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domingo, 22 de abril de 2018

Entrevista a Lluís Llach

Por conducto de Naiz traemos a ustedes esta conversación entre Lluís Llach y Beñat Zaldua en la que se pone de manifiesto el compromiso del pueblo catalán para con su autodeterminación, misma que queda plasmada incluso en situaciones que podrían parecer triviales, como la celebración de un partido de futbol.

Nos gustaría resaltar que Llach, como hace Antonio Alvarez-Solís en su texto 1932, también menciona ciertas características muy particulares de lo que para los españoles significa ser español. Definitivamente el empuje por la autodeterminación del pueblo catalán en los últimos años ha terminado por poner sobre la mesa el tema eternamente evitado del nacionalismo que según los merolicos del régimen, no existe: el nacionalismo español.

Aquí la tienen:


Beñat Zaldua

En otra vida fue cantautor. De éxito. Pero los himnos que escribió, asegura, ya no son suyos. Es, en parte, la manera de tomar distancia respecto a la vigencia de canciones como “L’estaca”, que le dejan un regusto agridulce, entre el honor de poner música y letra a grandes anhelos colectivos y la frustración de no haber resuelto para las nuevas generaciones problemas que, considera, eran de su quinta. «Si estas canciones siguen siendo actuales es que seguimos teniendo los mismos problemas», apunta. Pero es otra canción, “Campanades a mort”, escrita al calor de los hechos del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz, la que le trajo a Iruñea a finales de marzo, de la mano de la plataforma Sanfermines 78 Gogoan, que proyectó en los Golem la película “Revolta permanent” en el marco del cuarenta aniversario de la muerte de Germán Rodríguez a disparos de la policía.

En Euskal Herria, el nombre de Lluís Llach (Girona, 1948) ha quedado irremediablemente ligado a esta primera vida de cantautor, pero en los últimos años ha tenido otras. Tras dejar los escenarios y fijar su residencia –o, al menos, la mitad de ella– en Senegal, se ha reconvertido en escritor, también de éxito, con títulos recomendables como “Memoria de unos ojos pintados” y “Las mujeres de la Principal”. Y en una tercera vida más breve, de apenas dos años, ha sido incluso diputado y una de las caras visibles de los independientes de Junts pel Sí en la pasada e intensa legislatura catalana. Será inevitable centrar la conversación en el momento catalán, si bien una entrevista publicada en 1981 por “Punto y Hora de Euskal Herria”, rescatada del olvido por el periodista y compañero Iñaki Vigor, ayudará a dar profundidad al contexto. Empezamos por ella.

Decía en 1981 que «si en Madrid son tan burros de querernos convertir a todos en independentistas acérrimos, supongo que nos convertiremos». 37 años después...

No soy la virgen de Lourdes, pero parece que alguna profecía acerté. Yo fui uno de los que, en el 78, pensó que había otro Estado español posible, basado en la convivencia entre los pueblos a través de la autodeterminación. Pronto se vio que no. La Constitución se escribió para ser reinterpretada cuando los militares se calmasen y la democracia se asentase; lo que ni muchos padres constitucionales ni algunos jóvenes que andábamos por allí nos imaginábamos es que en democracia la lectura iba a ser mucho más restrictiva. Es alucinante.

Más citas de aquella entrevista de 1981 con sabor actual: «Los políticos tienen el miedo metido hasta la médula, no ven otra salida que el freno y la marcha atrás». ¿Sigue vigente?

El miedo a la evolución, a replantearse y recuestionarse, es perenne en el Estado español. Son incapaces. A mí me recuerda lo que nos explicaban cuando éramos pequeños sobre la historia de Guzmán el Bueno, un señor castellano que estaba rodeado de moros terribles. Defendía el castillo solito, le secuestran al hijo y le dicen: ‘Si no te rindes, te matamos al hijo’. Y Guzmán el Bueno contestaba: ‘¡Matadlo con mi propio cuchillo!’». Un catalán nunca lo hubiese hecho, hubiese intentado negociar algo.

Esa mentalidad tiene secuestrado el Estado desde mucho antes que el franquismo, y no fue vencida en el 78. No es el problema solo de Rajoy o de cierta actitud política, es el Estado en sí mismo el que está secuestrado, podrido, pervertido. Cada vez que España necesita ensanchar horizontes, replantearse como proyecto de futuro, ese poder formado por funcionarios, abogados del estado y familias que a veces se remontan hasta 1492 se cierra de forma endogámica, se asusta. Antes utilizaban a un capitán general, un golpe de Estado o un rey idiota. Aunque esto último continúa, ahora querrían hacer lo mismo democráticamente, y no puede ser.

