor cantidad de muertos en fosas comunes después de Camboya, además de los delitos de lesa humanidad perpetrados por el franquismo, resulta increíble que un hombre particular, sin apoyos de ninguna administración pública, sea el que haya realizado el único trabajo, inédito hasta ahora, de recopilación de víctimas y publicación de la investigación en ese período de tiempo.

Esta publicación, que es la última de varias que ha realizado el autor, siempre en torno al tema de la memoria histórica y la represión franquista, también incluye los nombres de jueces y policías de aquella etapa, así como abogados defensores de derechos humanos. En entrevista con 7K, Puicercús recalca la relevancia de su último libro y su esperanza de que sea accesible en la mayor cantidad posible de bibliotecas públicas y su difusión en escuelas, para que las nuevas generaciones conozcan lo que la denominada Transición «quiso que se olvidara».

También recuerda sus días rodeado de presos vascos, sus semanas intentando aprender euskara en una celda con clases impartidas por un militante de ETA, su gran vínculo de amistad con Jon Idigoras Gerrikabeitia (exdiputado del Parlamento de Gasteiz y líder de Herri Batasuna) y los resquemores de algunos presos españoles ante su cercanía con los detenidos abertzales. Puicercús asegura que ser un preso político lo hizo mejor militante y con orgullo afirma que nunca, a pesar de las palizas, lograron doblegarlo.

Su libro es en cierta forma un auténtico diccionario del terror.

Sí, creo que este libro es distinto de todos. Se ha cuidado mucho. Además está encuadernado en cartón, son 650 páginas. No es una novela, es una historia de nuestro país y su gente represaliada. Un libro pensado para que sea de consulta, por eso cuidamos mucho la manera de cómo presentarlo. Yo tengo, con este, nueve libros publicados pero este es especial. Y el libro no es solo sobre nombres de presos, que son 14.000, y las cárceles donde estuvieron. Hay como parte fundamental un tercio que está dedicado a los jueces, militares y policías torturadores, que hicieron tanto daño. Y luego hay listados de heridos, de torturados, no fallecidos. Por eso el libro se puede resumir en ser un abecedario de la represión, tanto de los que murieron como de los que sobrevivieron.

Ha escrito nueve libros. ¿Su oficio de siempre fue ser periodista o escritor o es algo que se dio como catarsis?

Toda mi vida trabajé en artes gráficas, aprendí mi oficio en Tarragona. Yo pertenecía al FRAP y por tener ese oficio el partido me destinó a la parte de propaganda, me gustaba ese trabajo. La Policía me pilló la imprenta tipográfica que teníamos en un chalet que habíamos alquilado en el norte de la sierra madrileña y que tuvimos dos años funcionando. A mí me condenaron a diez años de prisión por delito de propaganda ilegal y estuve cuatro porque murió Franco y me beneficié por el indulto por la entronización de Juan Carlos de Borbón. Estuve preso desde 1972 hasta finales de 1975. Toda mi vida he trabajado en artes gráficas y luego pasé al arte mayor de los libros que consiste en escribirlos.

Es cierto que en mi militancia me destaqué por escribir y redactar cosas, no consentía que hubiera panfletos mal escritos (sonríe). Y en 2005 empecé a escribir, entre ellos “Propaganda ilegal”, un libro sobre mi militancia y mi vida carcelaria. Ahí está el germen del libro que ha salido ahora. La Transición fue un pacto que dejó atrás el pasado y permitió que amplios sectores de la población pasaran página, sometiendo a todos los que pasamos por la cárcel a la más atroz de las condenas, que es el olvido. Entonces, bueno, empecé a recopilar nombres.

¿Por qué el libro comienza la recopilación en 1963?

Porque es la etapa en la que estuve militando, cuando empecé. Fue el tiempo de duración del Tribunal de Orden Público, que dejó de funcionar en 1977. Se dio esa coincidencia, mi militancia y la del momento de empezar a funcionar del TOP y por eso ese es el período de recopilación. Yo me muevo como pez en el agua hablando de esos años porque son los que viví. A veces me preguntan por qué no hablo de los presos de los años 40 y yo respondo que sí, que es necesario, pero que lo hablen otros, yo no lo he vivido.

¿Cómo eran esos tiempos de militancia bajo dictadura?

Bueno, el partido donde yo milité era joven, no era un partido que venía de la guerra. Éramos todos de edad similar, yo era de los mas jovencitos, empecé a los 18, y la mayoría tendría alrededor de 23 años. En el PCE sí había gente de mayor edad. Y en aquellos tiempos, en la clandestinidad, todo era muy cerrado, yo me movía en los ambientes y las limitaciones de mi partido, no me veía con gente del PCE ni de ETA ni con anarquistas. Me encontraba con gente solo del FRAP, pero después sí, cuando me detuvieron y me mandaron a la cárcel, ahí ya fue barra libre al conocer a gente mayor algunos de los cuales habían vivido hasta la guerra. Y fue importante porque aprendí mucho de esa gente.

Ha recopilado 14.000 nombres. La mitad son vascos.

Si, es cierto. Yo en las cárceles que estuve conocí a comunistas, anarquistas y gente de ETA. En aquel momento casi la mitad de los presos en las cárceles donde yo estuve eran vascos de ETA, y cuando salí y empecé a recopilar los nombres de los presos, esa coincidencia carcelaria de que la mitad de los presos eran vascos se reflejó en los nombres que yo recogía. Por eso se dice que la mitad de los presos políticos del tardofranquismo son vascos, puede ser que unos fueran nacionalistas y otros anarquistas, que unos quisieran una república federativa y otros un estado socialista, en fin… Todos luchábamos contra la dictadura, cada uno a su manera, pero fundamentalmente a todos nos unía un enemigo. Una de las características que tuve al entrar en la cárcel fue que me planteé recordar lo que viviera allí dentro. Estando en Carabanchel me dije a mí mismo: “No tengo que olvidar lo que aquí adentro pase”. Y sabía que los siguientes años iba a tener que militar dentro de la cárcel, porque para mí fue una continuación de la lucha. Con detenerme y encarcelarme no paré de luchar, metieron preso mi cuerpo, no mi cabeza.

Cuando empecé más en serio en 2008 a hacer este trabajo (de recopilación), coincidí con asociaciones memorialistas y anti-represivas de todo el Estado y casualmente contacté con Euskal Memoria. Iniciamos una colaboración y yo les pasé nombres de presos vascos en Carabanchel y ellos de presos en todo el Estado. No solo supe por el apellido que alguien era vasco, claro, sino por la militancia. Si un tal González era de ETA, pues es vasco. Y para mí vascos son también los de Navarra. En el libro pongo dónde nacieron y el partido en el que militaron. Además de integrantes de ETA, había muchos vascos del PCE, de Comisiones Obreras, de ETA Sexta Asamblea, algunos del PNV y algunos del PSE.

¿Que alrededor de la mitad sean vascos, le sorprendió?

Sí, me sorprendió bastante. De hecho nada más entrar en Carabanchel en aquel momento también me sorprendió ver que la mitad fueran vascos. La explicación era muy sencilla: había más gente luchando contra el franquismo en el País Vasco que a lo mejor en Cáceres, y los que más luchaban son los que más caían e iban a las cárceles. Compañero mío de prisión fue Jon Idigoras Gerrikabeitia. No solo fue compañero, sino que fuimos amigos después de salir de la cárcel y fui a verlo a Bilbao. También conocí allí a Patxi Bisquert, y otro fue Imanol Urrutia, quien me puso el nombre de ‘Putxi’. Especialmente, por la trascendencia, tengo que recordar a Joseba Elosegi Odriozola, al que llamaban ‘el bonzo’ porque se tiró en llamas en el frontón de Anoeta, se quiso inmolar para hacer sentir a Franco el fuego de Gernika. Hicimos amistad y tuvo la deferencia de hacerme retratos a carboncillo. Solo pintaba a aquellos presos que le hicieran sentir algo, decía. Pero si hubiese que elegir un preso con quien tuve más amistad, ese fue Jon.

¿Tiene algún recuerdo de la convivencia con los presos vascos?

Hay una anécdota curiosa. Yo me acerqué tanto a los presos de ETA que incluso inicié un curso de euskara y empecé a asistir a las clases que ellos mismos daban, porque había gente de Euskadi que no hablaba bien euskara, y yo me apunté. Eso hizo que me tuviesen más cariño y se acercasen más a mí. Fue en la cárcel de Carabanchel y las clases eran dentro de las celdas. En todas las cárceles donde estuve se hacían cursillos para mejorar nuestra cultura. El que daba la clase de euskara era militante de ETA. De la primera planta de la prisión, el 95% era de ETA.

Qué curioso esto de las clases. ¿Y cómo le fue? ¿Aprendió mucho?

Bueno, en mi caso asistí durante dos meses porque me resultaba muy difícil. Mis compañeros del FRAP no veían con buenos ojos que yo me acercase tanto a los presos de ETA, porque ahí todos éramos bastante sectáreos. ¡Éramos todos una panda de sectáreos! Todos pensábamos que nuestra ideología y nuestro partido era el mejor, el más revolucionario y el más consecuente. Y los del FRAP me decían que pasaba mucho tiempo con los vascos, que además también me enseñaron a jugar al frontón.

Y otra curiosidad: por esa relación tan buena con Jon, yo subí varias veces a Bilbao a verlo. Y cuando íbamos por el Casco Viejo nos veíamos con otros compañeros de él y en alguna ocasión le preguntaron a él: “¿y este español qué pinta aquí?”. Y Jon les respondió: “De español nada, Putxi es mi colega, y es mi colega con mayúsculas”.

Usted ha hecho una recopilación exhaustiva y única, nunca hecha, que tendría que haber realizado el Estado español. ¿Cree que la democracia le debe un homenaje a estas víctimas?

Sí, claro. Indudablemente empecé a recopilar los nombres de los presos que habían luchado contra el franquismo precisamente a raíz de la Transición, la que pensaban que iba a recoger de alguna manera con homenaje o recordatorio a los que lucharon, y resultó que no. Fue finalmente que la Transición era algo para olvidar, convencieron a la gente de que pasara página y la gente olvidó. Lo más grave es que los miles y miles de represaliados se quedaron sufriendo el olvido, que es una tortura. En ese sentido, empecé a trabajar chocando con otro muro, el oficial. Ninguna administración, ni gobierno, desde la muerte de Franco, nadie colaboró conmigo, ni me dio ni un solo nombre. Todos con buenas palabras, pero nadie me ayudó. Me decían que no sabían dónde estaban, que había archivos perdidos, etc. Yo iba a las cárceles e instituciones penitenciarias y nunca me dieron nada. No obstante, (el ministro de la Presidencia) Bolaños dijo que iban a recopilar nombres de presos del franquismo ahora… Yo saqué adelante el trabajo con ayuda de otros presos y de organismos de memoria histórica, como Euskal Memoria, Fundación Aurora, el PCE, Podemos, la Fundación Engels, todos no oficiales. Mi trabajo de quince años fue apoyado por ellos.

