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miércoles, 6 de noviembre de 2019

Salda Badago | Feminismo Radical

Continuamos dando cobertura a Salda Badago, el encuentro de los feminismos llevado a cabo en Durango por medio de este texto publicado por El Salto:


El movimiento feminista autónomo de Euskal Herria tiene una gran certeza: “Tenemos que evitar ser instrumentalizadas por el sistema”. Un feminismo anticapitalista y antirracista son los ejes que han obtenido el consenso de las 3.000 mujeres que han participado en este encuentro histórico.

Gessamí Forner

Hay temas de debate (prostitución, autodefensa, maternidad), pero si los decibelios y fruición de los aplausos pueden usarse como medidor de consensos en el movimiento feminista autónomo de Euskal Herria, el más relevante es este: “Debemos evitar ser instrumentalizadas por el sistema. Hay que estar atentas y seguir tejiendo un discurso subversivo desde los márgenes”, resumió Josebe Martínez, de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia, en la mesa que llevaba por título Observando las entrañas del movimiento feminista.

El movimiento feminista se reunió durante el puente del primero de noviembre en Durango. Tres mil mujeres acudieron a la cita cargadas de mochilas, esterillas, ilusiones y expectativas. El encuentro de Euskal Herria se celebra aproximadamente cada diez años desde 1977 y establece la agenda política para la próxima década. También sirve como sondeo y aproximación en colectivos de otras latitudes, dado que se celebra antes que el de Catalunya y el estatal.

Durante las tres jornadas de trabajo se habló largo y tendido sobre feminismo, anticapitalismo y antirracismo. Feminismo, anticapitalismo y antirracismo. Todo tiene que ir junto. De lo contrario, viraría al “feminismo simpático, el de la igualdad y el del yo”, señalaba Amaia Zufia, del Bilgune Feminista. “Nosotras no somos eso y ese es el reto: seguir siendo las revolucionarias. Nuestro feminismo no es espectáculo ni producto de consumo”.

Pero a pesar de la supuesta imbricación entre las tres luchas, el primer día destacó por la interpelación de las feministas racializadas a las blancas y por la agresión racista a ponentes por parte de varias asistentes, “tanto verbal como invadiendo su espacio y cuerpo”, señala el comunicado de la organización. Esa misma noche, la del viernes, hubo otra agresión a varias mujeres en el parking de furgonetas. En este caso, la agresión fue sexista. Para ambos casos la organización activó el protocolo interno de agresiones y redactó sendos comunicados de apoyo que leyeron públicamente antes de dar comienzo a las jornadas de trabajo.

En el encuentro tuvieron la palabra las baserritarras, las trabajadoras del hogar, las pensionistas, las trans, las bolleras, las feministas de Hegoalde y las de Iparralde, las racializadas, las marxistas, las libertarias y las abertzales, las jóvenes y las históricas, pero hubo una ausencia susurrada por la generación del medio: la maternidad. En la mesa de Cuerpos y sexualidades no hubo una ponencia sobre violencia obstétrica y el taller Café para madres fue organizado un día antes. ¿Qué le pasa al feminismo con la maternidad? “La maternidad nos quita puntos en el carné de feminista”, exclamó una mujer con hijos pequeños en el Café para madres. “¡Pero si la maternidad es una elección personal!”, adujo una feminista mayor durante la micro asamblea que puso fin a las jornadas. “¿Pero lo personal no era político?”, le respondió una mujer racializada.

La diversidad es la palabra que quizá más se ha repetido durante las jornadas. El último día, la portavoz de EHko Emakumeen Mundu Martxa, Itziar Gandarias, se atrevió a nombrarla desde la sinceridad: “Somos diversas y la gestión de la diversidad es muy compleja porque genera tensiones”. Esa tensión fue quizá la que planeó en la sala cuando desde el Bilgune insistieron en que este año no hay que llamar a la huelga el próximo 8M. “Ya estamos cansadas de huelgas y, además, en enero habrá una huelga general en Euskal Herria con motivo de la Carta de los Derechos”, indicaron. La Coordinadora del 8M aún no ha tomado una decisión y los colectivos siguen reflexionado sobre qué formato de protesta resultaría más conveniente en 2020.

Diversidad

La diversidad cruzó tanto la mesa de Decolonialidad como la de Cuerpos y sexualidades. Mientras las feministas racializadas se centraron en la necesidad de espacios no mixtos donde construir su propio discurso y que este sea respetado por las blancas, las feministas trans hicieron un llamamiento a “dejar de poner el foco en los genitales y que los espacios feministas sean más inclusivos y seguros con todas las mujeres. Todas, sin asterisco”. Consideran que el asterisco “recalca que hay mujeres y otras mujeres. Basta con escribir la palabra mujeres y que pensemos que hay mujeres y mujeres alineadas con ser mujer”, insistieron Katrina Guiérrez y Bryn Hounsell, del colectivo Ozen.