Hablemos de los catalanes. En la última etapa le ha tocado ver de cerca los entresijos de la relación entre la antigua Convergència y ERC, que en los últimos meses está dando de qué hablar. ¿Es tan grande la ojeriza que se tienen?

Hace unos meses que vivo en Senegal, por lo que ahora no estoy en los entresijos, precisamente; lo veo desde la distancia. Mi experiencia llega hasta este año pasado, y con Junts pel Sí, las relaciones entre ERC y Convergència, desde la diversidad, eran inmejorables. He de decir, de hecho, que una de mis utilidades y la de los doce independientes que formábamos parte del grupo parlamentario era facilitar esa relación. Y lo hicimos muy bien. Lo digo sin sonrojarme, porque cuando hemos desaparecido, se ha montado el cristo.

Lo que pasa ahora es que la situación es dificilísima. El PDeCAT está en plena transformación, ERC tenía la esperanza de tener mayoría y no la ha tenido, y la CUP, que a mí me parece de una gran coherencia, a veces, en el Parlament, confunde táctica con estrategia. Todo esto dificulta todavía más algo que ya es de por sí muy difícil. Y a pesar de todo esto, hemos llegado donde hemos llegado, y con todos esos defectos, estamos en el punto de mira de todas las cancillerías europeas, estamos poniendo el problema en la Unión Europea mal que les pese, porque les pesa muy mal. Y además, cada vez que el Estado nos da un manotazo, si nos permiten votar, aunque sea apaleados, ganamos.

Las respuestas a las ofertas de diálogo están siendo dos: la jurídica y la comunicativa. Y no sé cuál es peor, porque cuando ves las cabeceras madrileñas te preguntas dónde viven estos señores. En España me he encontrado gente de un progresismo alucinante, y estoy convencido de que no ha desaparecido, pero ahora piensa: un progre de Valladolid baja al quiosco y ¿qué compra? ¿“El Mundo”? ¿“ABC”? ¿“La Razón”? ¿“El País”? Dios mío. En Catalunya tenemos un problema, pero lo tenemos porque España tiene un problema. Si España hubiese sido un proyecto de futuro atractivo, Catalunya no hubiese necesitado llegar hasta donde ha llegado.

¿Qué significa el 1-O para Lluís Llach?

Es el día fundacional de la nueva República. Cuando todo esto pase, si Catalunya es un país libre, el 1 de octubre será una fecha fundacional de la República. Sin ninguna duda.

¿Qué pasó entre el 1 y el 27 de octubre?

Pues que la política es muy muy muy compleja y las presiones fueron muy grandes. Así, pobremente explicado, creo que cometimos muchos errores, pero hubo dos errores de apreciación que condicionaron nuestras propuestas, nuestro camino, y que al final han sido determinantes. Una, pensar que por medios democráticos conseguiríamos sentar en una mesa de negociación al Estado. En vez de eso, nos salió el rey Felipe con un discurso militarizado. Esto nos lleva al segundo error. Nosotros decíamos: los sentamos a negociar y entonces Europa puede ejercer su influencia. Pero cuando España no se sienta, Europa no ejerce su influencia. Hay que decir, además, que a Europa la cogemos en el momento de mayor perversión de todos sus valores.

Así que aquí estamos. Lo que pasa es que lo nuestro no es un problema de cuatro políticos, sino de base. Nadie que ha votado independentista, que yo sepa, ha decidido no votar más. Al revés, se van juntando más porque están hartos, porque ven que no es un problema de independencia, sino de democracia. ¿Qué ocurre entonces? Que podemos persistir, y al persistir estamos creando problemas que empiezan a hacer mover parámetros que hace unos meses no se movían. Esto que está pasando en Alemania, yo no sé si lo cogieron por sorpresa o no, pero hace unas semanas yo les hubiese aconsejado: ‘Oye, la próxima jugada la hacéis en Alemania, porque es el país definitivo. Las opiniones públicas de Bélgica, de Holanda, de Dinamarca, de Alemania, de Suiza... van tomando conciencia. Y sí, los Estados siempre quieren mantener el estatus quo, para lo cual se protegen entre ellos, es verdad, pero también hay una cosa que temen mucho: la opinión pública de sus respectivos países. Así que por aquí, a base de paciencia, de trabajar mucho y de sufrir también mucho, quizá consigamos algo parecido a lo que queríamos.

Es usted optimista, por tanto, a medio-largo plazo.