Entre los miles de nombres, ¿hay muchos del PSOE?

Yo solo me encontré con uno en mis tres cárceles. Luego hay otros, claro, pero pocos. Los tres grupos que más abundaban eran los de ETA, FRAP y PCE. Los tres grandes pilares, y también anarquistas y trotskistas.

¿Hubo algún caso de presos que estén vivos que no hayan querido colaborar o aparecer?

Sí, solo un par. Son dos casos anecdóticos, todos colaboraron de forma entusiasta. Pero hubo una chica y un chico que estuvieron presos y fueron torturados en 1973 y no quisieron aparecer. Ella del FRAP y él del PCE. Yo respeto a la gente que se arrepiente o se avergüenza de haber estado en la cárcel. Pero yo por mi parte no lo comparto, estoy muy orgulloso de haber pasado por la cárcel y de haber sido luchador antifranquista. Eso me hizo ser mejor militante y persona.

En alguna entrevista usted ha comentado que hubo muchos presos que acababan en la cárcel por no poder pagar multas. ¿Cómo es eso?

Sí, a finales de los 60 los chavales mas jóvenes se acercaban a la lucha y hacían pequeñas pintadas o pegaban un cartel, esos eran pequeños delitos para la dictadura, que no se podían traducir en años de cárcel, porque todos no cabrían en las cárceles. El por entonces Ministerio de la Gobernación tenía lo que se llamaban multas gubernativas, de 100 mil a 300 mil pesetas. Y, como la mayoría no podía pagarlo, se traducían en períodos de cárcel de unos meses. Se estima que hubo más de 20.000 “multeros”, como se les llamaba.

Tras publicar esta larga investigación, ¿cuál es su anhelo con respecto a la memoria?

Bueno, yo pretendo que los que lucharon contra el franquismo sean reconocidos de alguna forma. No digo dándoles honores, sino simplemente que se les reconozca, con un papelito, no sé. Por ejemplo, que se les reconozca que fueron condenados por un tribunal ilegítimo, como fue el Tribunal de Orden Público, y nada más. Ah, y sobre todo, por la gente que fue torturada y asesinada, que se juzgue y castigue a los que infringieron eso. Que no haya impunidad. Sería muy importante que este libro u otros trabajos similares se presentasen en los colegios y en las facultades. De hecho, estoy empezando a intentar aquí en Madrid que se pueda hacer esa presentación, y estoy intentando que ejemplares de este libro estén en las bibliotecas de algunas escuelas. Para que los jóvenes conozcan lo que pasó y luego que opinen lo que quieran. Lo importante es que conozcan qué ocurrió en este país con chavales jóvenes como ellos que se levantaron contra la dictadura.

Tantos años después y en un contexto tan distinto, a esas nuevas generaciones les puede costar imaginar el calvario que se vivió en esas cárceles franquistas. Pensando en ellos, cuente, ¿cómo hizo para resistir ese terror?

La mayoría de los presos de la dictadura sobrevivimos por una herramienta, que es el humor. Aguantamos porque teníamos principios y una moral revolucionaria, ese fue el centro de la resistencia. También el apoyo de la familia y los compañeros, claro. Pero un gran pilar que hizo que aguantáramos fue el humor. Eso suponía no estar todo el día lamentándonos, sino vivir normalmente, afrontar todo con una sonrisa. Yo recuerdo que me dieron una paliza en 1973, y yo desde el suelo les dije con una sonrisa: “¡no podréis conmigo!”. Me siguieron pegando pero aguanté. Y no pudieron conmigo.

 

 

 

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¿Por Qué Protovasco?

Continuamos con el tema del significado que tiene para el euskera el hallazgo de 'La mano de Irulegi' con este importantísimo artículo de opinión publicado en las páginas de Noticias de Navarra:


‘El País’, las lenguas prerromanas y el euskera

Nekane Oroz | Doctora en Filología Románica

El pasado día 13 de enero en el podcast diario de El País, el periodista Iñigo Dominguez, con la ayuda de Vicente Olalla, experto en Arqueología e Historia, y las aportaciones científicas del lingüista Javier Velaza, publicó el podcast titulado Lenguas prerromanas: así sonábamos hace veinte siglos. Felicito a El País por el tema elegido, tan escasamente tratado en la prensa a pesar del gran valor histórico, lingüístico y cultural que presenta. Por mi parte, y desde mi condición de vascohablante, estudiosa del euskera y conocedora de su situación sociolingüística, me gustaría exponer dos cuestiones que me suscitan interés a raíz de la escucha del podcast: la denominación de protovasco y la alusión a la política al referirse al euskera.

En el podcast se aborda el tema de las lenguas existentes en la Península Ibérica antes de la romanización. Se citan cinco lenguas: la tartésica, la ibérica, la celtoibérica, la lusitana y el protovasco o vascónico (básicamente las mismas que incluye Rafael Lapesa en su Historia de la lengua española). Al hablar de cada una de ellas, se alude a su ubicación, las inscripciones que se conservan y algunas especificidades sobre su sistema gráfico o fonético.

 En el podcast se utiliza la denominación de protovasco. Esta designación se ha extendido a raíz del descubrimiento de la Mano de Irulegi, una inscripción que ha creado interés científico, por una parte, porque aporta luz sobre la existencia de documentos escritos en esta lengua en una época muy anterior a la considerada hasta ahora. Por otra parte, porque la ubicación del descubrimiento en una zona cercana a Pamplona / Iruña, en el Valle de Aranguren, ha centrado la atención en la denominación, tantas veces citada, del euskera como la lingua navarrorum a la que aluden los romanos.

La denominación de protovasco pretende designar, de forma científica, a la lengua de la que procedería el euskera actual, de forma similar a la utilización de protoindoeuropeo para referirse a la hipótesis lingüística de la que parten la mayor parte de las lenguas europeas (lenguas románicas, eslavas, germánicas, celtas, eslavas o helénicas, por citar algunas). En el caso del ahora denominado protovasco o vascónico, se deja abierta la posibilidad de que hubiera más lenguas procedentes de ese tronco común. No obstante, creo que la gran desinformación que existe sobre este tema hace confundir a las personas que no tienen una formación lingüística e introduce una nueva variable que complica la comprensión. Mi reflexión es la siguiente: si el latín solo hubiera dado lugar a una lengua, ¿no se seguiría denominando latín y no castellano, italiano, portugués, catalán, gallego, francés o rumano? Por lo tanto, si el protovasco solo ha dado lugar (según las investigaciones llevadas a cabo hasta el momento) al vasco, ¿por qué denominarlo de forma diferente?

Por otra parte, en el podcast, que tiene carácter divulgativo y resume lo más reseñable lingüísticamente de cada lengua, se introduce un comentario sobre las implicaciones políticas en relación con el euskera que considero totalmente inadecuado. ¿Por qué se habla de la implicación política en este tema si se están exponiendo los hechos científicos, comprobados empíricamente sobre la lengua vasca en la época prerromana? Creo que en este caso, el periodista se ha dejado llevar por un prejuicio lingüístico que debería haber tratado de evitar. Hay tanto temas de interés sobre el euskera como lengua preindoeuropea o las hipótesis que existen sobre por qué se ha conservado cuando el resto de lenguas prerrománicas ha desaparecido. O la teoría del vascoiberismo, defendida por lingüistas como Humboldt o Schuhardt y por estudiosos locales como el durangués Astarloa, que identificaban ambas lenguas y se extendieron en gran parte del siglo XIX. ¿Por qué caer en el tópico de introducir un dato extemporáneo que puede confundir enormemente al oyente en lugar de exponer los resultados de las investigaciones?

 Como hablante de euskera, investigadora y docente, siempre he defendido la importancia de transmitir a todo el alumnado la riqueza de la pluralidad lingüística en el Estado español, la diversidad existente y los diferentes momentos históricos en los que se han ido consolidando estas diferentes lenguas. Estoy convencida de que si estos conocimientos se transmitieran en los centros educativos y en las universidades, tendríamos una sociedad más tolerante y libre de prejuicios.




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sábado, 28 de enero de 2023

Entrevista a Mattin Aiestaran

Desde Noticias de Navarra traemos a ustedes esta entrevista al arqueólogo Mattin Aiestaran quien es el director de la excavación de Irulegi, asentamiento vascón en el cual se llevó a cabo el hallazgo del siglo en materia lingüística.

Lean ustedes:


“La Mano de Irulegi tiene un valor excepcional y ha tocado una fibra sensible de nuestra sociedad”

Mattin Aiestaran, director de la excavación de Irulegi desde 2018, muestra el “orgullo” de su equipo por recibir el premio Sabino Arana 2022, que recoge este domingo

Josu Álvarez de Eulate

Mattin Aiestaran (Irurita, 1991) dirige la excavación del poblado de Irulegi desde 2018. Por aquel entonces, el joven arqueólogo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi ni soñaba con poder descubrir la excepcional pieza metálica que escondían las ruinas de un poblado arrasado a finales del siglo I a.C durante las Guerras Sertorianas. Pero, después de mucho trabajo, llegó la recompensa. En una de esas viviendas, se encontró en junio de 2021 una particular pieza de bronce con forma de mano que contenía el texto más antiguo escrito en lengua vascónica (antecedente del euskera). La primera de las cuatro palabras, sorioneku, es ya todo un símbolo. Ahora, Mattin Aiestaran recibe el Premio Sabino Arana 2022 por un hallazgo excepcional que ha arrojado luz sobre la historia de los vascones.

¿Qué supone recibir el premio Sabino Arana 2022 por el hallazgo de la Mano de Irulegi?

 –Es un orgullo y un premio al trabajo realizado. Somos conscientes de la importancia que tiene el premio y nos llena de gratitud. Además, el hecho de que lo hayan concedido a todo el grupo es algo que nos alegra, ya que nos define perfectamente.

¿Cómo es el equipo que está detrás de este descubrimiento?

–Digamos que es un proyecto con muchas raíces. No está solamente está el director que soy yo, sino que este proyecto cuenta con miembros de distintas disciplinas como las restauradoras, los epigrafistas y lingüistas, geólogos, los arqueólogos profesionales, técnicas de comunicación, alumnas y alumnos universitarios en prácticas, vecinos del Valle de Aranguren en auzolan o trabajo comunitario, etcétera. Todo el mundo es necesario para que el proyecto siga avanzando.

 ¿Qué significa este descubrimiento para la cultura y la sociedad vasca?

