Este análisis nos llega por parte de los compas de Askapena:
EL ENCONTRONAZO
Los tres últimos meses habían dado lugar a un cruce continuo de mensajes entre el Gobierno español y Batasuna completamente diferentes. Desde el mes de agosto, la izquierda vasca estaba advirtiendo que el proceso estaba en crisis. Ese mismo mes, la propia organización ETA había señalado que no se estaban cumpliendo los acuerdos que propiciaron el alto el fuego y que, por lo tanto, no se estaban cumpliendo las condiciones acordadas; que respondería si continuaban las agresiones por parte del Estado. Este discurso no se correspondía con los mensajes del Gobierno español y de sus socios, la derecha vasca. Estos, trataban de reiterar una y otra vez que el proceso iba razonablemente bien.
No se puede consolidar un proceso cuando una de las partes respeta el acuerdo de alto el fuego y la otra se dedica a perseguir a sus interlocutores. A comienzos del mes de diciembre, era evidente que algo muy grave había ocurrido: hasta la propia derecha vasca admitía que se estaba viviendo una crisis. La izquierda iba más lejos: en un tono de gran preocupación advertía, una y otra vez, que el proceso se había hundido o estaba a punto de hundirse.
Ante el riesgo de un previsible encontronazo, comenzaron a escucharse otras voces y nuevas iniciativas reclamando que el diálogo se restableciera. El Gobierno se reafirmó en toda su batería de medidas represivas. ETA respondió con la agresión de Madrid a las incontables agresiones que soportaba un amplio sector del pueblo vasco. El día 30 de diciembre, un bomba de gran potencia destruyó la Terminal 4 de Barajas. Aunque los activistas avisaron de forma reiterada y con una hora de tiempo para evitar víctimas no deseadas, dos emigrantes ecuatorianos murieron por efecto de la explosión.
La acción armada había roto los cálculos del Gobierno ya que 24 horas antes, Zapatero dejó entrever, sin confirmar, que había habido un contacto y comentaba oficialmente que las cosas iban muy bien y que, después de un año, irían mucho mejor. Era evidente que aquel pretendido optimismo no se correspondía con el clima de choque que se había producido entre bastidores. El modo de actuación rompía también la tradición de la propia organización armada que, generalmente, ha comunicado con antelación la finalización de las treguas.
Las primeras reacciones
Las reacciones políticas de primera hora resultaban confusas y contradictorias. A nivel del Estado, la derecha exigía de forma inapelable la ruptura de todos los contactos y la vuelta inmediata al Pacto Antiterrorista. El Gobierno de Madrid fue oscilando: en un primer momento habló de "suspender" todos los contactos con ETA. La derechona consideró aquella reacción una nueva claudicación por parte del Gobierno ya que dejaba entrever la posibilidad de reanudar el proceso. En Euskal Herria, el tono era algo menos catastrofista. La izquierda vasca fue rotunda en su afirmación de que el proceso no estaba roto y que era más necesario que nunca. Otros sectores progresistas de la sociedad vasca apuntaban en esta dirección y reclamaban actuar de forma inmediata para reactivar el proceso. El propio Gobierno Vasco trabajaba sobre esta hipótesis.
Readecuación de las posturas.
La derecha se reafirmaba en sus llamamientos a la "guerra santa", la izquierda vasca, en sus llamamientos a actuar de forma responsable y a sentar unas bases sólidas para que diálogo se establezca. El PSOE, una vez más, se ha dejado arrastrar por la presión del PP. A medida que pasaban las horas, su actitud inicial se fue convirtiendo en una reiterada proclamación de que el proceso había terminado. La derecha vasca, como lo ha hecho durante todos estos meses, se alineó con el discurso beligerante del PSOE. Un sector del PNV daba por hecho que no había nada de que hablar con Batasuna y, menos aún, con ETA.
El PSOE había diseñado una campaña mediática para trasladar con urgencia un mensaje que no pudo difundir con antelación porque ETA no había comunicado la finalización del alto el fuego. Esto le ha supuesto perder el protagonismo y la imagen de control de la situación y un revés en sus intereses electorales frente al PP. Los ejes de esta campaña mediática son los siguientes: El proceso se ha roto definitivamente y ETA es la única culpable de la ruptura. Ha acabado el tiempo de las conversaciones, hay que volver a la represión y el aislamiento. Los métodos serán los habituales: utilización mediática de las dos muertes para convocar concentraciones de condena contra los violentos, utilización de la condición de emigrantes de las víctimas para deslegitimar a al izquierda vasca a nivel nacional e internacional, activar a las federaciones de emigrantes en contra de la izquierda, reunir a todos los partidos para consensuar la agresión que preparan, organizar movilizaciones multitudinarias de condena y exigir que para ser legal Batasuna y la izquierda Abertzale tiene que condenar todo, menos reflexionar serenamente y tratar de reconducir la situación. El PSOE ha dejado al descubierto sus verdaderas intenciones: como no ha podido controlar a la bestia enseñándole la zanahoria, hay que volver a la estrategia del palo, para que sepan los vascos lo que les espera si no siguen el camino de la rendición que se les marca. Ha demostrado también que no tiene voluntad política de solucionar el conflicto sino intereses partidistas. La única voluntad que tiene el PSOE es ganar las próximas elecciones, incluso a costa de la paz y la democracia en el estado Español.
Una cruzada plagada de desacuerdos
A la hora de castigar a la izquierda surgen importantes desacuerdos entre los "cruzados". El gobierno quiere consensuar la campaña con todos los partidos "democráticos". El PP no acepta otro consenso que el acordado en el Pacto contra el Terrorismo; si otros partidos quieren apoyarlo que se adhieran a dicho Pacto. El PSOE quiere alcanzar un nuevo acuerdo consensuado con todas las fuerzas parlamentarias. Estas aceptan muy gustosas su participación en la cruzada. Las convocatorias de estos días para repudiar a ETA han dejado al descubierto esta confrontación interna.
Entre las fuerzas políticas de Euskal Herria, también es evidente la división. El sector del PNV más controlado por el Presidente Ibarretxe, ha decidido convocar una movilización a favor de "la paz y el diálogo". El PP vasco ha rechazado la asistencia. El Partido Socialista vasco ha criticado el modo y el contenido de la convocatoria pero ha anunciado su asistencia. El sector del PNV, más proclive a secundar al PSOE, acepta de mala gana la iniciativa pues hubiera querido condenas más explicitas. Al lema de la convocatoria se le quiere adjetivar como repudio a ETA para evitar que se adhiera una izquierda que no tendría ningún inconveniente en asumir el lema.
En este complicado escenario, el día 8 de enero, Batasuna le solicita a ETA que respete el alto el fuego. ETA, en un comunicado del 9 de enero, acepta la invitación, reprocha la actuación del PSOE y de parte del PNV y se reserva el derecho de seguir respondiendo a las agresiones. Si esto hubiera ocurrido en Irlanda, quizá se hubiera dicho que el Sinn Fein ejercía influencia sobre la organización armada. Aquí, como somos muy especiales, se ha interpretado lo ocurrido de otra forma: una escenificación de que Batasuna está supeditada a ETA.
Euskal Herria, 10 de enero de 2007.
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