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sábado, 17 de noviembre de 2018

La "Otra" Nafarroa

Tanto a franquistas como a jacobinos les enerva que los vascos le recuerden al mundo que Nafarroa, la entidad histórico y política que da cimiento al derecho a la autodeterminación de Euskal Herria, hoy en día se encuentra dividida entre las dos potencias ocupantes.

Mientras que la mayor porción de su territorio - conocida como Nafarroa Garaia - se encuentra en territorio peninsular al sur de los Pirineos la contundente realidad geográfica es que al norte de la cordillera se encuentra otra porción conocida como Nafarroa Beherea o Behe-Nafarroa.

Aquí información adicional por conducto de Naiz:


La importancia de Nafarroa Beherea y su huella fundamental en la historia del Reino navarro son los ejes principales de la exposición ‘Baja Navarra, un territorio singular’, que hasta el 13 de enero se puede visitar en el Archivo General de Nafarroa. Una serie de documentos y mapas recogen cómo se forjaron los vínculos de los navarros de ambos lados del Pirineo.

Pello Guerra

En el siglo XII, el territorio de Nafarroa Beherea se encontraba en la órbita de la Corona inglesa en virtud del matrimonio de Enrique II de Plantagenet con Leonor de Aquitania. Se trataba de un espacio con un gran valor estratégico debido a su situación entre Francia, Inglaterra, Bearne y Nafarroa, y por donde circulaban mercancías, peregrinos e ideas desde el interior del continente hacia la península y viceversa.

Los reyes franceses estaban interesados en hacerse con ese territorio e Inglaterra quedaba lejos, así que finalmente los señores del lugar fueron estrechando lazos con la Corona navarra, mucho más próxima y que podía defender de una manera más efectiva sus intereses.

Así, la muerte del rey inglés Enrique II de Inglaterra en 1189 coincidió con la primera mención documentada de la presencia de la soberanía navarra en la zona. Ese año, el rey Sancho VI el Sabio nombraba a Martín Ttipia como tenente de Rocabruna.

La inestabilidad que iba a caracterizar al trono inglés a partir de ese momento, con Ricardo Corazón de León en las Cruzadas y posteriormente secuestrado, y los intentos franceses por hacerse con el territorio, empujaron a muchos nobles a jurar fidelidad al rey navarro a cambio de protección.

Esas circunstancias iban a resultar especialmente interesantes para la monarquía navarra, sobre todo a partir de 1200. La pérdida del Duranguesado, Gipuzkoa y Araba a raíz de la conquista castellana y las dificultades para expandirse por la península a causa del predominio de Castilla y Aragón hicieron que Iruñea se girara hacia el norte para extender su influencia.

Entonces recurrieron a la fórmula del vasallaje, nobles como el vizconde de Tartas, señor de las tierras de Mixa y Ostabares, y el señor de Agramont, cabeza de uno de los linajes que más iba a influir en el devenir del reino navarro en las siguientes centurias.

Muchos de esos nobles terminaron encontrando su modo de subsistencia en el servicio armado al rey de Nafarroa y con el paso del tiempo fueron copando los principales puestos de la Administración, como sería el caso de los Jaso, la familia de San Francisco de Xabier.

Ese proceso llegó al extremo de que los linajes más importantes terminaron copando la nómina de los ricos hombres del reino, lo que facilitó que sus rencillas afectaran al conjunto del territorio, con el choque entre agramonteses y luxetinos, posteriormente beaumonteses, como máxima expresión de esa rivalidad. Entre esos linajes destacados de Nafarroa Beherea figuraban, además de los Luxa y Agramont, los Lacarra, Beorlegi, Baigorri-Echauz, Garro, Domezain o Ezpeleta.

A comienzos del siglo XIV se completó la estructura administrativa de Nafarroa Beherea, con la Cámara de Comptos supervisando las cuentas del territorio. En concreto, se organizó en tres circunscripciones administrativas: la castellanía de Donibane Garazi, la bailía de Mixa-Ostabares y la plaza fuerte de Labastida Clarenza.

Por entonces, el territorio era conocido como Tierra de Ultrapuertos, Tierra de Bascos o incluso Merindad de Ultrapuertos, a pesar de que no contaba con un merino.

La conquista de Nafarroa de 1512 supuso una convulsión para esta situación. Nafarroa Beherea también fue ocupada por las tropas españolas, pero, tras un dominio muy inestable del territorio, Carlos V terminó abandonándolo en 1530, lo que permitió que fuera recuperado por Enrique de Albret, heredero de Juan y Catalina de Foix, los monarcas que habían perdido la Alta Nafarroa.

Enrique II de Nafarroa dotó al territorio de nuevas instituciones, como Estados Generales, casa del rey, tribunal de justicia, órganos de decisión, administración y finanzas.

Esa Nafarroa al norte de los Pirineos se mantuvo independiente hasta que en 1620, el reino fue incorporado a la Corona francesa por Luis XIII, sucesor de Enrique III de Nafarroa y IV de Francia.

Los monarcas galos se siguieron titulando también soberanos de Nafarroa hasta Luis XVI, el rey que terminaría siendo guillotinado en el marco de la Revolución francesa. Precisamente el fin de la monarquía supuso que Nafarroa Beherea dejara de ser un reino y se convirtiera en una parte más del territorio francés gobernado por la República.

A pesar de que su destino había quedado separado en 1530 después de cerca de 400 años de historia común, los vínculos entre navarros de un lado y otro del Pirineo se han mantenido vivos y se han potenciado en los últimos años.

Una inercia que queda en evidencia con esta exposición, que cuenta con información en castellano, euskara e inglés y que se puede visitar en el Archivo General de Nafarroa hasta el 13 de enero todos los días en horario de 10.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00 horas. Incluso se puede reservar una visita guiada en el número 848424667.






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