–Creo que ante todo ha supuesto una buena noticia y eso ha sido lo que se ha transmitido en todo momento. A veces la arqueología nos brinda este tipo de hallazgos excepcionales y la verdad es que nos ha impresionado el eco que ha tenido, incluso a nivel internacional.

¿Esperaban tanta repercusión?

 –Sí que intuíamos que con suerte la noticia podía transcender a los círculos más o menos cerrados de académicos y aficionados a la arqueología, pero no pensábamos que sería para tanto. Parece que la mano ha tocado una fibra sensible de nuestra sociedad.

¿Cómo ha vivido estos dos meses después de que se diera a conocer el hallazgo?

–La verdad es que con mucho trabajo y con ganas de reanudar la marcha que llevábamos antes, pero muy agradecidos por seguir trabajando sobre estas cuestiones. Por otra parte, estos dos meses nos han subrayado la necesidad de trabajar con discreción en estos casos, y la verdad es que no lo hubiéramos podido hacer así si hubiésemos hecho pública la noticia con anterioridad.

Es el premio a muchos años de trabajo en el yacimiento (desde 2007) y de apuesta por parte del Ayuntamiento del Valle de Aranguren. En su caso, dirige la excavación desde 2018. ¿Cómo han sido estos años?

–Recuerdo que en las dos primeras campañas hicimos catas y sondeos y el volumen de trabajo era muchísimo menor. Veíamos el potencial del yacimiento e imaginábamos que podríamos estar en la situación actual, pero no nos ilusionábamos demasiado. Veíamos yacimientos de la misma época que llevaban años excavándose y soñábamos con encontrarnos en la misma situación que ellos. Desde el 2020, comenzamos a excavar en área abierta y eso cambió bastante el planteamiento de la excavación y el volumen de trabajo. En las últimas campañas, cada día hay alguna sorpresa o algún resultado gratificante. Está siendo muy emocionante.

¿Cómo fue la evolución del poblado de Irulegi en sus distintas fases?

–Parece que comenzó a ser una aldea en torno a la zona del castillo en la Edad del Bronce Medio, entre el 1.600 y el 1.400 a.C, y fue expandiéndose ladera abajo durante 1.200 años hasta alcanzar su mayor extensión en el siglo I a.C, cuando tenía un urbanismo bastante desarrollado para su época. En ese momento, terminó siendo incendiado de manera violenta en el contexto de las Guerras Sertorianas. Gracias a ese ataque, perdura una imagen congelada del final de la Edad del Hierro, puesto que los materiales quedaron cocidos y sellados en posición primaria bajo los restos de adobe.

¿Qué se sabe de los poblados vascones?

–Lo que sabemos arqueológicamente de los vascones prerromanos es relativamente poco. Las excavaciones que se han realizado en yacimientos de la Edad del Hierro de la zona denominada vascona son muy pocas y la mayoría son excavaciones antiguas, como la de Sansol (Muru-Astrain). Otras como Andelo (Mendigorria) o la Iruñea-Pamplona prerromana tienen el problema de que encima se les construyó ciudades romanas en la época antigua, y eso ha alterado los restos anteriores. Por el momento, Irulegi es uno de los pocos yacimientos que en la actualidad nos está ofreciendo abundante información sobre esta cuestión.

¿Qué otros hallazgos se han realizado en Irulegi?

–Además de los restos arquitectónicos, Irulegi ha ofrecido una multitud de materiales arqueológicos diversos que gracias al estudio que estamos realizando permitirán conocer la vida diaria y las fases de inestabilidad social vividas con la llegada de los romanos a la Cuenca de Pamplona – Iruñerria. Pero también nos ofrece restos anteriores, que van a permitir conocer las distintas fases de la Edad del Hierro, así como sus transiciones.

¿Cuál es la singularidad de la Mano de Irulegi?

–La mayor singularidad es que es un testimonio epigráfico que muestra un evento de alfabetización que no se conocía hasta el momento. Se pensaba que los vascones prerromanos no llegaron a escribir, o que lo hicieron muy poco y mal, en algunas monedas, imitando a los pueblos de alrededor. Gracias a este hallazgo, se puede decir que al menos algunos de los vascones prerromanos sabían leer y escribir, como varios pueblos de su entorno. Por otra parte, está el hecho de que en un sentido epigráfico el texto está escrito en un signario adaptado del ibérico para poder escribir en una lengua que es el vascónico, que estaría de algún modo emparentada con el euskara actual. Y finalmente está el objeto mismamente, que es la mano, que nos aparece como elemento apotropáico, que aleja el mal y acerca el bien. Es, sin duda, un objeto excepcional.

¿Ha habido algún avance en la interpretación de la pieza?

–Hay diversos estudios en varios campos que estamos realizando en estos momentos y que no podemos adelantar hasta tener los resultados.

¿Cuáles son los próximos pasos que se deben dar en el yacimiento de Irulegi? Hay un plan que acaba en 2024 y que se debe renovar.

–Efectivamente, ahora toca realizar el estudio de los demás materiales y las preparaciones para la campaña que viene, que va a ser de momento la más extensa que hemos tenido. Esperemos que encontremos más sorpresas este verano.

¿Puede servir este descubrimiento para dar un impulso a los trabajos arqueológicos en Navarra?

–Puede servir para impulsar la arqueología y dar valor al trabajo de campo que realizamos anualmente. Hay mucha labor por hacer, pero es verdad que yacimientos del territorio vascón como Irulegi de momento no se conoce ninguno (exceptuando el de La Custodia de Viana, en territorio berón), en el sentido de que puedan ofrecer esa imagen congelada por un ataque.

¿Cuál es su deseo para este 2023?

–Que podamos seguir trabajando como hasta ahora con el grupo que hemos ido conformando y sigamos teniendo el apoyo que hemos tenido hasta ahora por parte del Ayuntamiento del Valle de Aranguren, que es ejemplar, y también la ayuda y asistencia del Gobierno de Navarra. Al yacimiento no le pediremos nada especial, ya que en nuestro caso, siempre responde.

El gran hallazgo


La cadena de custodia para conservar la pieza. La Mano de Irulegi ha seguido una estricta cadena de custodia desde que fuera encontrada por Leire Malkorra el 18 de junio de 2021 hasta que se encontrara su espectacular inscripción siete meses después, el 18 de enero de este año. Cuando se halló la lámina en la excavación de una de las viviendas del antiguo poblado de Irulegi, se pusieron en marcha todos los protocolos. “Pero no es nada especial. Es lo que hacemos con todas las piezas que aparecen”, remarca Mattin Aiestaran, director de la excavación del yacimiento de Irulegi.




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El Legado de las Antifascistas Británicas

En este blog son numerosas las publicaciones dedicadas a la infancia vasca que tuvo que ser evacuada para ponerla a salvo de la brutalidad genocida con la que actuaban los sublevados bajo el mando de los militares españolistas Emilio Mola y Francisco Franco. Esas niñas y esos niños que tuvieron que dejar atrás hogar y familia a los que la escritora vasco-estadounidense bautizara como la 'Generación Gernika'.

Es por lo anterior que hemos encontrado vital compartir con ustedes este magnífico reportaje histórico de la autoría de Guillermo Martínez dado a conocer en las páginas de Público.

En el mismo, se nos detalla la lucha titánica desarrollada por un grupo de mujeres inglesas que lo dieron todo por socorrer a quienes eran afectados por la táctica de tierra quemada ensayada por el fascismo en la península ibérica y que poco después sería llevada a su máxima escala en la Segunda Guerra Mundial - ya los japoneses estaban  haciendo lo propio en Manchuria -.

Por último, mencionar que las acciones de estas decididas mujeres fueron a contrapelo de la postura oficial asumida por Londres con respecto al conflicto. No nos queremos imaginar lo que Winston Churchill hubiera hecho en contra de ellas de haber tenido el poder al que accedió años después. Basta con ver lo que hizo en contra de la resistencia griega.

Aquí el reportaje:


De lo humanitario a la humanidad: cómo las mujeres británicas salvaron miles de vidas en la Guerra Civil

Repartidas por gran parte de la geografía española, estas voluntarias encararon la contienda desde la retaguardia, ofreciendo todos los víveres y huidas seguras que pudieron. Su trabajo en La Desbandá fue esencial, al igual que el desempeño de Norman Bethune, el cirujano que promovió la donación de sangre en territorio republicano.

Guillermo Martínez

Evacuar niños y niñas desde el País Vasco, crear y equiparar hospitales para los más desfavorecidos, conseguir recursos económicos en sus países de origen y destinarlos a las zonas más golpeadas por la Guerra Civil, y comandar servicios de ambulancias que salvaron la vida a miles de personas. Estas son solo algunas de las acciones que llevaron a cabo decenas de voluntarias británicas que desde 1936 decidieron poner en peligro su vida para salvar la de otros: la de aquellas personas que huían del terror y la barbarie que el bando sublevado imponía en los lugares que conquistaba.

Linda Palfreeman, profesora de la Universidad CEU Cardenal Herrera en Elche, retrotrae la acción de las mujeres británicas en iniciativas humanitarias durante la Guerra Civil a la política de no intervención que siguieron su país, junto a Francia y Estados Unidos. "Mujeres británicas de todos los sectores sociales y profesionales se movilizaron en apoyo de la República, muchas asumiendo roles de liderazgo en los miles de comités de Ayuda a España creados en pueblos y ciudades por todo el Reino Unido", introduce esta experta.

Entre ellas, se contaban representantes de todo tipo de partidos, como la duquesa de Atholl, diputada conservadora; representantes laboristas como Leah Manning y Ellen Wilkinson; y activistas comunistas como Isabel Brown, que dirigió el Comité Británico para Ayuda a las Víctimas del Fascismo. Gracias a su tesón, organizaron todo tipo de eventos para la recaudación de fondos: mercadillos, charlas, fiestas y eventos de todo tipo, recaudando, en total, unos dos millones de libras. Y contrataron barcos para transportar a España las toneladas de alimentos y otros bienes, explica la propia Palfreeman.

Todas contra el fascismo

"Eran mujeres con antecedentes sociopolíticos muy diferentes. Algunos ya estaban políticamente motivadas, como las enfermeras Thora Silverthorne, y Annie Murray, miembros del Partido Comunista Británica, así como Winifred Bates, secretaria y publicista, y Nan Green, administrativa. Vieron la lucha en España como una oportunidad vital para detener la ola de fascismo que recorría Europa", añade la docente universitaria. Asimismo, en algunas de ellas incluso se atisbaba una suerte de feminismo social, pues las enfermeras Patience Darton y Penny Phelps declararon que su apoyo a la República estaba inspirado en las iniciativas para mejorar la situación de las mujeres y de sanar el miserable nivel de vida de las clases más pobres.

