Un blog desde la diáspora y para la diáspora

viernes, 5 de enero de 2007

Sumando Decadas de Injusticia

He aquí un escrito por parte de Manuel F. Trillo encontrado en inSurGente:

¿Treinta años más de conflicto vasco?

Manuel F. Trillo

Entre los escombros de la T-4 el Presidente del Gobierno de España improvisó unas palabras que han puesto sobre ascuas a tirios y troyanos, pues no hay cosa más insoportable para algunos que, en momentos de crisis como la que se vive cuando cuarenta mil toneladas de hierro y cemento se han derrumbado, oír a alguien decir que pondrá lo mejor de sí mismo para conseguir la paz. Este escenario era contemplado por el Gobierno, pero no era contemplado por los mequetrefes profesionales de la pequeña política. No sólo se contemplaba esta posibilidad, sino alguna otra mucho más sanguinaria. El momento fue lo que les pilló a contrapié, y así se vio en la cara de Rubalcaba, también en los dirigentes de la izquierda abertzale. Todos fuera de juego. Pero eso es lo de menos, lo que importa en este caso es que el Presidente del Gobierno no perdiera los papeles y que ante el desastre de Barajas, no gritara como Millán Astray: "¡Viva la muerte, muera la inteligencia! ".

Los errores por parte del Gobierno en el "proceso de paz" no vengo a mencionarlos, pues es sabido, incluso por los principiantes en negociaciones, que nadie acepta negociar ni el descansillo de la escalera si uno al menos no se aparta un poco para que pueda pasar el otro, por más repugnante que nos resulte el contrincante (cuánto deberían preguntar de esto a los trabajadores que negocian convenios con la gran patronal). Pero por muchos que hayan sido los errores, y ahora los ven con claridad aunque no los mencionen en público, aplaudo la determinación con que Zapatero afronta la nueva fase en que ha de resolverse el proceso de paz. Los hechos son los hechos; los muertos, los muertos; los sufrimientos y el dolor de todos ahí están. La esperanza de la paz, rota. Y los negociadores en Ankara, mirando a los patos del parque o echándose en cara "que tú y que tú más". Y aplaudo, mal que pese a la ultraderecha y a los que cerrilmente apuestan por el conocido dicho de "cuanto peor, mejor", ese afán porque se resuelva el conflicto vasco. Y digo vasco, porque no es armenio, ni corso, ni checheno. Pues la solución habrá de llegar algún día, y por ello quiero que ese día sea mañana, y no dentro de treinta años.

Ya las portadas de los periódicos y de otros medios no hablan de la corrupción urbanística; ya no hablan de Matas en Baleares, de Ciempozuelos, de Seseña, de Telde en Canarias; ya no hablan de cayucos y de saltos en las verjas de Ceuta y Melilla; ya no hablan de acoso escolar o de violencia doméstica; ya no hablan más que de terrorismo. La gran coartada. Todo en silencio. No hay otra cosa más. El país se ha convertido, si no fuera por el atentado en Barajas, en el País de las Maravillas. Los propios Magos de Oriente, si no fuera por el respeto al sueño de los niños, han pensado en no pasar por España. El horror de la ejecución de un genocida adiestrado y alimentado por USA y Europa ha pasado de puntillas si no fuera por el morbo de verle colgando de la cuerda. Todos los horrores de este mundo han quedado en suspenso. Toda la basura criminal se ha diluido. En estos cuatro días primeros del año han muerto varios trabajadores, dos aplastados por los forjados en la obra en que trabajaban, pero nadie sabe cómo se llamaban, ni siquiera cuántos años tenían, ni dónde fue el accidente. Otros cuatro más murieron en circunstancias tan terribles que no me atrevo a mencionarlo. Pero esos son muertos de poca monta, sin nombre ni apellido, aunque supongo que sus hijos los llorarán como a todos los muertos. Sólo hay un muerto en este país bajo cuarenta mil toneladas de hormigón. Hagamos algo más, hablemos de su madre ciega, de su hermano ciego y de la aldea de la que procedía. Un muerto acaba con otro muerto, igual que una mancha quita otra mancha. Y aquí la mancha que lo quita y lo borra todo hasta hacerlo desaparecer son los atentados y las muertes que ocasionan esos mismos atentados. Cuando quienes tienen esa capacidad y esa determinación se enteren de una vez que vale más el jaque de De Juana con su huelga de hambre que 200 kilos de amosal, se habrá ganado la primera batalla por la paz.

