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sábado, 20 de octubre de 2018

Entrevista a Brian Currin

Les compartimos esta entrevista que Brian Currin ha concedido a Deia tras clausurar los trabajos del Grupo Internacional de Contacto:


Antes de despedirse de Euskadi tras dar por cerrado el Grupo Internacional de Contacto, el abogado sudafricano repasa la evolución del final de la violencia de ETA

Arantzazu Zabaleta

- ¿Cómo se involucró en la situación de Euskal Herria?

-En el año 2003 o 2004 se acercaron a mí los líderes de Batasuna. Entonces yo estaba trabajando en Irlanda del Norte y el Sinn Féin les sugirió que hablaran conmigo. Su objetivo entonces era arrancar un proceso que acabara con la liberación de los presos.

¿Y cuál fue su primera impresión sobre la situación de Euskal Herria?

-Supe que había un serio conflicto, pero también estaba convencido ya entonces de que Batasuna buscaba un proceso de paz. También sabía que anteriormente Madrid había entablado conversaciones con Batasuna y ETA en distintos momentos y me parecía completamente legítimo: proceso de paz y liberación de presos van de la mano, siempre lo hacen. En todos los procesos del mundo son una cuestión sobre la mesa. Vi la situación y estuve conforme con intentar hacer una contribución en esa cuestión.

Sus primeras declaraciones sobre Euskadi fueron un llamamiento a generar confianza. ¿Fue el inicio de un proceso de paz?

-Ya había habido diálogo entre ETA y Madrid, mi papel no estaba en ese nivel, sino en tratar de generar confianza aquí. Pero en ese momento no estaba previsto que yo jugaría el papel que he jugado finalmente, sino que trabajara discretamente en torno a posibles mecanismos que pudieran ser parte de un acuerdo final que trataría también el asunto de los presos.

A finales de 2006 detonaron las bombas en Barajas. ¿Qué significó para el proceso?

-Fue un momento determinante para Madrid. Hasta entonces, Madrid había participado, había mantenido conversaciones y lo hizo también poco después. Pero obviamente tuvo un impacto enorme en Zapatero y en su confianza en las conversaciones con ETA y Batasuna. Era evidente que no confiaría más en ETA. Desde entonces no hubo más implicación por parte de Madrid, solo una mínima en 2011 en la declaración de ETA.

En todo este proceso ha seguido de cerca a la izquierda abertzale. ¿En qué momento les ve conscientes de cambiar de estrategia?

-La forma en que lo vi entonces, y creo que es correcta, es que la mayor parte de la dirección de la izquierda abertzale estaba situada dentro de ETA, no dentro de Batasuna. Y mi postura era que el liderazgo político debe estar en la rama política, porque son ellos los que están asumiendo compromisos, los que negocian, los que viven en Euskal Herria, los que se enfrentan a su militancia y votantes, los que están en contacto con la realidad de base. Era necesario un cambio. Fue una discusión interna y estratégica que tenía que pasar entre Batasuna y ETA y entre 2006 y 2008 ese poder de tomar decisiones políticas pasó a Batasuna. Una vez que pasó eso, fue mucho más fácil... Además, por esa misma época, Batasuna entendió que con su proyecto no estaba consiguiendo y no conseguiría el resultado deseado, el derecho a decidir. Necesitaba cambiar de estrategia, hacer las cosas de forma diferente.

¿Ese cambio de estrategia fue definitivo para retomar o empezar de nuevo el proceso de paz?

-Sí, eso fue el principio de dónde estamos ahora. Pero las consultas entre Otegi y ETA para dar forma a esa nueva estrategia y donde se acordó la necesidad de que ETA acabara con la violencia acabaron con el encarcelamiento de Otegi y sus colegas. Creo que fue una tragedia.

¿Fue un momento difícil para el proceso?

-Lo fue, fue un momento muy difícil. Estaban tratando de convencer a las bases de que tenían que dar un paso adelante y cambiar de estrategia. Todo el mundo sabe que Otegi y sus compañeros estaban discutiendo sobre eso.

Para gran parte de la sociedad ETA acabó con ese alto el fuego de 2011 y parece que hasta 2017 apenas pasó nada. ¿Qué hicieron esos años?

-Tuvo lugar la legalización de Sortu, que no fue una concesión, sino un derecho, y Bildu estaba ya participando en el proceso político, estaba en el sistema. Pero seguían pendientes el desarme, la disolución y el asunto de los presos. Gran parte de ese tiempo se dedicó a intentar buscar maneras para lograr que Madrid se involucrara en este tema. También queríamos que se implicara en el decomiso de las armas, porque no sabíamos cómo hacerlo. Si no, ¿qué haríamos con las armas? ¿Dejarlas en cualquier sitio? El hecho de que hubiera todavía armas y que ETA siguiera existiendo estaba ralentizando el proceso y se culpaba a ETA y a la izquierda abertzale por no ser tajantes en ese punto. Obviamente, decidieron que necesitábamos completar el proceso.

Sin la participación del gobierno.

-Sí. Llevó bastante tiempo llegar a ese punto en el que pudieran dar ese último movimiento sin nada a cambio. Cuando estuve aquí en mayo por la disolución de ETA se planteó qué hacía falta para que se pudiera avanzar en el tema de los presos. Lo que hacía falta era un cambio en el Gobierno en Madrid. Nadie pensaba entonces que Sánchez iba a ser presidente en pocas semanas y ahora hay partidos que podrían respaldar medidas para, al menos, empezar a acercar a los presos a Euskal Herria. El espacio está creado, hay conversaciones y un debate que antes no había. Y cuando hay conversaciones y las personas hablan unas con otras surgen nuevas oportunidades, uno siempre ve eso en un proceso de paz. Ahí estamos.

¿Ha cambiado la actitud de los partidos con ustedes en estos años?

-Cuando llegué me tomaron por alguien a quien había puesto aquí Batasuna. Empezamos a movernos y logramos construir una buena relación con el PNV, con Ortuzar, con Urkullu. También creamos una buena relación con Eguiguren. No hubo algo parecido a una relación con el Partido Socialista hasta los últimos meses, pero empezaron a hablar con nosotros. El PP nada. Otros partidos como Podemos, sindicatos, movimientos sociales... Todos hablaron con nosotros. Así conseguimos información de tantas fuentes que logramos una amplia visión de la realidad. Eso nos ayudó, el compartir diferentes perspectivas y contrastarlas con la realidad.

¿Cree que esto ha sido técnicamente un proceso de paz?

-Depende de cómo se define un proceso de paz. Es un proceso único, por su naturaleza unilateral. Y por la implicación de la sociedad civil y menor implicación de los gobiernos. Quiero aclarar que no digo que el Gobierno vasco no haya hecho nada. Cuando Ibarretxe era lehendakari ciertamente se implicó con nosotros. Luego no hubo nada hasta que llegó Urkullu: desde entonces ha participado activamente en el proceso, aunque no siempre estuviéramos de acuerdo.








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