Otras declararon motivos puramente humanitarios, como atestiguan todas aquellas mujeres británicas que sirvieron como enfermeras o administradoras en la unidad de ambulancia del Spanish Medical Aid Committee (SMAC). En Madrid, sin ir más lejos, se encontraba la Unidad de Ambulancia Escocesa, bajo el liderazgo de Fernanda Jacobsen, la única mujer en el equipo de veinte. Desde esa Unidad socorrían a las tropas heridas y a la población civil sufrida de la capital sitiada.

Las mujeres también fueron las encargadas de la evacuación de 4.000 niños vascos a Gran Bretaña, durante el bombardeo de Bilbao. "Leah Manning del SMAC y Edith Pye de la Society of Friends (Cuáqueros) ayudaron a organizar la expedición", determina Palfreeman.

Esenciales en Málaga y Almería

En La Desbandá malagueña también estuvieron presentes mujeres británicas, mientras se sucedían los ataques por aire, mar y tierra que tenían como objetivo asesinar a los civiles que huían hacia zonas todavía en manos republicanas. "Miles de ciudadanos huyeron, llevando las pobres posesiones que pudieron, con poca comida y escasa protección contra el frío del invierno. Los más afortunados tenían algún tipo de transporte, tal vez en forma de un burro, pero la inmensa mayoría tuvo que hacer la caminata de 200 kilómetros a pie por los montañosos senderos costeros desde Málaga hacia Almería", se explaya la experta.

Este éxodo forzoso les obligó a dormir durante el día y caminar de noche, comiendo plantas y hierbas que encontraban por el camino para calmar el hambre. Tal y como relata la propia Palfreeman, "a pesar de la indescriptible adversidad sufrida, más de 80.000 personas lograron llegar a Almería; unos 20.000 volvieron a Málaga, y más de 5.000 fueron fusilados, ahogados o murieron por dificultades y hambre en el camino".

De esta forma, la necesidad de asistencia médica y humanitaria externa se tornaba imprescindible. La Unidad de Ambulancia de las Universidades Inglesas partió para el sur de España, comandada por Violetta Thurstan. Ella hablaba español, árabe, francés y alemán con fluidez y algo de italiano, ruso y griego, lo que suponía un punto a su favor. El equipo médico estaba compuesto casi exclusivamente por mujeres, incluyendo a las enfermeras Elizabeth Burchill, y Dorothy Morris y contando con la colaboración de otras mujeres como Mary Elmes.

Control de las epidemias

Estas mujeres, inmediatamente después de la llegada de los refugiados a Almería, establecieron una cantina para los refugiados en la estación de tren de Almería. En ella proporcionaban leche para los niños y enfermos por la mañana, y sopa a todos por la tarde. "A medida que la ambulancia ganaba renombre entre la comunidad local, las admisiones aumentaron, tanto que este hospital se hizo pequeño. Una casa cercana, mucho más grande, se convirtió en el Hospital Elena. El personal doméstico se reclutó de entre los refugiados, y las enfermeras británicas instruían a chicas locales en las tareas de enfermería", concretiza la profesora de la CEU.

Sus cuidados no tardaron en materializarse, es decir, en salvar vidas. La tasa de mortalidad de los bebés desatendidos durante tanto tiempo era elevada al principio, pero con la atención experta de estas enfermeras descendió, y las epidemias se controlaron. Francesca Wilson, representante cuáquera, viajó al sur desde Barcelona. "Miseria humana amontonada" es como describió lo que vio a su llegada a Murcia, donde creó un hospital para niños, al ver a las personas que también habían salido de Almería. Gracias a sus peticiones, "la sociedad de Amigos británica y otras agencias enviaron toneladas de alimentos y otras provisiones gracias a las que se puedo alimentar a entre 2.000 y 3.000 personas todos los días", en palabras de Palfreeman.

Trabajo digno contra el frío

Wilson tuvo que retornar a su trabajo como maestra de escuela en su país natal, por lo que la administración del hospital fue asumida por Esther Farquhar, representante del American Service Council (los cuáqueros americanos). Antes de su regreso, Wilson tuvo tiempo de enfrentar un doble objetivo ante la necesidad de proporcionar a los refugiados una ocupación digna y ayudar a satisfacer la falta urgente de ropa, por lo que abrió talleres de costura para mujeres y niñas en Elche, Alicante y estableció una colonia agrícola para niños, en la sierra de Crevillente.

El trabajo desempeñado por estas mujeres en apoyo a la Segunda República no se limitó a sus actuaciones en España. "Frida Stewart, por ejemplo, seguía trabajando para el National Joint Committee. Montó espectáculos musicales en los que los propios niños bailaban y cantaban en el estilo vasco tradicional, y así recaudaban fondos para su manutención y cuidado en Inglaterra", apunta la experta.

La derrota frente al bando sublevado tampoco las paró. Stewart y Wilson y otras tantas voluntarias viajaron al sur de Francia para ayudar en los campos de concentración donde miles de refugiados republicanos estaban retenidos en condiciones espantosas, parafraseando a la docente universitaria.
La sangre que revivió a la República

Otro de los nombres reconocidos en la asistencia humanitaria de La Desbandá es Norman Bethune, comunista comprometido que estuvo en España desde noviembre de 1936 hasta finales de mayo de 1937. Es recordado por su contribución al Servicio de Transfusión de Sangre de la República cuando dirigía la unidad médica enviada a Madrid por la Comisión Canadiense de Ayuda a la Democracia Española (CASD). Después de renunciar a sus cargos y redactar su testamento, llegó a la capital española, tal y como relata la propia Freeman.

La falta de sangre golpeaba a las tropas republicanas, pues muchos soldados morían desangrados o en el hospital al llegar tan debilitados y no soportar la cirugía. Tras recibir el respaldo del doctor Erwin Kisch, jefe médico de las Brigadas Internacionales y de los jefes del Socorro Rojo Internacional, se puso manos a la obra. Primero viajó a París a comprar equipamiento, y en Londres compró una camioneta Ford que convertiría en ambulancia. Bethune fue nombrado comandante del nuevo Instituto Canadiense de Transfusión de Sangre, y coronel del Ejército Republicano.

Todo estaba listo, así que cuando el Instituto había sido equipado, algunos frigoríficos fueron distribuidos a los hospitales de campaña a lo largo de los frentes activos. El Socorro Rojo lanzó una campaña en la prensa y en la radio, llamando al pueblo de Madrid a dar su sangre para salvar la vida de aquellos hombres que luchaban en la defensa de la ciudad. Al día siguiente, más de 2.000 personas se acercaron al lugar a donar su sangre.

Los donantes fueron elegidos de ambos sexos, con edades entre los 18 y 50 años. Después de su donación, a cada uno de ellos se le dio una taza de café o copa de coñac, junto a algo de comida, como un paquete de arroz y una lata de carne o de leche condensada. Al principio el servicio suministraba sangre por todos los 56 hospitales de Madrid, pero pronto se amplió a incluir a 100 instalaciones sanitarias a lo largo de la totalidad de los 1.000 kilómetros de frente.
El cirujano canadiense llega a La Desbandá

Nada frenaba a Bethune, por lo que una vez consciente de lo que estaba sucediendo en Málaga y sabedor del peligro que corrían, él y dos compañeros se apresuraron a socorrer a las miles de personas que huían hacia Almería. En ese trayecto se encontró con la hilera de 30 kilómetros formada por todos los refugiados sin refugio que buscaban un lugar seguro ante el avance de las tropas sublevadas.

Llegó un momento que él y su equipo no pudieron más, por lo que decidieron abandonar la sangre y rescatar a cuantos niños, ancianos y enfermos pudieran para llevarles hacia la relativa seguridad de Almería. Mientras tanto, en el Instituto las cosas estaban algo descontroladas. Algunos testimonios del momento lo achacan a que Bethune no había dejado una cadena de autoridad clara. Además, era notable su consumo excesivo de alcohol. Finalmente, este cirujano volvió a Canadá, su país natal, para emprender una gira propagandística.




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Egaña | El Kaiku del Gudari

En días recientes una referente del gobierno de la CAV habló acerca de la idoneidad de la utilización de kaikus para lograr la autodeterminación de Euskal Herria.

A ese malhadado comentario le dedica este texto nuestro amigo Iñaki Egaña desde su trinchera en Facebook:


El kaiku del gudari

Iñaki Egaña

Manu Agirre, uno de los fundadores de ETA, vivo por cierto con sus 97 años a pesar de que algunos medios lo consideran fallecido, solía reunirse con el lehendakari Agirre, a quien visitó en varias ocasiones en su sede del exilio, en París. Asistía en compañía de Txillardegi, ese gigante de las letras vascas y del renacimiento del euskara al que el PNV del siglo XXI sigue criminalizando a pesar de los 11 años de su falta. Cuando José Antonio Agirre falleció, ETA le dedicó la portada de su publicación Zutik: “gure presidente maitea”.

Jesús Mari Leizaola, que participó en otras reuniones con los jóvenes que crearon ETA, fue nombrado nuevo lehendakari. La verdad es que el traje le venía ancho. A pesar, se implicó en la denuncia de las torturas a los militantes de la nueva organización, se volcó en arropar a los del Consejo de Burgos y llegó a defender públicamente las operaciones de ETA: “Los vascos no somos autores de acciones criminales, sino de defensa”. El boletín del Gobierno que presidió publicó diversos comunicados de ETA. Y para enfado del Madrid llegó a decir, en fecha tan tardía como 1977, que los activistas de ETA que demostraran “aptitudes militares” podrían ingresar en esos grupos que el PNV estaba preparando, previos a la restitución de la Ertzaintza.

Desde 1958, decenas de militantes del PNV abrieron sus puertas a militantes de ETA, discutieron con ellos, agradecieron su valentía y recuperaron una ilusión que la derrota de la guerra había borrado. Es más, desde esa fecha, centenares de militantes de las juventudes jeltzales ingresaron en ETA hasta el punto que, en 1972, gracias a ellos una ETA descabezada sobrevivió durante los años siguientes. Militantes de ETA muertos por la Guardia Civil en aquellos años habían hecho un recorrido previo en EGI, la misma organización en la que dio sus primeros pasos políticos, años más tarde, el actual lehendakari de la CAV, Iñigo Urkullu.

ETA y PNV firmaron manifiestos conjuntamente en época franquista. Con ELA también. Hasta tal punto hubo ciertos vasos comunicantes, que la dirección de PNV en Bizkaia alumbró en 1969 uno de los comunicados que en 2023 más pueden sorprender: “Reconocemos la legalidad de la lucha violenta contra el Estado español y, en general, contra cualquier forma de gobierno basada en la violencia y el terrorismo. Rechazamos, sin embargo, la violencia como táctica, no por injusta, sino por ineficaz; pero creemos en la necesidad de usar de la violencia: accidentalmente, en situaciones concretas y especiales y, sistemáticamente, en la fase final de liberación, posterior a la fase de concienciación popular en la que nos encontramos”.

