Para su reflexión, crónica de lo vivido por una víctima más de la tortura a manos de las fuerzas represivas españolas:
Bedouret:«Me preguntaron si conocía a Romano»
TAT hizo público ayer el testimonio de Sebas Bedouret sobre las 48 horas que estuvo incomunicado a manos de la Guardia Civil. Según su relato, antes de que comenzaran los golpes, amenazas, humillaciones y ejercicios físicos, los agentes de Intxaurrondo le espetaron: «Cuando salgas de aquí, podrás escribir tu propio testimonio».
HERNANI
La abogada de Torturaren Aurkako Taldea Izaskun González visitó el miércoles en Soto del Real a Sebas Bedouret, detenido por la Guardia Civil en Hernani el 6 de diciembre cuando se dirigía, junto al resto de integrantes de una delegación internacional, al acto que pretendía llevar a cabo el movimiento pro-amnistía en el Velódromo de Anoeta. El periodista francés fue arrestado bajo la acusación de portar un ejemplar de “Zutabe” y, tras comparecer en la Audiencia Nacional dos días después, fue encarcelado en la prisión madrileña por «colaboración con banda armada».
Bedouret, que ya denunció ante el juez Ismael Moreno haber sido torturado, relató a González lo vivido en el periodo de incomunicación: primero en el cuartel de Intxaurrondo y después en dependencias de Madrid. Según le explicó, en cada lugar le obligaron a aprenderse sendas declaraciones.
En las instalaciones del barrio donostiarra le preguntaron, siempre según el testimonio difundido por TAT, «si sabía quién me había detenido (...) Les dije que ‘la Policía’, y me respondieron: ‘Estás en Intxaurrondo. ¿Conoces la historia de aquí? Habrás tenido la oportunidad de leer muchos testimonios, pero cuando salgas de aquí tendrás la ocasión de escribir tu propio testimonio’».
El periodista denuncia que los interrogatorios en ese cuartel se caracterizaron por «incesantes preguntas. Me las hacían muy rápido, y cuando mis respuestas no eran tan rápidas como ellos querían, me golpeaban en la parte trasera de la cabeza (...) Esto se repitió bastantes veces: se iban, y al cabo de un rato volvían. Preguntas y golpes».
Después de hacer la declaración que le presentaron los guardias ante un abogado de oficio «no le pude ver porque estaba detrás de mí» y un traductor, le metieron en un coche. El viaje a Madrid lo hizo con un antifaz que le cubría los ojos, con la cabeza entre las piernas y con dos agentes apoyados sobre su espalda.
Su esposa y «el marrón»
Al final del trayecto, no sabía que se encontraba en dependencias policiales:«Me daba la sensación de que nos encontrábamos en un sitio abandonado (...) Me sentía totalmente apartado del mundo, solo». Y en los calabozos de la capital española se repitieron las escenas de Intxaurrondo:«Cada vez que iban a entrar me obligaban a ponerme de pie, de espaldas a la puerta, con la cabeza agachada y los ojos cerrados (...) Comenzaron de nuevo las preguntas y los golpes. Me obligaron a hacer flexiones; mientras tanto, seguían con las preguntas. Era todo a la vez, preguntas, golpes... Llegó un momento en que perdí la consciencia. Me caía al suelo, pero me levantaban y me obligaban a seguir».
«Uno de ellos puso su mano en mis genitales y me preguntó cómo se decía homosexual en francés. Le respondí, y se oían muchas risas por detrás (...)», continúa el relato de Bedouret, quien explica que en un momento dado comenzaron a amenazarle con su esposa, embarazada de ocho meses. «Me de- cían que cuando se había enterado de que me habían detenido había ido a Madrid (...) y que la habían detenido. Me decían que le iban a hacer lo mismo que a mí o más (...) Me daban muchos detalles, y me lo creí».
«Uno me dijo que la siguiente vez que me viese en Lizartza me iba a matar. Sólo había estado allí en una ocasión. Llegaron incluso a amenazarme con lo de Barajas, que tenían que meter el marrón a alguien», agrega.
El periodista destaca que, tras aprenderse la segunda declaración, le dijeron que le iban a aplicar «la bolsa» y que «como no habían pasado los cinco días que me podían tener allí, después de declarar ante el juez iba a volver. Me preguntaban si conocía a Unai Romano... Nada más me llevaron al juez, lo primero que le pregunté fue si me podían llevar de nuevo los guardias civiles».
En esas 48 horas le impidieron dormir, lo que provocó que estuviera «completamente desorientado», y apenas comió y bebió. «La primera noche en Soto del Real no pude dormir nada. Me despertaba asustado, con la sensación de permanecer aún en dependencias de la Guardia Civil», concluye.
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