Desde la página Bits RojiVerdes traemos a ustedes este texto que deja más que clara la postura que debe adoptar la clase trabajadora con respecto a la entidad sionista.
Disfruten la lectura:
Israel no tiene derecho a existir
Juanlu GonzálezVa siendo hora de que un nuevo paradigma se vaya instalando en la opinión publica internacional. Si algún día la creación del Estado de Israel tuvo sentido, cuestión más que opinable, hoy ya perdió todos sus activos originarios y se acerca el día de solventar este error histórico y reparar el sufrimiento causado por la arbitraria, injusta e ilegal medida de la creación del régimen de Israel en tierras palestinas.
Los hechos que hoy damos todos y todas por consumados no pueden nublarnos el entendimiento y hacernos perder la capacidad de raciocinio. Israel no tiene derecho a existir, su existencia en sí misma es un peligro para la región y, si hacemos caso a reiterativos estudios demoscópicos internacionales, para toda la humanidad. La población mundial considera cada año —no sin motivo— a Israel como el segundo foco generador de inestabilidad en el planeta, tras su mentor, Estados Unidos.
Vayamos a la génesis del problema. La prensa, la literatura o el cine occidental tratan, con innegable éxito, de presentarnos la creación de Israel como la vuelta a casa de personas expulsadas de su tierra dos mil años antes. Con tal bombardeo desinformativo combinado durante tantísimos años desde una amalgama de medios masivos, buena parte de la opinión pública ha interiorizado —sin la interposición de ningún filtro intelectual— que tal dislate es posible. ¿Alguien en su sano juicio podría pensar que los judíos de la actualidad son descendientes de los que vivieron en Palestina hace dos mil años? La gente se mezcla, cambia de religión, de pareja, tiene hijos ilegítimos… ¿cómo puede pensar una persona cualquiera que tiene derechos de herencia sobre unas tierras en las que —supuestamente— sus antepasados vivieron hace 20 siglos, pisoteando los derechos de sus actuales habitantes? ¿En qué cabeza cabe? Pues bien, esa estupidez es una de las bases del régimen de Israel.
Pero aún hay más, la inmensa mayoría de los judíos (más del 80%) de la actualidad proceden del Cáucaso, no de Palestina. Se trata de los judíos ashkenazis, europeos provenientes de antiguas conversiones masivas sin relación alguna con “tierra santa”. Recientes estudios de genética de poblaciones han revelado esa desconexión. ¿Qué razón les asiste para arrogarse el derecho de robar tierras a sus legítimos habitantes? ¿las películas de Hollywood? No se me ocurre ninguna otra.
Es cierto que hay judíos semitas, pero son muy pocos y están absolutamente discriminados por el democrático régimen sionista. El término antisemitismo para aplicarlo a la hostilidad contra la totalidad del pueblo judío es una grave contradicción, sobre todo porque, si hay una comunidad semita en la región, no es otra que el pueblo palestino.
Podrían aducirse motivos religiosos, no étnicos. Pero aún así el disparate no hace sino aumentar. Es como si los fieles de la Iglesia de la Cienciología de todo el mundo reclaman dentro de cientos de años a Estados Unidos el estado de California para fundar un estado porque fue una de las cunas de su religión y decidan expulsar de allí a sus ciudadanos. Si admitimos ese tipo de argumentaciones para justificar la fundación del estado de Israel ¿por qué no admitimos las reivindicaciones islamistas sobre al Andalus? Pues eso… que sorprende la ligereza con la que se comulga tan tranquilamente con una rueda de molino de este calibre.
Desde el punto de vista religioso, Israel también es una aberración. No pocos rabinos ortodoxos defienden la literalidad de sus sagradas escrituras, que afirman que no podrá establecerse un estado judío en Palestina hasta la llegada del mesías. Para ellos el sionismo, el colonialismo hebreo moderno, es el peor enemigo de la religión judía.
Vayamos a temas solidarios y empáticos. Se supone que, los judíos de Centro Europa, tras el holocausto provocado por los nazis alemanes, necesitaban un nuevo hogar donde vivir y por eso se marcharon a Palestina. Pero… ¿los nazis no fueron derrotados? ¿por qué no pudieron quedarse en sus lugares de origen? Y, sobre todo, ¿qué tuvo que ver el pueblo palestino en el comportamiento de los nazis alemanes? ¿por qué no crearon Israel en un estado de Alemania? ¿por qué castigaron a los palestinos por los crímenes de los nazis? No tiene ningún sentido y, sobre todo, es una injusticia histórica enorme.
Pero también es una ilegalidad manifiesta. La ONU jamás tuvo entre sus competencias la creación de un país en contra de la voluntad de sus habitantes. El acto de creación de Israel fue y es nulo de pleno derecho, por mucho reconocimiento que adquiriera entre la comunidad internacional, sin duda impelido por las presiones diplomáticas de los gobiernos más fuertes del mundo o por las prebendas de la banca Rothschild, uno de los grandes financiadores del invento de estado desde la nada.
A pesar de todo lo que antecede, Israel se establece sobre suelo palestino hace casi 70 años. Como se atrevió a decir Golda Meir sin ruborizarse, el régimen sionista se edifica en “una tierra sin pueblo sobre un pueblo sin tierra”. Defendían que Palestina, sobre todo la parte regalada a los extranjeros llegados de todo el mundo, era poco menos que un erial, que estaba vacía. Durante años era uno de los falsos mitos en los que se basaba la épica judía.
No ha sido hasta fechas recientes cuando historiadores israelíes han demostrado que uno de los pecados originales del estado hebreo es que se constituyó sobre la limpieza étnica ejecutada por los grupos terroristas que constituyeron el protoejército israelí. Mediante técnicas que harían sonrojarse al Daesh, expulsaron a centenares de miles de personas que huían despavoridas ante los asesinatos en masa, atrocidades y crímenes contra la Humanidad cometidos por los pioneros del Tsahal. Tras ellos llegaron las excavadoras para borrar las pruebas.
Pero no quedó ahí la cosa. Cada día, desde el mismo momento de su artificiosa creación en 1948, Israel ha estado en guerra con los países limítrofes. Ha ocupado tierras de muchos de ellos y no ha cesado de expandirse más allá de sus fronteras originarias. Mientras sus líderes acusaban a los estados árabes de atentar contra su soberanía territorial, no paran de robar tierras palestinas, sirias o libanesas, ante la pasividad de la comunidad internacional. Es un país de fronteras desconocidas, un verdadero cáncer en la región que pretende expandirse hacia su periferia por la fuerza de las armas que les proporciona su, según se mire, aliado o títere, Estados Unidos.
El listado de atrocidades cometidas por Israel en sus 70 años de vida es infinito. Magnicidios, terrorismo de estado, crímenes de guerra y lesa humanidad, ejecuciones extrajudiciales, limpieza étnica, miles de niños asesinados, uso de armas químicas, utilización de munición de racimo contra población civil, tortura, detenciones de miles de personas sin cargos, castigos colectivos, violación sistemática de los derechos de la infancia…
Israel es un estado fallido que depende de la afluencia de dinero y colonos desde el exterior para mantenerse. Su subsistencia se basa en la aplicación permanente de un estado de apartheid contra buena parte de su propia población, los árabes israelíes. El racismo y la guerra están impresos en su ADN. No se trata de una situación coyuntural que depende de la filiación del gobierno de turno. Se trata del modelo en sí, no hay solución posible en el estado actual de las cosas.
El periodo de gracia de Israel ha expirado definitivamente y deja tras de sí un halo de muerte y destrucción. Es hora de cambiar de paradigma. Israel no tiene derecho a existir.
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