En 1981, Mikel Isasi, miembro de la dirección del PNV, fue juzgado por haber dado armas y explosivos a los activistas Jokin Artajo y Alberto Asurmendi, que murieron cuando manipulaban una bomba, 12 años antes. El mismo Mikel Isasi, fue detenido en 1996, por orden de la jueza francesa Levert, bajo la acusación de colaborar con ETA, tal y como lo habían hecho compañeros suyos en las décadas anteriores. Tras la ruptura en 1986 y la escisión de EA, los jeltzales Xabier Arzalluz y Luis Mari Retolaza se reunieron en Bidarte con Txomin Iturbe y José Luis Arrieta, que representaban a ETA, pidiendo un trato de favor para quienes se quedaban con las siglas del PNV.

La época franquista, sin embargo, ha sido motivo reciente de revisionismo. Y no me refiero a los trabajos del Melitonium, empeñados en arengar que los militantes de ETA surgieron por alguna tara genética y que el abertzalismo es una anomalía contraria a los dictados naturales. Me refiero a ese sector de “ilustrados” del PNV, liderados por Urkullu y esa obsesiva que es Beatriz Artolazabal, que niegan incluso la historia de su propio partido.

El revisionismo, en ese interés de las contratas jeltzales por conseguir votos de los sectores de la derecha española para las elecciones que llegan esta primavera, se balancea en esas tendencias que recorren el mundo ultra a través del planeta. Repetir una ficción para darle credibilidad. Artolazabal lo ha bordado, como si se tratara de un nuevo Pío Moa.

Y con ella, algunos sectores del PNV se han apropiado de nuestra historia desde posiciones retrógradas. Apoyados por advenedizos como la citada, que apenas contaba con cinco años cuando murió el dictador. Sólo alguien que frivoliza a torturadores como Melitón puede decir que únicamente el kaiku fue símbolo de resistencia. Sólo alguien que no recuerda los estados de excepción y la represión, la organización y la razia obrera en su Gasteiz natal, puede reivindicar que repartir estampitas de San Ignacio fue antifranquista. Por cierto, la Ertzaintza robó la ikurriña de la manifestación que abría en 2006 la manifestación recordando el 3 de marzo de 1976. ¿Era la que reivindicaba Artolazabal?

El Frente Cultural de ETA fue motor para ikastolas, kantaldis, concentraciones de reafirmación nacional en Urbia o Mairulegorreta o expansión de la ikurriña, también en cables de alta tensión. Los Aberri Egunas como días de recogimiento y misa mayor que organizaba el PNV se rompieron desde Itsasu, ya en 1963, por convocatoria de ETA y Enbata. Etxamendi y Larralde popularizaron el “Iup la, la”, que no era precisamente un rezo dominical.

Nuestra historia es plural y llena de compromisos. Los muertos de la guerra no fueron exclusivos del PNV. Hoy sabemos que, estadísticamente, la mayoría fueron comunistas, anarquistas y ekintzales. Sabemos, también, que el nacimiento de Ekin y ETA tuvo un responsable. Y no lo fue el franquismo, sino la pasividad y la asunción de la derrota por parte del PNV. Y conocemos, asimismo, que la resistencia en esa época, cultural, política y activista fue gracias a una generación que ofreció más que reclamó. Y que la supervivencia llegó gracias a ellas y a ellos. Y si tienen dudas documentales, consulten, entre otros, los fondos de la Fundación Sabino Arana. Leer, aunque sea por una vez, les ayudará a conocer la verdad.

 

 

 

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El Holocausto y Nafarroa

Les compartimos esta escueta nota de Noticias de Navarra - como extrañamos aquellos extensos artículos de Armando G. Tejeda, corresponsal de La Jornada en el estado español - que nos habla acerca de las víctimas vascas del fascismo nazi en general y del Holocausto en particular.

Lean ustedes:


Víctimas navarras del Holocausto piden un memorial en Pamplona

En la capital navarra se celebró ayer, frente al monumento de los Fueros, un acto en recuerdo de estas personas

Con motivo del Día Internacional de las Víctimas del Holocausto, familiares de las víctimas navarras del nazismo reclamaron ayer de nuevo un Memorial-Monumento dedicado a ellas, donde sus nombres “ocupen un lugar, su lugar”, igual que una mención especial en cada uno de los campos de concentración europeos en los que hubiera algún navarro.

Durante un acto celebrado ayer ante el monumento a los Fueros en recuerdo de estas personas, de las que hay constancia hasta el momento en un censo abierto de 60 deportadas, 37 de ellas asesinadas, se celebró una ofrenda floral mientras se escuchaban sus nombres, en cuyo honor se bailó también un aurresku.

 El homenaje, con Saizan en la parte musical, contó con una representación de los grupos parlamentarios y con la intervención de Ainhoa Gabari, concejal de Olite, quien ofreció su testimonio como familiar de una de estas víctimas.

Tras ella tomó la palabra la presidenta de la Asociación de Familiares de Fusilados del 36, Amaia Lerga, quien se reafirmó en la necesidad de conocer la magnitud de aquella represión.

En este sentido señaló que el final de la Guerra Civil “supuso para muchas personas el comienzo de un periodo de penurias” ya que al menos medio millón logró abandonar el país y marchar al exilio francés. donde encontraron campos de asilo para refugiados españoles, pero tras el estallido de la II Guerra Mundial pasaron a manos de los ocupantes alemanes.

 “Algunos de los que lograron sobrevivir a esta experiencia límite sufrieron también el exilio el resto de sus vidas y los que regresaron, el duro silencio”, ha dicho, y advertió de que “el olvido junto con intentos de blanqueamiento del franquismo y el nazismo suponen un peligro, subestimando el poder del odio”.

Según Amaia Lerga, “deslegitimar la barbarie nazi debe hacerse sin olvidarse de las víctimas republicanas. Y la condena a los campos de concentración debe hacerse también sin perder la mirada los campos de concentración del franquismo que, aunque con otras características a los campos nazis, fueron otro elemento de represión en Navarra”. 




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sábado, 21 de enero de 2023

Egaña | Extorsión

Con ustedes, otro demoledor texto que Iñaki Egaña nos ha compartido en su perfil de Facebook:


Extorsión

Iñaki Egaña

Ubanorma, empresa en la que trabajaba Ainhoa Alberdi, consiguió a dedo un contrato para una adjudicación en el Parque Tecnológico de Miñano, en Araba. Al poco, Alberdi recibió la llamada de la cantidad de la “mordida” correspondiente, 100.000 euros, un montante al parecer irrisorio para las cifras que se manejan en este tipo de extorsiones. Quién le pidió “pasar por caja” fue Alfredo de Miguel, diputado foral alavés por el PNV.

El Supremo acaba de ratificar la pena por la extorsión y De Miguel deberá entrar en prisión. Aunque tengo mis dudas. Perro no muerde perro y como sucedió ya hace unos años, cuando el presidente del PNV en Iruñea fue condenado a 75 años de prisión por amenazas y pedir el impuesto revolucionario en nombre de ETA, las perspectivas de una justicia equitativa se desvanecen. En aquella ocasión, el presidente del IBB, con un indulto exprés, salió de inmediato a la calle. Uno de los condenados en el caso De Miguel ya ha señalado que pedirá indulto y otros dos alegarán problemas de salud.

Las referencias anteriores vienen a cuento de esa contraprogramación que tan habitualmente ejercita el Partido del Gobierno de Gasteiz, liderado por Urkullu. Varios de sus ahora ex militantes más significativos en Araba han sido condenados por extorsión, sumando la sanción a esos procesos abiertos o cerrados, que llevan a componer una tendencia sobre un latrocinio sostenido. Quizás hasta una estructura dedicada a ello, unas cloacas propias coloreadas con el rojo, el blanco y el verde.

Y, sin embargo, la postura oficial jeltzale ha sido la de mirar hacia otra esquina y enmierdar el escenario, tal y como el PP cuando es acusado de corrupto y mafioso: no niego mi actitud corrupta, pero el resto también lo es. Para ello nada menos que el portavoz oficial del Gobierno, Bingen Zupiria, que ha exigido, en domingo y en portada de los diarios vascos del Grupo Vocento, dónde se encuentra el dinero que ETA extorsionó antes de su desaparición. Una respuesta ya conocida desde 2015, cuando la Universidad en la que se graduó (Deustu), dio publicidad a un trabajo sobre las finanzas de ETA.

Lo sorprendente es que Zupiria lance esa exigencia al coordinador de EHBildu. Lo cual trasluce que, a pesar del tiempo pasado, la falacia creada por el Estado profundo, la del “Todo es ETA”, desde las ikastolas, las cooperativas hasta EA (parte de EHBildu y por cierto escisión del PNV), es compartida al menos por Urkullu y su vocero, Bingen Zupiria. ¿Por qué exigir sino a una organización legal, creada en 2012 responsabilidades de otra clandestina por su actividad de 1980?

En el caso De Miguel, el comodín de ETA, como ahora lo ha hecho Zupiria, ya fue usado por el acusado que dio nombre a la causa. En 2011 alegó que movía dinero de forma opaca por una supuesta amenaza de ETA que le obligaba a transmutarse en humilde trabajador para no pagar el “impuesto revolucionario”. No coló, pero en el juicio, la pareja de Koldo Otxandiano, el segundo de a bordo en la trama de fontaneros, volvió a utilizar el mismo comodín.

En plena crisis del Pacto de Lizarra-Garazi, el PNV hizo público un comunicado extremadamente explícito sobre la coyuntura. Para los amantes de la hemeroteca lo firmó el 2 de diciembre de 1999. Entonces, los partidos constitucionalistas y el PNV echaron en cara a ETA que intentaba condicionar el proceso político con la extorsión. Y la dirección jeltzale señaló que el debate político era otro y que introducir el término de la “extorsión” era desvirtuarlo.

Bingen Zupiria lo tuvo que conocer, porque en esa época y durante diez años más, fue director de Euskal Telebista, ese medio tantas veces denunciado como el brazo mediático del PNV. Su relación sentimental con la redactora de informáticos no deja lugar a especulaciones diferentes. Fueron, además, los años de las ilegalizaciones, de la criminalización de decenas de miles de “delincuentes” cuyo nexo de unión era el de ser independentistas. Zupiria, ETB y el PNV no se destacaron precisamente por su objetividad.

