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jueves, 9 de julio de 2009

Metrópolis, Colonia y Represión

En este artículo de Gara se detalla el estado de sitio en contra del pueblo uigur por parte de las fuerzas represivas chinas. Lo que sucede en Turquestán Oriental debe ser dado a conocer pues es un reflejo de lo que sucede cada vez que una nación demanda su autodeterminación ante la metrópolis colonialista:

El Ejército chino aísla a los uigures en sus guettos y Hu Jintao regresa de urgencia

La mitad sur de la ciudad de Urumqi quedó totalmente aislada tras el impresionante despliegue militar y policial ordenado por Beijing, lo que no impidió que grupos de colonos chinos (de la etnia han) prosiguieran su «caza al uigur». En un hecho sin precedentes y que da pie a elucubrar sobre el verdadero alcance de la crisis, Hu Jintao regresó de urgencia de Italia, donde se hallaba en viaje oficial y en vísperas de su prevista participación en la cumbre del G8.

GARA | URUMQI

El Ejército y la Policía tomaron literalmente la ciudad de Urumqi en medio de una crisis que obligó al presidente chino, Hu Jintao, a volver de urgencia de Italia, donde se hallaba en visita oficial, y excusar su ausencia en la cumbre del G8.

«Es un hecho sin precedentes que revela la inquietud existente en Beijing», aseguró Jean-Pierre Cabestan, de la Hong Kong Baptist University, en referencia al regreso anticipado de Hu, quien ha suspendido, asimismo, su viaje a Portugal previsto para finales de semana.

El experto sinólogo justificó, además, esta decisión en el hecho de que corresponde a Hu tomar las importantes decisiones en una situación de urgencia, tanto en el plano militar-policial como en el seno del comité permanente del Buró del Partido Comunista Chino.

Como muestra de esa emergencia, el Gobierno de Beijing ha enviado en las últimas horas a decenas de miles de soldados y policías en un despliegue impresionante. Armados con fusiles automáticos y con cortas bayonetas caladas, tomaron posi- ciones en el corazón de esta ciudad de más de 2 millones de habitantes. Sus movimientos iban encaminados a separar físicamente a la comunidad uigur, oriunda de aquellas tierras.

Convoyes de camiones militares circulaban ayer por las calles de Urumqi lanzando mensajes de tranquilidad a la población: «¡Proteged al pueblo, preservad la estabilidad!». Helicópteros sobrevolaban la ciudad.

Las tropas cerraron los accesos a los barrios de mayoría iugur ante la mirada torva, cuando no hostil, de sus habitantes y entre aplausos de miembros de la etnia han (colonos chinos).

Grupos pertenecientes a esta última etnia, armados con palos y con lo que tenían a mano, se lanzaron la noche anterior al asalto de algunos barrios uigures. «La noche anterior, alrededor de 300 han han cruzado el cordón de seguridad y han atacado casas y un restaurante». denunciaba Akbar, un joven uigur de 20 años de edad.

Apaleamientos en plena calle

Pese -o precisamente gracias- al gran despliegue militar-policial, las calles de la ciudad eran escenario de incidentes.

En dos de ellos, de los que fueron testigos periodistas de France Presse, grupos de colonos chinos apedreaban y daban patadas y bastonazos a varios uigures que eran arrastrados por el suelo entre invectivas e insultos hasta la llegada al lugar de policías chinos, que se limitaron a dispersar a los atacantes sin proceder a detenerlos.

«El odio ha estallado. El futuro no es nada halagüeño», señalaba resignado Ali, un uigur que aseguraba tener verdadero pánico por volver a su casa y que pasó la noche en la fábrica.

No es para menos. Varias informaciones daban cuenta de redadas policiales masivas contra la comunidad uigur durante la noche anterior.

Protesta uigur

Víctimas por partida doble de la venganza de los han y de la represión policial, cientos de jóvenes uigures desafiaron el toque de queda y, armados con palos, protestaron contra los ataques que sufre su comunidad.