Quienes dan el proceso de paz por muerto, ¿qué quieren decir? Pues un muerto no lo resucita ni dios, pues por más que se le ruegue no me ha resucitado a mi amigo Tomás. Así que lo muerto ya no se levanta, no anda (salvo el Cojo de Umbrete), y por tanto hemos de suponer que no habrá paz por los siglos de los siglos. Como esto es absolutamente imposible, porque la racionalidad obliga a que se concierten pactos y se solucionen problemas tan sencillos como éste, habrá un día en que -pese a Imaz y otros- habrá que sentarse de nuevo a negociar las claves del conflicto vasco (y vuelvo a decir vasco). ¿Cuándo? ¿Dentro de diez años? ¿Iremos de diez en diez años? Y mientras tanto, el dolor y el sufrimiento presentes. ¿Esperaremos a la cuarta generación que aún está en la escuela primaria? Ni González, ni Aznar pudieron. Ni Txomin Iturbe, ni Mikel Albisu. Tenemos ahora a Zapatero y a Josu "Ternera" en el candelero. ¿Estarán a la altura de las circunstancias históricas que les ha tocado? Si no es así que se retiren a cultivar pimientos a Logroño, como hizo Espartero.

Hay algo que es sobremanera importante, determinante. Resuelto esto, lo demás viene por añadidura. ¿Se acepta que habrá que pactar y resolver el asunto por la vía de la negociación? ¿Están las partes dispuestas a negociar? O, por el contrario, ¿se acepta exclusivamente que no habrá jamás pacto alguno y que por tanto uno de los dos elementos en conflicto tendrá que rendirse y, como dice el amigo de El Pocero (Pepe Bono), que con ETA sólo se habla cuando vengan con las manos en alto? Todos recordamos a aquel diputado del PP en Álava que ante el anuncio de alto el fuego permanente se le oyó decir con claridad que aquella era "una mala noticia" y que, reprendido por otro diputado del PSE, nos aclaró porqué para la derecha era una mala noticia. Supongo que el amigo del Pocero y este diputado vasco ahora tendrán otro ánimo muy diferente. Desde esta perspectiva no hay negociación y mientras quede un vasco -y hay muchos- que reclame los derechos por los que otros muchos han pagado con cárcel y con vida, siempre habrá conflicto vasco. ¿Aceptamos que el conflicto existe? Porque a ver si resulta que hay quien piensa que no hay tal conflicto y que todo lo que ocurre se debe a una patológica enfermedad que da el mar Cantábrico. Si Amnistía Internacional habla de ETA como organización armada vasca, si se recoge en los organismos internacionales, si el propio Parlamento Europeo aprueba la negociación (eso jamás lo aprobaría para el caso de la mafia italiana, o de la camorra, o de la mafia rusa o ucraniana), venimos a aceptar que el problema está sobre la mesa. Las cartas con que juegan unos y otros están marcadas, tan marcadas que las vemos desde kilómetros de distancia. Pues juguemos a cara de perro y vengamos a la mayor: el pueblo vasco puede determinar a través de referéndum qué es lo que quiere para sí mismo.

Quienes ahora piden que los miembros de ETA tiren las armas y se entreguen con las manos arriba, está claro que, o han perdido el sentido, o no son gobernantes de nada, o son franquistas que sólo creen que con rendiciones incondicionales se resuelve el asunto. Ya vemos que así los problemas se enquistan y llegan más allá de uno mismo en el tiempo. ¿Cuántos muertos más son necesarios? ¿100? ¿500? ¿818 más? Por eso estoy en este momento de acuerdo con lo expresado por Zapatero -"pondré lo mejor de mí mismo para conseguir la paz"- y con quienes apuestan porque el proceso siga abierto. Pues por más que quieran enterrarlo, créanlo, no está muerto. Se negociará más adelante. Tiempo al tiempo. Pues si es así, y así será, que sea cuanto antes.


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