Y a pesar de aquel comunicado de dejar la “extorsión” fuera de la agenda política, el portavoz del Gobierno de Urkullu, vuelve a retomar el comodín habitual de la ultraderecha española para tapar sus vergüenzas. Unas vergüenzas que tienen una amplia trayectoria, como su historia, desde aquellas 2.500 máquinas de juego que supuestamente financiaron las primeras campañas electorales del PNV, según denunció el diario Egin. La presión jeltzale obtuvo resultados y no hubo investigación judicial. Pero la venganza fue terrible. José Antonio Ardanza, en un mensaje que imagino le preparó su jefe de prensa, declaró: “Cerrar Egin será un ejercicio de higiene democrática”. ¿Quién era su jefe de prensa? Bingen Zupiria.

Antes del cierre de Egin, la Ertzaintza ya había entrado en Egin para llevarse documentos relacionados con las investigaciones de las cloacas del PNV. La extorsión tiene muchas caras, algunas relacionadas directamente con la amenaza, otras con la aplicación de esa ley llevada a los altares por los sectores más reaccionarios, la Ley Mordaza. ¿Cuántos millones recaudados? ¿A qué se han destinado?

¿Adónde fueron a parar los millones de dólares que Washington insufló a la democracia-cristiana europea a través del PNV? ¿Cuál fue su comisión por hacer de intermediario? ¿Adónde fueron a parar los millones que desde 1982 adeudaba el Estado a Herri Batasuna por sus citas electorales? ¿Y la extorsión de las multas millonarias a centenares de militantes independentistas? ¿Y el coste del alejamiento de miles de presos? ¿Y la extorsión político-económica, cierre de Euskalduna y demás?

Ya lo dijo un conocido militante jeltzale. Hay que jugar en primera división, con angulas y moet chandon en el menú del día a cuenta de lo público. Es el argumento exculpatorio mayor, el esgrimido cuando la luz aprieta. El chocolate del loro sigue dando para mucho, sobre todo para que los tramposos sigan jugando a la trasparencia desde sus cabinas opacas.

 

 

 

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Tres Niñas

Desde Naiz traemos a ustedes este reportaje acerca de tres de las miles de niñas de la Generación Gernika que tuvieron que ser evacuadas de Euskal Herria para que pudieran escapar del salvajismo españolista durante la Guerra de España, ese prefacio a la Segunda Guerra Mundial que trajo muerte y destrucción al pueblo vasco.

Adelante con la lectura:


María, Lucía y Julia, las niñas vascas de la guerra del 36 que Bélgica no olvida

Hace 85 años, María, Lucía y Julia, tres hermanas de 7, 12 y 14 años, huían de un Bilbo arrasado por las tropas franquistas. La investigadora flamenca Lisette Wouters y Rosa Ruiz (hija de Lucía) reconstruyen su historia y el vínculo de sus descendientes con las familias que las acogieron en Bélgica.

Carlos López Izquierdo/Efe

Los bombardeos eran cada vez más violentos. Corría junio de 1937 y la caída de Bilbo en manos franquistas era inminente. Aunque hacía semanas que cientos de niños escapaban en barco de la ciudad, Francisco Rodríguez y María Alonso no se plantearon separarse de sus tres hijas hasta que la realidad de la guerra les pasó por encima.

A mediados de mes, María de 14 años, Lucía de 12 y Julia de 7, alumnas del centro Errekalde Berri, abandonaron la capital vizcaina en uno de los últimos trenes que partieron hacia Santander repletos de niños de las ‘Escuelas de Euzkadi’. Ellas aún no lo sabían pero su destino era Bélgica. Pasarían dos largos años antes de que pudieran volver con sus padres.

«A menudo me he cuestionado cómo debió ser para ellos la marcha de sus hijas, el desgarro de su partida y, sobre todo, la incógnita de si sobrevivirían a la guerra para poder volver a verlas». La investigadora belga Lisette Wouters se hace eco de estos miedos en una reciente obra sobre los niños de la guerra refugiados en Linter, una pequeña localidad flamenca que no ha olvidado la historia de María, Lucía y Julia.

Nuevos hogares en Flandes


Tres de sus familias, los Beckers, los Lambeets-Allard y los Lambeets-Raymaekers, acogieron a las niñas como si de sus propias hijas se tratara, aunque hasta alcanzar la seguridad de sus nuevos hogares en Flandes las pequeñas tuvieron que sufrir aún «la intemerata», explica Rosa Ruiz, depositaria de las vivencias de su madre, Lucía, la mediana de las hermanas.

A finales de junio, mientras una oleada de refugiados llegaba en éxodo a Santander, las tres niñas embarcaron rumbo a lo desconocido junto a otros cientos de menores vascos custodiados por maestros y personal de la Cruz Roja. El último consejo de sus padres, casi una súplica, resonaba aún en sus oídos: «¡Vosotras tres siempre juntas. Las tres siempre juntas!».

«Atrás dejaban bombas, carreras precipitadas y estancias en refugios improvisados», recuerda Rosa, sin ser conscientes de que el peligro acechaba ahora en un mar donde las embarcaciones de refugiados (el mítico Habana entre ellas) eran hostigadas por la aviación y por cruceros franquistas como el Almirante Cervera, el Canarias o el destructor Velasco.

«¡Nos van a matar!»

También fue así esta vez. «¡Que viene el Cervera, que viene el Cervera! ¡Nos van a matar, nos van a matar!». Al poco de iniciar el viaje, los gritos de pánico de cientos de niños rompieron la tensa calma de las tres hermanas que, impotentes, contemplaron de cerca la amenazadora estampa del buque de guerra.

«Por suerte todo quedó en un susto», describe Rosa, quien cree «providencial» en aquel suceso la presencia de tres embarcaciones de la Marina Real Británica cuya escolta permitió al convoy de refugiados continuar su penosa ruta sin mayores percances que el hacinamiento, los vómitos y la miseria.

«Los piojos proliferaban por todos los lados», explica al recordar las penalidades que su madre le contó. Incluso llegaron a usar una vieja lata de tomate vacía a modo de improvisada «copa menstrual» para ayudar a otra niña que tuvo el período por primera vez en aquellas lamentables condiciones. «¡Qué vivencias!», se emociona.

Tras una singladura que se les hizo «eterna» (parcialmente reconstruida a partir de la obra de Jesús Javier Alonso ‘1937. Los niños vascos evacuados a Francia y Bélgica’), María, Lucía y Julia desembarcaron finalmente en el Estado francés, probablemente en la localidad de Pauillac. Desde allí, las tres hermanas y otros compañeros fueron conducidos a Donibane Garazi, donde el Gobierno del lehendakari Agirre disponía de una «colonia» que acogió a «muchísimos niños».

«Pasó así un tiempo en el que estuvieron bien cuidadas, les cortaron el pelo, las despiojaron, las limpiaron y ellas se sintieron atendidas, antes de que los distintos convoyes de exiliados comenzaran a partir hacia diferentes países de acogida».

La leyenda familiar dice que fue María, la mayor de las niñas y las más consciente de su precaria situación, quien («las tres siempre juntas») eligió ir a Bélgica, donde posiblemente le brindaron la oportunidad de no verse separada de sus hermanas.

Rosa explica que la llegada Bélgica se produjo gracias a la Obra del cardenal Van Roey, arzobispo de Mechelen, y a la determinación de las familias católicas que se presentaron voluntarias para acogerlas «desinteresadamente» en Linter, cuyo Círculo de Historia Local ha editado ahora el libro en el que se las recuerda.

Profusa documentación

La profusa documentación recogida en este trabajo por Lisette Wouters incluye certificados del Ministerio de Justicia belga, los visados de estancia temporal de las niñas en el país y hasta sus papeles de repatriación expedidos por la Cruz Roja, además de fotografías inéditas de su estancia en Linter durante actividades sociales como celebraciones, bodas y posados compartidos con sus familias adoptivas que demuestran «lo bien integradas y felices que llegaron a estar».

Las tres hermanas residieron en Flandes desde el 12 de agosto de 1937 hasta el 10 de octubre de 1939, cuando regresaron a casa. Dos años durante los que Julia y Lucía fueron escolarizadas en Linter por sus respectivas familias de acogida, mientras María, una adolescente de 14 años ya, ayudaba en las labores domésticas de su casa.

Todas ellas aprendieron flamenco, ayudadas por pequeños diccionarios de bolsillo con las palabras y las frases más habituales en este idioma traducidas al euskara y al español, aunque, como recuerda Rosa, las tres se reunían todos los jueves para practicar castellano, actividad que sin embargo no impidió que Julia, la más pequeña, lo olvidara casi por completo.

Finalizada la guerra del 36 e iniciada la II Guerra Mundial, las niñas fueron reclamadas por sus padres, lo que tras la «excepcional» acogida que habían disfrutado les provocó un nuevo desgarro emocional al verse separadas de sus anfitriones hasta el punto de que Julia, la benjamina, no quería regresar y aseguraba que sus padres ya estaban en Bélgica.

«La vuelta a Bilbao resultó impactante», confiesa Rosa. «Una ciudad destruida, con cartillas de racionamiento y en la miseria más absoluta, a la que ellas llegaron vestidas guapísimas, con sombreritos y guantes, superelegantes, sonrosaditas y saludables de haber comido bien».

«Supongo que de alguna manera se comunicaría a las familias belgas que habían llegado bien, pero a partir de ahí, con la Guerra Mundial, la relación se rompió en todos los casos», detalla Rosa.

Años más tarde el vínculo se retomó mediante carta, tras lo que varios de sus parientes viajaron a Linter y algunos miembros de las familias belgas visitaron Bilbo, Donostia y Pasaia, donde se establecieron las tres hermanas (todas ellas ya fallecidas) dando lugar a una estrecha relación que aún hoy supera las fronteras.




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La Cobardía Impune

La Guardia Civil retiene su facultad para hostigar jóvenes vascos al día de hoy.

Como olvidar lo ocurrido con los ocho represaliados de Altsasu, algo que sucedió hace no mucho tiempo.

Ahora imaginen el terror que sembraban a su paso hace cuarenta años.

Pues bien, el Caso Almería se vuelve paradigmático porque las tres víctimas de la furia española no eran vascas, de haber sido vascas igual y a nadie le incomodaría siquiera el asunto.

