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jueves, 19 de mayo de 2022

Las Cartas de los Fusilados

La sanguinaria brutalidad del españolismo franquista queda perfectamente reflejada en esta exposición que se está llevando a cabo en Iruñea.

Durante décadas el régimen español se ha encargado de tergiversar el relato para que se olvide que tanto en Nafarroa como en Errioxa, sin haber frente de guerra, miles de labradores, maestros, obreros, sindicalistas y ciudadanos comunes fueron asesinados sistemáticamente. Ya se podrán imaginar entonces lo ocurrido en Bizkaia y Gipuzkoa, donde sí hubo frente de guerra lo cual pone de relieve la mendacidad de quienes hoy reducen a los últimos cuarenta años el conflicto en Euskal Herria y que, además de todo, se hacen pasar como víctimas.

Les invitamos pues a leer esta información que nos provee Naiz:



Una selección de las cartas que presos republicanos riojanos escribieron desde las cárceles antes de ser fusilados por los franquistas puede verse en el Planetario de Iruñea hasta el 16 de junio. Es un reflejo del trabajo del equipo de Jesús Vicente Aguirre que muestra el horror y la esperanza.

La exposición ‘Escríbeme a la tierra. Las cartas de los que van a morir. La Rioja 1936’ muestra en el Planetario de Iruñea hasta el 16 de junio una selección de las misivas que enviaron presos republicanos riojanos encarcelados en prisiones franquistas antes de que les fusilaran. La muestra es un reflejo del libro que con el mismo título ha publicado Jesús Vicente Aguirre, investigador de la represión franquista en La Rioja, y fue inaugurada por la consejera de Relaciones Ciudadanas del Gobierno navarro, Ana Ollo.

La vinculación con Nafarroa es cercana. Muchos de los que escribieron estas cartas lo hicieron desde el fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba. Los otras cárceles desde las que escribieron fueron la Provincial, la Industrial y el frontón Beti-Jai, todas ellas en Logroño. Los fusilamientos se realizaron en las carreteras a Viana y a Mendabia, además de las que se dirigen a Oion y a Guardia.

La muestra, y el libro, son el resultado de una labor coral de años en la que han participado Aguirre y otros investigadores riojanos. Es el fruto de patearse La Rioja, de acudir a las casas de los familiares de los fusilados, de hablar con ellos, de recoger las cartas guardadas como un tesoro que supone el único vínculo físico con los represaliados, pedírselas, escanearlas, devolverlas, estudiarlas.

Sacar a la luz la represión franquista

El trabajo de Aguirre y sus compañeros en La Rioja puede compararse con el que se hizo en Nafarroa de la mano de Altafaylla y la obra ‘Navarra, de la esperanza al terror’. El objetivo era sacar del silencio la represión fascista que permanecía tapada, oculta, incluso en el seno de las propias familias afectadas.

En Nafarroa se habla de que fueron más de 3.000 los muertos por la represión franquista en una zona sin frente de guerra, lo que es un reflejo la barbarie fascista. En La Rioja se barajan cifras similares. Se estiman en 2.000 los fusilados, con una población menor que la navarra.

Los perfiles de los fusilados en las dos provincias son muy similares, como destacó Ollo. Labradores y trabajadores que pertenecían a sindicatos que buscaban mejorar sus condiciones de vida en el marco de la Segunda República. Alcaldes y concejales de partidos de izquierda. Maestros...

En total, Aguirre y su equipo lograron recuperar 164 cartas, de las que 54 se han seleccionado para la muestra. La mayoría de las misivas están escritas desde las cárceles y tratan de dar un soplo de esperanza a sus familiares. También hay cuatro cartas que reclaman clemencia para los condenados a muerte, con desigual éxito.

Desde el Instituto Navarro de la Memoria se está ya trabajando en la recuperación de este tipo de cartas, pero Josemi Gastón, director del Instituto, hizo un llamamiento a las familias a entregar temporalmente estos documentos para poder estudiarlos.

Cada carta, un drama y una esperanza

Cada carta recuperada por Aguirre y su equipo es un drama. Es el caso de las de Miguel Caperos, que fue concejal socialista de Casalarreina, escribió desde el fuerte de San Cristóbal. Su nieto, Félix Caperos, es colaborador de Aguirre. Además, es profesor en el instituto de Haro y, siguiendo la estela de su abuelo, alcalde de Casalarreina. Relató cómo su padre nunca habló del tema en su casa y que no fue hasta que su abuela murió, cuando él tenía 14 años, que descubrió una carpeta en la que se guardaban un trozo de camisa cortada y las cartas que su abuelo escribió desde el fuerte de San Cristóbal antes de que le matasen.

Están las cartas que Eugenio Abizanda, de Calahorra, envió a la señora María, la madre de los hermanos Pérez Pellejero, también desde el fuerte de San Cristóbal. Eran tres hermanos los que fueron detenidos y posteriormente fusilados. La madre pregunta por el mayor de ellos. «Se lo llevaron a Logroño, seguro que está bien», fue la respuesta, lo poco que sabía Abizanda. Para entonces, llevaba ya un mes muerto. Pero no lo sabían.

Están las cartas de Cipriano Berrozpe, natural de Cervera del Río Alhama pero que trabajaba en Haro de alpargatero. Sus hijas han sido referente en la recuperación de la memoria histórica en La Rioja. «De las que nunca agacharon la cabeza», según explicó Aguirre.

Están las misivas que escribió Romás Hervías, de Nájera, que hacen referencia a las tareas del campo que había que llevar a cabo antes de que él pudiera regresar a su casa. «Hay que sacar las patatas, porque ahí quiero sembrar las habas», le dice a su mujer.

Una de las expresiones que se repite en las cartas es «nosotros estamos bien» en un intento de insuflar ánimos a sus familias, pese a las penosas condiciones de vida en prisiones como el fuerte del monte Ezkaba. Pero lo más trágico es que, en muchos casos, a las pocas horas o días de escribir esas letras sufrían una saca y recibían una salva de disparos en una cuneta.

 

 

 

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