Uxue Alberdi se encuentra en México para participar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (Jalisco).
En las páginas de La Jornada se ha plasmado esta semblanza de la escritora:
En Jenisjoplin, Alberdi plantea la reinvención de la identidad personal y la del pueblo vasco
Reyes Martínez TorrijosEn la lucha por la independencia vasca “nos hemos endurecido y no hemos sabido empatizar con el dolor de los demás”. Para trabajar ese conflicto “hacen falta muchísimos relatos de diferentes voces y cuerpos”, sostiene la escritora Uxue Alberdi, quien presentó su novela Jenisjoplin (Editorial consonni) en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara y en la Ciudad de México.
La autora explica en entrevista que por medio de la protagonista, Nagore Vargas, quería hablar sobre la reinvención de la identidad personal y también de la del pueblo vasco, de “cómo nos afectó haber nacido en los años 80 en Euskal Herria y ser atravesados por aquéllos tiempos convulsos llenos de rudeza y belleza, violencia y colectividad”.
Desde una posición femenina explora temas como la crisis de los primeros nacidos en su nación, luego del franquismo, el sida, el placer y el dolor, y la relación con un padre militante de izquierda.
Alberdi (Guipúzcoa, País Vasco, 1984) menciona que “la generación de Nagore Vargas, y la mía, fue la última atravesada directamente por la lucha armada de ETA, la última que decidió entrar en ese grupo. He tenido amigos y amigas en la cárcel, torturados y torturadas; nos han cerrado el único periódico que teníamos en euskera. Han sido tiempos muy convulsos”.
Agrega que “en una lucha violenta, la capacidad de ver y empatizar se reduce muchísimo. Hace falta que pase un tiempo para poder hablar de ello, no desde las trincheras. Hasta hace poco la literatura se dividía entre abertzales o independentistas y españolistas. Yo me considero vasca. Hay un conflicto que habrá que trabajar durante muchas generaciones.
“Dicen que en los conflictos muy violentos no son los hijos sino los nietos y las nietas quienes cuentan y vuelven atrás. La primera generación suele ser la del silencio, que es como una segunda guerra, porque el miedo silencia. En nuestro caso esto pasó no sólo con los relatos, sino con la misma lengua.”
Memoria, dolor y violencia
La dos veces ganadora del Premio Euskadi destaca que le interesa cómo funciona la memoria y la forma en que el dolor y la violencia la afectan; también, “cómo se puede luego reconstruir ese relato de las generaciones anteriores, que muchas veces desconocemos”.
Adelanta que esta atracción es asimismo el centro de su próximo libro, que se publicará con el sello consonni en febrero próximo, donde aborda cuestiones económicas, sociales y políticas de las recientes cuatro décadas en Euskal Herria contadas desde la trastienda de la librería que regentan su madre y su tía.
Alberdi dice que en Jenisjoplin, traducida por Irati Majuelo Itoiz, no de los ejes “es la relación entre la hija y su padre, bastante ambivalente, porque ese hombre es quien la lanza al mar de la vida y le pone el reto de alcanzar metas, cuando ella no se sabe manejar en ese medio. Su padre juega ese doble papel de quien pulsa el detonador de su vida y, cuando todo revienta y ella se va a ahogar, la recoge en brazos”, añade.
“Mediante ese personaje masculino quería reflexionar un poco sobre la relación con el padre biológico, el patriarcado y la patria, tres palabras con el mismo origen, y de qué manera nos manejamos en esas lealtades e incomodidades que nos ha generado ser hijas de esta patria, de estos padres y en este sistema patriarcal.”
Afirma que “las hijas son muy leales a las luchas de sus padres, pero cuando ellas reivindican, por ejemplo, el feminismo, esos padres y hermanos muchas veces no las acompañan. Es uno de los temas literarios que me atraen. Es muy interesante la interpelación de Nagore Vargas hacia su padre y los lectores hombres, porque durante mucho tiempo hemos estado calladas”.
El escenario es el posfranquismo con “toda la ebullición, esperanza, luchas múltiples, radios, movimientos ecológicos y feministas; así como la apertura hacia la música punk y el rock, la literatura, nuevas estéticas del mundo y esas ganas de desafiar el sistema antiguo y crear algo nuevo, en medio de una tremenda crisis industrial, donde un montón de jóvenes se quedaron en el paro”, cuando su pueblo natal, Elgoibar, tuvo la mayor tasa de mortalidad por sida en Europa.
“Cambia la mirada que la protagonista sea mujer y un cuerpo rebelde, desafiante; al mismo tiempo, muy vivaz, con una vitalidad extrema. Nagore Vargas tiene muchísimas ganas de vivir. Hacer el relato de estas tres décadas me ha servido para contar y pensar cosas que quizá sin el espejo de la ficción no me hubiera atrevido.”
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