Establecido lo anterior, les dejamos con este comentario editorial publicado por Naiz:


«Caso Almería», un buen punto de partida

El secretario de Estado español de Memoria Democrática, Fernando Martínez, pidió ayer perdón «desde el corazón del Estado» a los familiares de Juan Mañas, Luis Cobo y Luis Montero, los tres jóvenes del «caso Almería» que en 1981 fueron torturados por la Guardia Civil hasta la muerte tras ser confundidos con militantes vascos. Los cuerpos aparecieron mutilados y calcinados en el interior de un vehículo en un paraje de Gérgal, al día siguiente de ser detenidos. La versión oficial ha sostenido durante estos cuarenta años que se trataba de delincuentes que fueron erróneamente identificados como miembros de ETA, que intentaron secuestrar el coche en el que iban detenidos, que el vehículo cayó por un terraplén y que tras un tiroteo prendió fuego ante la impotencia de los policías que no pudieron hacer nada. En el juicio se probó que los secuestraron, torturaron, mutilaron, ametrallaron y quemaron. Aun así, solo se condenó a tres de los once guardias civiles que participaron. Cumplieron una pequeña parte de las condenas y recibieron una recompensa de los fondos reservados. Las familias han pasado este tiempo denunciando el negacionismo y la impunidad.

En el acto solemne estuvo presente la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, que señaló que «aquellos terribles hechos no deberían haberse producido jamás» y que «no cabe justificación» al respecto. Sobre el Cuerpo armado y sus miembros, consideró que «en su actuación no cabe la violación de derechos, solo su defensa», ante unos hechos que ha calificado de «horror» y «vergüenza».

Se mire por donde se mire, el «caso Almería» es un buen punto de partida para que la Guardia Civil y el Estado español asuman la responsabilidad de sus acciones criminales amparadas en la «política antiterrorista». El discurso oficial sobre el conflicto complica estos pasos, pero el que no los den desnuda ese mismo relato falaz. Claro que no todo es lo mismo, ni en grado ni en responsabilidad, pero reconocer lo hecho y el dolor causado es un mínimo. En este terreno, al otro lado, les ganan en honestidad y audacia. Tras tanta cobardía impune, sería positivo que las FSE tuviesen algo de valentía moral.




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martes, 17 de enero de 2023

Cuadra | La Tortura en Nafarroa

Con respecto a la práctica de la tortura por parte del régimen español en Euskal Herria y más específicamente, en Nafarroa, traemos a ustedes este texto de Sabino Cuadra, mismo que ha sido publicado en el portal de Viento Sur:


La tortura en Nafarroa

“Nos encontramos ante una violencia negada, violencia no investigada y, en consecuencia, no sancionada”

Sabino Cuadra Lasarte

El pasado 9 de enero fue presentado oficialmente en Nafarroa el resultado de la “Investigación sobre la Tortura y otros Malos Tratos en Navarra desde 1979 a la actualidad” 1/, un trabajo que había sido encomendado por el Gobierno de Navarra al Instituto Vasco de Criminología (IVAC)2/. En éste se han aplicado los criterios de evaluación del Protocolo de Estambul, adoptado en 2001 por la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos para investigar y valorar los casos de tortura. Es evidente pues que la credibilidad de la investigación realizada queda fuera de toda duda.

La tortura en Nafarroa y el conjunto de Euskal Herria

El Informe presentado guarda a su vez relación con otro similar realizado por el propio IVAC, en junio de 2019, a solicitud también del Gobierno de Navarra, que abarcaba el período comprendido 1960-1978. Pues bien, sumando los datos de ambos estudios, resulta que entre 1960 y 2015, el número total de casos de torturas y malos tratos habido en Nafarroa asciende a 1.068, afectando los mismos a 891 personas, pues algunas de ellas los habían sufrido en más de una ocasión.

Esta investigación guarda también relación con un Informe similar realizado por el IVAC, en diciembre de 2017, pero en este caso para el Gobierno Vasco. En éste se señala que durante los años 1960 a 2014, el número de casos de tortura y malos tratos habidos en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) fueron 4.144. En resumen, en el conjunto de Euskal Herria (Sur) el cómputo total de casos, asciende a un total de 5.212. Lo anterior es, en cualquier caso, un número claramente inferior al realmente habido, ya que, como mínimo, habría que sumar a lo anterior las personas torturadas y fallecidas que no han podido denunciarlas, así como las de quienes han renunciado a hacerlo por preferir no remover de nuevo las trágicas experiencias vividas durante su detención, ni avivar las pesadillas que les han acompañado desde entonces.

Pues bien, si consideramos que las detenciones en las que se practicaron estas torturas y malos tratos pudieron durar un promedio de tres-cuatro días, se puede afirmar que a lo largo del período-suma transcurrido entre 1960 y 2015, todos los días ha habido en Euskal Herria una persona que, estando detenida en dependencias policiales o beneméritas, estaba siendo violentada en su integridad física y/o psicológica por agentes de estos cuerpos y, todo ello, en la más completa impunidad.

De lo anterior se deduce que la práctica de la tortura en Nafarroa y el conjunto de Euskal Herria ha sido una constante a lo largo de los 55 años analizados y que, si bien se ha dado con distinta intensidad según los momentos políticos vividos, ha afectado a todos los gobiernos habidos en esta época: franquismo, UCD, PSOE y PP. Así, tal como se señala en el Informe: “Nos encontramos ante una violencia negada, violencia no investigada y, en consecuencia, no sancionada”, que “ha generado en las víctimas un sentimiento de desconfianza hacia las instituciones y el sistema de justicia”.

Lo primero a destacar del Informe ahora presentado es que los años en los que se dieron más casos se ubican en los últimos años de la transición y primeros de la actual democracia (gobiernos UCD y PSOE). Esto refleja en buena medida que aquella época en la que se levantó el actual régimen constitucional, presentada como modélica y pacífica, fue acompañada, no solo de una fuerte represión en la calle, sino también de malos tratos y torturas generalizadas en las comisarías y cuartelillos. Algo que, por otro lado, concuerda con los datos recogidos en el Informe realizado por el IVAC para el Gobierno Vasco, que refleja igualmente que los años en los que fue mayor el número de personas maltratadas y torturadas fueron los de la Transición.

Resulta destacable también que las dos terceras partes (66,3%) del total de los casos de malos tratos y torturas habidas en Nafarroa, se dieron en personas que contaban con una edad que oscilaba entre los 18 y los 29 años, lo cual refleja claramente cuál ha sido el sector social, la juventud, que más ha sido objeto de persecución, castigo y tortura por parte de la policía y la guardia civil en el período de tiempo considerado.

Por último, el Informe destaca también las reiteradas veces en las que el Estado español ha sido sancionado tanto por el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas, como del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Más en concreto, cita las diez condenas hechas por este último Tribunal (5 de ellas, se refieren a casos navarros) por no investigar judicialmente las denuncias por torturas presentadas ante distintas instancias judiciales españolas (Audiencia Nacional..), incluidas las referidas a casos en los que ha reconocido en sus propias sentencias la existencia de tratos inhumanos y degradantes.

La red de personas torturadas de Navarra

Sin restar mérito alguno, sino todo lo contrario, al apoyo dado por el anterior Gobierno de Navarra y el actual[3]/ a las investigaciones realizadas por el IVAC, es evidente que la clave esencial de este logro se encuentra en la existencia y el trabajo realizado por la Red de Personas Torturadas de Navarra.

No podemos olvidar a estos efectos la importante oposición que el PSOE ha mantenido hasta la fecha (¿nos hallamos ahora ante un cambio de postura o ante un mero cortafuegos?) a la hora de posibilitar la investigación de las torturas en el Estado español. La razón tenía que ver, no solamente con las servidumbres derivadas de la política de reconciliación y el marco de impunidad sobre el cual se asentó la Transición, sino también con las responsabilidades propias de este partido, pues fue bajo sus gobiernos que se aprobaron los marcos legales que favorecieron estas prácticas, las políticas de “seguridad ciudadana” y “antiterroristas” que las propiciaron y, finalmente, la creación de instrumentos (GAL) que practicaron secuestros, torturas y asesinatos.

Así pues, el actual Informe no puede entenderse sin el largo y continuado trabajo desarrollado por lo que hoy es la Red de Personas Torturadas de Navarra. Trabajo que durante años ha ido tejiendo hilos por toda la geografía navarra (en distintos lugares como Iruñea, Altsasu, Etxarri, Leiza, Barañain…, fueron creados durante meses espacios de atención para quienes acudían allí a exponer sus casos) y que abarca hoy a más de 80 localidades navarras. Gracias a todo ello se ha podido elaborar una lista cercana a mil personas maltratadas y torturadas que ahora ha sido de extraordinaria utilidad para la elaboración del Informe realizado por el IVAC.

Este trabajo no se ha limitado, por otro lado, a la búsqueda de información y a la articulación de esta red, sino que también ha impulsado la creación de un equipo de atención y apoyo psicológico, pues no podemos olvidar que el exteriorizar las vivencias habidas durante su detención policial, suponía en muchos casos avivar unas heridas marcadas a perpetuidad por aquellas torturas realizadas en un marco de incomunicación, aislamiento e indefensión total.

Paralelo a lo anterior, se ha realizado también un importante trabajo de activación ciudadana (concentraciones y manifestaciones, reuniones con grupos sociales e institucionales, comunicación mediática…) con el fin de rescatar el tema de la tortura del olvido impuesto y situarlo en la agenda de todo tipo de grupos.

En la rueda de prensa realizada por la Red tras la presentación del Informe del IVAC sus portavoces concluyeron que

    la tortura ha sido una de las expresiones de violencia política ejercida por el Estado en nuestra tierra en sus distintos contextos políticos. Un fenómeno que solo pudo darse gracias a la ocultación y negación, en la que han tomado parte políticos, jueces y periodistas, además de la propias Fuerzas de Seguridad que cometieron estos actos.

Por último, dando continuidad al trabajo hecho hasta la fecha, en las próximas semanas, la Red va a impulsar la presentación de mociones referidas a este tema en decenas de ayuntamientos navarros, a fin de reclamar el compromiso de los mismos en la vía del reconocimiento y reparación reclamada. Igualmente, el Informe será presentado también próximamente en el Parlamento de Navarra a fin de solicitar de sus grupos un posicionamiento claro en relación a la realidad reflejada en el mismo.

Mirando hacia adelante

La realidad de esta tortura sistemática que ha llegado hasta nuestros días es algo que interpela hoy al conjunto de la ciudadanía. Ello es así porque no nos encontramos ante un asunto, conflicto o delito restringido al ámbito privado torturador-torturada, sino que afecta a los propios fundamentos –los derechos humanos, empezando por el de la integridad física- sobre los cuales se asienta nuestra sociedad. La mera posibilidad de que los centros de detención sean o puedan convertirse en cuevas de los horrores y no sean espacios en los que los derechos humanos más elementales sean estrictamente respetados (asistencia letrada y médica, respeto absoluto a la integridad física y psicológica, garantías para el cumplimiento de lo anterior…), es algo que, repetimos, emplaza a toda la ciudadanía, sus grupos sociales y políticos, y a todas sus instituciones sean éstas municipales, parlamentarias, gubernamentales o judiciales.

