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lunes, 11 de noviembre de 2019

El Órdago de Pedro Sánchez

Este es el análisis que La Jornada ha publicado con respecto a los resultados electorales del 10-N:


Josetxo Zaldua

Y cuando los españoles despertaron este lunes, el bloqueo político seguía ahí. Panorama complejo donde los haya, las elecciones del domingo dejaron el pastel más incomestible de lo que estaba. Nadie ve salida a este laberinto. Salvo los partidos independentistas catalanes y vascos, las fuerzas políticas españolas perdieron votos y escaños menos el neonazi partido Vox, el auténtico ganador de la contienda. El gran perdedor, Ciudadanos, cuyo líder Albert Rivera renunció hoy a seguir en política, pasó de tocar las puertas del cielo a colocarse frente a las del infierno. Desastre total.

No es mejor el panorama para Pablo Iglesias y su Unidas Podemos, el gran damnificado por el lado de la izquierda estatal. Anoche, durante la conferencia de prensa que ofrecieron a los medios las caras de Iglesias y su compañera y número 2 del partido, Irene Montero, eran más esclarecedoras que sus mecánicas palabras. Van para abajo después de querer asaltar los cielos.

El PP sí subió para mantenerse holgadamente en segundo lugar, medio lejos todavía del PSOE, pero con todo y eso los colegas españoles recordaban hoy que es su segundo peor resultado en 30 años, de modo que tampoco es para echar las campanas al vuelo.

Quien menos perdió de los partidos estatales clásicos fue el PSOE, pero sus resultados no invitan al optimismo. Si el presidente en funciones Sánchez no es capaz de armar acuerdos para evitar nuevas elecciones a mitad del año próximo, su futuro estará algo más que hipotecado. En la gente cunde cada vez más la sospecha de que a los partidos poco les importa el país porque priorizan las apetencias de sus partidos.

Reseñable la resistencia del nacionalismo catalán, con sus pequeñas excepciones, y remarcable el crecimiento del socialcristiano Partido Nacionalista Vasco y, especialmente, la irrupción como grupo parlamentario del independentismo radical vasco representado por Bildu, liderado por la bestia negra de Madrid, Arnaldo Otegi, que logró trepar de cuatro a cinco  escaños en el Congreso español.

Ya anoche el presidente en funciones Sánchez desechó cualquier posibilidad de negociar con los soberanismos periféricos que no aceptan la Constitución. Esa declaración de intenciones deja por fuera a los catalanes y a Bildu: el PNV siempre ha sido un partido nacionalista pragmático y en tanto gobierna en el País Vasco, está siempre dispuesto a negociar con Dios y con el Diablo si eso le beneficia, pero venderá cara su colaboración con el gobierno de turno, así ha sido siempre.

Con el PP y Vox, habida cuenta de que Ciudadanos son ya más parte del pasado que del presente, el PSOE lo tendrá algo más que complicado. De entrada ya puede olvidarse de Vox, según reiteró este lunes de cruda electoral Santiago Abascal, líder único e indiscutible del partido neofascista. Este factor obligará al PP de Casado a caminar con pies de plomo si decidiera pactar su abstención con Sánchez, que es lo que pide la banca y la patronal empresarial.

Antonio Garamendi, líder de la más importante organización de patrones española declaró este lunes a los cuatro vientos que los partidos deben dejar de dar vueltas y vueltas a la rotonda para sentarse a una mesa y sacar a España de la parálisis. En parecidos términos se pronunció la Comisión Europea, urgiendo a Sánchez a negociar y sacar al país del atasco.

No pintan bien las cosas de la realpolitik para Pedro Sánchez, quien anoche no pudo ofrecer su mejor cara cuando habló a sus escasos simpatizantes presentes tras conocerse los resultados. Lanzó un órdago y perdió más que ganó. Salvo para Vox, las malas noticias salpican a los partidos estatales. Lo de la periferia nacionalista es otra historia.






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