Veremos eso de los plazos. En parámetros de política normal y corriente, diría que sí, que se necesita un tiempo, algunos años, aunque no muchos... pero es que puede pasar algo, y no solo en Catalunya, también en España, donde algún día podría emerger la población democrática flotante que debe estar en algún sitio. Dicho esto, es verdad que, siendo realistas, los pronósticos son terroríficos, porque si alguien piensa que Ciudadanos es una sustitución progresista del PP, comete un error dantesco. Ciudadanos es aún peor, porque es un fascismo o un neofranquismo renovado, joven, con un lenguaje mucho más peligroso y con mucho más veneno. No sé por qué, eso que lo diga un psicólogo.

Tienen a 29 altos cargos procesados, nueve encarcelados, siete exiliados, los CDR en el punto de mira, alcaldes imputados y un largo etc. ¿Se esperaba Catalunya esta magnitud represiva? ¿Cómo le hace frente?

Tanto no se esperaba, pero creo que la respuesta es ejemplar. La gente aguanta y resiste, y además no se amedrenta. Mientras las abuelas estén en primera fila de las manifestaciones, con la permanente hecha, la continuidad de este proyecto ilusionante se mantiene. La diferencia es que ahora conocemos las dificultades, y es algo que ni nosotros ni nuestro adversario no sabe apreciar: lo que hacemos ahora lo hacemos sabiendo qué es el miedo, qué es el dolor. Ahora sabemos el camino de espinas que tenemos delante, pero seguimos. Esto es muy importante.

¿Existe el riesgo de que los caminos de los CDR y la ANC se alejen demasiado?

No, creo que existe suficiente inteligencia para que cada cual, sin dejar de hacer su papel, aporte cierta coordinación. Creo que, contra lo que se cree, ni a nivel de partidos políticos, ni a nivel de entidades, debe ganar una opción. Yo, cuando veo las opciones políticas de la CUP, de Esquerra y de Junts per Catalunya digo: ‘¡Hostia, las tres son buenas!’. Que cada cual haga su discurso, pero en el marco de un acuerdo. El problema es que existe la tendencia a querer imponer una de las opciones, y el país no funciona así. Desde hace tiempo.

Además, hay que recordar que sobre las entidades ha pasado un tsunami. Los presidentes de la ANC y de Òmnium fueron encarcelados. Cuixart es alguien muy querido, y Sànchez es una cabeza pensante en política. Tendrá que pasar cierto tiempo hasta que la ANC se reajuste y vuelva a ser el gran instrumento que ha sido, pero sin duda lo volverá a ser.

Socialmente, Catalunya sí que parece dividida en dos mitades en cuanto al deseo de independencia se refiere, algo que el españolismo aprovecha para apelar a una supuesta convivencia irrespirable. ¿Cómo se combaten estas campañas?

Es importante dejar claro que hay catalanes que se sienten muy catalanes, y que hay catalanes que se sienten muy españoles. A pesar de que no se ha dado ni un solo motivo para ello, creo que muchos de estos últimos aún piensan que el éxito de Catalunya como República supone el menoscabo de su derecho a sentirse españoles. Y eso es un gran error. De hecho, creo que podrán realizar su españolidad, y todo aquello que represente, mucho mejor en Catalunya que en España, porque entonces lo harán en un marco de libertad y sin condicionamientos.

Acabemos, de nuevo, mirando al presente a través de aquella entrevista de 1981. Decía que «en Madrid, el caso vasco les da rabia, y el caso catalán les da miedo. Lo que les da rabia del caso vasco es, por ejemplo, ETA y el apoyo popular que se supone tras ella, pero el nacionalismo vasco no le da tanto miedo». ¿Le suena?

Lo sigo manteniendo.

¿Se esperaba más del País Vasco?

No, para nada, estamos muy agradecidos. Las manifestaciones que vimos en otoño fueron para emocionarse de verdad. No se puede esperar más.

¿Institucionalmente tampoco?

Bueno, es evidente que a un independentista le gustaría que hubiese partidos que fuesen más independentistas, pero lo que está pasando con los presupuestos a nosotros nos ayuda profundamente. Creo que las historias de estos dos países son tan distintas, antes y ahora, que la comparación de la evolución de los dos países no se puede establecer, no hay manera, cada cual hace su camino. Eso sí, os tenéis que empezar a preocupar, porque sois los siguientes, sin ninguna duda, sobre todo con una opción como Ciudadanos encima de la mesa. Vais a ‘recibir’ mucho.







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