En esta dirección, aun cuando hay aún un amplio camino a recorrer por la vía de la justicia restaurativa referido a las medidas de reparación integral a adoptar en relación con las víctimas de los malos tratos y torturas, queremos hacer hincapié en este artículo en un par de aspectos íntimamente relacionados que nos parecen fundamentales: la búsqueda de la Verdad sin terrenos vedados y la apertura de las puertas de la Justicia para poder juzgar estos delitos.

a) La búsqueda de la Verdad: las Comisiones de Valoración reguladas en la ley.

            La exigencia de Verdad relativa a la práctica de torturas es algo que trasciende al reconocimiento público de su existencia. La cuantificación, personalización y el análisis de las mismas es algo de gran importancia, sí, pero difícilmente se podrán adoptar medidas encaminadas a asentar unas garantías de no repetición si, a la par, no se abren también vías que permitan la identificación y sanción de quienes las practicaron directamente y de aquellas otras personas que, sin mancharse directamente las manos, impulsaron desde sus superiores instancias policiales y políticas la comisión de estas prácticas.

En 1982, en plena “democracia”, antiguos miembros de la Brigada Político Social franquista (BPS), criadero de torturadores y criminales de todo tipo, dirigían nueve de las trece Jefaturas Superiores de Policía existentes en el Estado. Algo parecido sucedió con la Guardia Civil. Pues bien, visto esto, ¿quién puede asegurar que quienes practicaron de forma sistemática torturas durante los últimos diez, veinte o treinta años no se encuentran hoy mismo ostentando altos cargos en la actual Policía o Guardia Civil? Si nadie es identificado públicamente, ni tampoco sancionado, ¿cómo impedir que estos hechos vuelvan a repetirse y que la polilla de la impunidad que ha incubado durante décadas en cuartelillos y comisarías vuelva a reproducir nuevas larvas en cualquier momento?

Tanto en la CAV como en Nafarroa existen dos leyes (CAV: Ley 12/2016, de 28 de julio; Nafarroa: Ley Foral 16/2019, de 26 de marzo), denominadas de “violencia policial”, que contemplan la creación de Comisiones de Valoración para el reconocimiento de las denuncias presentadas ante ellas y la adopción de distintas medidas de reparación. De ellas, la de Nafarroa está prácticamente por estrenarse en su funcionamiento, pero se cuenta ya con la experiencia de lo realizado en la CAV.

Es obligado señalar en cualquier caso que ambas leyes no son las inicialmente aprobadas por los Parlamentos Vasco y de Nafarroa, ya que éstas fueron anuladas en su día por el Tribunal Constitucional (TC). La razón aducida por éste se centró básicamente en señalar que las funciones atribuidas a estas Comisiones de Valoración invadían el ámbito competencial propio de los tribunales de justicia. Tras esto, ambos parlamentos autonómicos tuvieron que reelaborar y recortar las leyes aprobadas a fin de retirar a éstas las competencias referidas a la indagación de los hechos denunciados, la asignación de responsabilidades individualizadas y la calificación como delictivas de las violaciones de derechos analizadas. Su ámbito de actuación quedó así reducido al marco de lo básicamente administrativo, centrado en el reconocimiento del dolor ocasionado en cada caso y la vulneración de derechos cometida, pero sin poder entrar en mayores investigaciones, concreciones y calificaciones.

En los dos primeros años de funcionamiento de la Comisión de Valoración de la CAV (2020-2022) solamente fueron propuestos por ésta 81 casos de vulneraciones de derechos humanos para su reconocimiento y reparación. Es claro, pues, que de mantenerse este ritmo serán necesarias varias décadas para poder atender a las mil solicitudes que aproximadamente han sido presentadas. Pues bien, ¿cuántas personas que padecieron torturas y han solicitado este reconocimiento y reparación habrán fallecido para cuando sus peticiones hayan podido ser atendidas? Es necesario por ello incrementar substancialmente los medios humanos y presupuestarios del Gobierno Vasco para atender a las necesidades reales planteadas. De lo contrario, el derecho al reconocimiento y la reparación para todas las víctimas quedará fuertemente recortado.

En este sentido, un miembro cualificado de esta Comisión, el catedrático de la Universidad del País Vasco (UPV) y ex director de Derechos Humanos en el Gobierno Vasco, Jon Mirena Landa, señalaba en un artículo publicado en el diario Berria:

    En estas leyes, de entrada, se ha rebajado el estándar de justicia: no habrá responsabilidades individuales, dejando de lado la justicia penal. Por lo tanto, desaparece de raíz el tratamiento igualitario y justo a las víctimas, puesto que solo se podrá proceder a la reparación y, la verdad, de modo parcial. Además, las leyes en Nafarroa y Euskadi, ya de por sí limitadas, están llenas de obstáculos Las zancadillas por el camino han sido incesantes…, la información para completar los expedientes no llega porque continúan ocultos, porque no se quieren sacar de las tinieblas… y no parece que se estén poniendo los recursos suficientes.

De todos modos, si bien son encomiables estas medidas adoptadas a nivel autonómico para abordar la violencia policial cometida las últimas décadas (contratación del IVAC, reconocimiento público a las víctimas, otorgamiento a éstas de las obligadas indemnizaciones…), no podemos olvidar que la responsabilidad principal en esta materia se sitúa en el ámbito de las instituciones y gobiernos estatales, pues fue su policía nacional y su guardia civil, que no la policía foral de Nafarroa ni su Gobierno, los responsables de estas prácticas (en caso de la CAV, sin embargo, la Ertzaintza,  también fue responsable de 336 de los 4.144 casos recogidos en el informe elaborado). Es por ello que los reconocimientos y reparaciones otorgadas en la CAV y Nafarroa no pueden ni deben actuar como cortina de humo que impida hacer ver las responsabilidades directas, primeras y principales de los gobiernos e instituciones estatales, aún por reconocerse.

b) El pleno acceso a la Justicia.

            Aunque resulto obvio decirlo, es preciso recordar que el sentimiento de justicia y su articulación a través de distintas instituciones y medios, es algo que ha atravesado todos los tiempos y todas las sociedades. Mucho más aún cuando se ha tratado de abordar las vulneraciones de los derechos básicos que deben sustentar la convivencia social, cual es el derecho a la integridad física de las personas, mucho más aún cuando aquellos son violentados por las propias instituciones encargadas de su garantía.

La exigencia de justicia, además, no puede confundirse con la práctica de la venganza, ni tampoco con el reforzamiento del punitivismo creciente que afecta a nuestro marco penal. Mucho más aún cuando vemos que la política penal y penitenciaria vigente en esta materia se basa precisamente en todo lo contrario: impunidad generalizada (Ley de Amnistía, no aplicación de la normativa internacional,…), obstáculos a su investigación (Ley de Secretos Oficiales, rechazo de las denuncias interpuestas…) y, finalmente,  trato indulgente y guante de seda para los escasísimos casos en los que ha habido alguna condena (GAL, indultos,…). Esto, evidentemente, debe acabar ya sin dilación alguna.

La apertura plena de los juzgados y tribunales a las denuncias de malos tratos y torturas policiales y beneméritas (también, por supuesto, a los practicados por la Ertzaintza), es una exigencia ineludible. Por eso, si bien es plausible que los gobiernos autonómicos encarguen informes similares a los realizados por el IVAC, lo que deberían hacer a continuación (estamos hablando del delito de torturas, considerado como crimen contra la humanidad), es iniciar acciones judiciales para que estas conductas sean sancionadas. Que estos gobiernos, tan preocupados por la seguridad ciudadana (manifestaciones, piquetes de huelga, desobediencia civil, delitos de “odio”,...), miren para otro lado y guarden sin más estos informes en los cajones y estanterías de sus Servicios de “derechos humanos”, sin activarlos ante los Juzgados, es algo que clama al cielo. Al igual que también es escandaloso que los jueces, fiscales y tribunales a los que corresponde juzgar esas graves vulneraciones de derechos humanos, se llamen andana y silben de costadillo tras conocer los informes mencionados.

En este sentido, la exigencia de justicia debería necesariamente plantearse al objeto de lograr la adopción de, entre otras, las siguientes medidas:

- La inhabilitación absoluta de esas personas para el ejercicio de cualquier cargo o actividad, tanto pública como privada, relacionada con lo anterior. Conviene a estos efectos hacer hincapié en que esta medida es socialmente de mucho mayor interés que esas otras condenas tras las que, después de permanecer el condenado en la cárcel cortos espacios de tiempo, vuelve a integrarse a su anterior puesto policial e, incluso, ascendido a cargos de mayor responsabilidad. Tal pena supone, además, la privación de todos los honores que pudiera tener el responsable del delito.

- Hacer recaer sobre los causantes de estos delitos y sus patrimonios, de forma directa y principal, cuantas responsabilidades económicas (indemnizaciones por perjuicios materiales y morales, reparación de daños,…) se deriven de los mismos. La necesaria responsabilidad subsidiaria o solidaria del Estado en relación con la actuación culpable de sus funcionarios no debe ser así razón para excusar al maltratador y torturador del abono de daños e indemnizaciones correspondientes.

- La aplicación, cuando proceda, de aquellas sanciones sustitutivas de las penas privativas de libertad, cuales son la imposición de multas, la realización de trabajos en beneficio de la comunidad, la sujeción a programas específicos de rehabilitación…, así como la prohibición para residir en determinados lugares…

- Y todo ello, evidentemente, sin excluir que en aquellos casos que por su gravedad o reincidencia revistan una importancia destacada, sean aplicables también las penas de prisión que correspondan. Gravedad que debe ser considerada, sobre todo, para con aquellos mandos policiales o autoridades públicas que hayan podido impulsar o consentir la práctica de estas vulneraciones a los derechos humanos más básicos.

Todo ello, evidentemente, servirá en buena medida para atajar en los medios policiales la práctica de malos tratos y torturas denunciada en los informes del IVAC, así como para acabar con la existencia de esos espacios opacos de impunidad y omertá de silencios y complicidades gremiales en los que se han convertido las comisarías policiales y los cuarteles beneméritos.

Iruñea, 15 de enero de 2023.

 

[1]/     Los datos a los que nos referimos en este artículo son los contenidos en el Resumen del Informe dado a conocer por el IVAC el pasado 9 de enero. El contenido completo de éste aún no ha sido publicado, si bien esto se realizará en las próximas semanas.

[2]/     El IVAC es un Instituto de investigación de la Universidad del País Vasco, de carácter interdepartamental vinculado a la Sociedad Internacional de Criminología, a su vez órgano consultivo de la ONU.

[3]/   El anterior Gobierno “cuatripartito” estuvo presidido por Uxue Barkos (Geroa Bai) y apoyado a su vez por EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra. El actual. presidido por María Chivite (PSN), cuenta también con la participación en el mismo de Geroa Bai y Podemos.





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