El alcalde de Urumqi, Jerla Isamudin, aseguró en una intervención televisada durante la tarde de ayer que «todo está bajo control». «Bajo la atenta dirección del comité regional del Paritod y del Gobierno, la situación está bajo control», señaló.

Por su parte, el máximo responsable del PCCH de Urumqi, Li Zhi, hizo un llamamiento a la población a la calma y se refirió especialmente a los han.

Eso sí, Li advirtió de que toda persona que sea hallada culpable de alguna muerte será condenada a la pena capital.

Ya tiene por dónde empezar, si se dan por buenas las denuncias del Congreso Uigur en el exilio, que ha denunciado que sólo entre los miembros de su comunidad han contabilizado alrededor de 400 muertos por la represión de una protesta pacífica el pasado domingo.

Según el balance oficial, la grave crisis en este territorio en el noroeste de China se ha saldado con 156 muertos.

Turquía

La prensa turca denunció la masacre policial contra los uigures, cuya situación comparó con la del pueblo palestino. Ello obligó al primer ministro, Erdogan, a romper su silencio y hablar de «atrocidades» para exhortar a Beijing al respeto de los derechos humanos de «nuestros sufridos hermanos uigures».

Una línea de demarcación étnica en medio del mito de la sociedad armoniosa

A la línea de fractura cultural entre uigures y han se suma desde ayer la fractura espacial instaurada por el Ejército que corta en dos la ciudad a la altura de la Avenida del Pueblo, la gran arteria que cruza Urumqi de este a oeste. La barriada uigur queda al sur de esta línea de separación.

La incomprensión es total entre los uigures, la principal comunidad musulmana y turcomana de Xinjiang (Turquestán Oriental), y los han, etnia mayoritaria en China (91,5% de sus 1.300 millones de habitantes).

Xinjiang (Nuevos Territorios, en chino) cuenta con 20 millones de habitantes de 47 etnias distintas. Los han han pasado a ser del 6% al 40% de la población desde la política de desarrollo y sinización impuesta por Beijing en los noventa y son hoy mayoría en Urumqi.

La propaganda china no cesa de identificar a los uigures con el «terrorismo» en un intento de debilitar su lucha por la independencia del Turquestán Oriental. Ello alimenta la suspicacia de los colonos chinos, que insisten en exigir seguridad y no ocultan su desprecio por sus vecinos musulmanes. «Urumqi se parece cada vez más a Bagdad», señalaba ayer Chen Xiping, un han de 32 años.

Como ocurre siempre, los colonos aseguran que son falsas las denuncias de discriminación que sufren los uigures. «En China existe libertad religiosa y cultural. Ellos son tan libres como nosotros», asegura Run, en un discurso que destila, bien que sibilinamente, mentalidad colonial.

Esta última crisis supone un serio revés para la política de la «sociedad armoniosa», concepto confuciano que lanzó en 2004 Hu Jintao en pleno debilitamiento del igualitarismo socialista de la era maoísta.

Justo es reconocer que la armonía se antoja un desafío gigantesco en un país superpoblado y mosaico en el que conviven -o en algunos casos malviven- 56 etnias distintas, sometido además a un proceso vertiginoso de crecimiento económico, lo que lleva aparejada una creciente desigualdad.

Los institutos de investigación registran cada mes en China 24.000 «incidentes masivos», en los que participa más de un millar de personas, en protestas contra expropiaciones de terrenos o contra la corrupción local.

La brecha de la riqueza se expande entre los han, que en general viven en zonas enriquecidas, y las minorías étnicas, confinadas las más de las veces en poco más que guettos.

No sólo se ha registrado una crisis en el proceso de homologación, bajo la consideración de que todos los grupos étnicos serían chinos, impulsada por Mao y su concepción identitaria a partir de la lucha de clases.

También parece haber entrado en crisis la política maoísta de discriminación positiva de las minorías instaurada tras los excesos de la Revolución Cultural.


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