La mesa terminó con un turno de preguntas muy emotivo en el que hubo un empático cruce de intervenciones entre una de las ponentes, mujer trans, y una de las asistentes, una persona transgénero masculina feminista. “A ti no te dejan entrar y a mí me quieren echar, cuando el movimiento feminista debería ser la casa de todos los cuerpos violentados por el patriarcado”, resumió la asistente sobre la transfobia y la transmisoginia. “El género es un pifostio”, añadió desde la mesa Bryn Hounsell, arrancando una cariñosa carcajada del público.

Otro de los temas que se esperaban calientes era la prostitución. El movimiento abolicionista de Euskal Herria organizó un taller, pero no fue ese taller el que concitó expectativas, sino el debate sobre prostitución moderado por la periodista Maite Asensio, del periódico Berria. En la conversación destacaron la exposición de ideas desde el respeto, tanto por parte de las abolicionistas como, por ejemplo, las posturas de Medeak y Feministalde. Ambos colectivos se mostraron críticos con el abolicionismo y el regulacionismo, y situaron el debate en la necesidad de “ser capaces de identificar acuerdos y abordar la prostitución desde una perspectiva histórica y siendo conscientes de que es un fenómeno complejo”.

El momento más tenso de la mesa Construyendo vidas libres de violencia llegó con la autodefensa. El colectivo Farrukas es el que organizó en Iruñea las manifestaciones nocturnas con antorchas para denunciar las agresiones sexistas ocurridas en espacios festivos. ¿Por qué esa liturgia de vestirse de negro y salir de noche con antorchas? “Porque queremos que los tíos sientan miedo”. Fueron claras, fueron incisivas y fueron más allá: “Nos han criticado muchísimo. Así que nos reunimos colectivamente para reflexionar y nos reafirmamos en nuestros pensamientos. Socialmente no está aceptado que las mujeres mostremos rabia, ¿pero cuándo los tíos se van a responsabilizar de la violencia que ejercen?”.

Y destacaron que el ex alcalde de la ciudad se apropió de buena parte de la lucha del movimiento feminista con el caso de los cinco violadores de Sevilla, conocidos como la Manada. “Si un alcalde quiere salir en la foto, que el próximo 25 de noviembre done 25 pisos para mujeres maltratadas”. Les aplaudieron muy alto y muy fuerte.

El colectivo de feminismo gitano Amuge cerró la última mesa y dedicó su palabra al agradecimiento y a hacer un pequeño resumen que volvió a unir a las asistentes en un feliz aplauso: “Qué paso tan importante que esta mesa de feminismos de Euskal Herria la cierre una gitana. Cuando nos habéis preguntado con quién debemos luchar, os digo que con vosotras. Cuando me preguntáis que cómo, os digo que juntas. ¿Y dónde? En los barrios. ¡Mira qué fácil!”.

Micro asambleas

Tras la mesa del domingo, la organización dividió a las participantes en micro asambleas de 35 mujeres a las que invitó a responder a las preguntas de qué objetivos y tareas tiene el movimiento durante los próximos diez años, tanto interna como externamente. Cuidados en los colectivos, tejer redes, formar alianzas, liderar la comunicación en las redes sociales, abolir la Ley de Extranjería y apostar por una renta básica universal o de las iguales fueron algunos de los retos que aparecieron en uno de los grupos.

La tarde terminó con una manifestación por Durango y un acto final en Landako Gunea para despedir a las asistentes. De entre las 3.000 mujeres que acudieron a la cita, 900 pernoctaron en la escuela del pueblo, otras en furgonetas en un parking habilitado para la ocasión por el municipio. El primer día se sirvieron 199 kilos de lentejas, y 180 de alubias el segundo. El bar de delante del pabellón donde se realizaron las jornadas habilitó la primera planta como taquilla para las cientos de mochilas y esterillas, divididas pulcramente por unas cartulinas que indicaban la provincia de procedencia de sus dueñas. Y 600 mujeres participaron en algún momento como voluntarias en las tareas de organización del encuentro: atender la puerta, el dispensario de los auriculares para la traducción, recoger sillas y mesas, volver a ponerlas, cocinar, atender, cuidarnos entre todas.

“Estas jornadas han marcado un punto y aparte para visibilizar la fuerza del movimiento feminista. Hemos visto que hay pulmón. Un pulmón fuerte y diverso”, destacaron las organizadoras de Salda Badago tras cerrar el encuentro.






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