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jueves, 23 de diciembre de 2021

Acerca del Olentzero

Ha llegado el Solsticio de Invierno de 2021 y con el la serie de festividades relacionadas con esta temporada del año, mismas que se multiplican sobre la superficie del planeta, tomando distintas características y tonalidades.

En Euskal Herria, junto con el rescate del euskera y de otros componentes de la identidad vasca, desde hace años, para finales de año, se ha venido fortaleciendo la figura de Olentzero, a veces como contraparte del consumista Papá Nöel, a veces como su cómplice en el despilfarro.

Pues bien, traemos a ustedes información adicional a la que ya hemos compartido con anterioridad gracias a este reportaje publicado en El Correo:


Olentzero, un nombre que roza los 400 años

A lo largo de los siglos el legendario personaje navideño ha tenido tantas encarnaciones como numerosas son las localidades en las que se conservaron las tradiciones relacionadas con él

Julio Arrieta

Olentzero ya está aquí. En Bilbao, Vitoria, Donostia y todas las localidades de Euskal Herria. Es un acontecimiento de fantasía infantil que se repite en vísperas de Navidad y, que como todas las costumbres relacionadas con estas fiestas, parece haber estado 'toda la vida' ahí, siempre, desde que se empezó a celebrar la propia Navidad. Por supuesto, esto no es así, aunque el asunto es más complicado de lo que pudiera parecer. Conviene empezar diciendo que Olentzero no es un 'invento' de hace cuatro días, como suele oírse entre los desafectos al personaje. Según Antxon Aguirre Sorondo, «sabemos que, al menos desde el siglo XVI, en Euskal Herria el día de Nochebuena niños y adolescentes salían en postulación por caseríos y calles. Excepcionalmente, el 24 de diciembre se permitía también postular a los 'pobres de solemnidad' y a los pastores asalariados por el concejo, es decir a los encargados de cuidar los rebaños comunales. Todos ellos cosechaban vituallas, pero nunca dinero puesto que su introducción en las colectas data de tiempos muy recientes». Aguirre Sorondo da a conocer esta información en 'El Olentzero', artículo incluido en 'La tradición de Olentzero en la Navarra de Lesaka y Euskal Herria' (2006), estudio coordinado por Emilio Xabier Dueñas y publicado por Eusko Ikaskuntza.

El propio nombre o término Olentzero, del que hay innumerables variantes, es antiguo y los estudiosos nunca se han acabado de poner de acuerdo sobre su significado. La referencia escrita más temprana es de la primera mitad del siglo XVII. Aparece en 'Compendio historial de Guipúzcoa' (1625), del historiador Lope Martínez de Isasti, natural de Lezo. El libro es fascinante pero, según la entrada que dedica a su autor la 'Enciclopedia Auñamendi', es «obra fundamental aunque de peligrosa consulta dadas las patrañas que contiene».

Léase, por tanto, con las debidas prevenciones, este párrafo del capítulo que Martínez de Isasti dedica a la «lengua cántabra bascongada»: «A la iglesia llamamos 'elisa', deducido del nombre hebreo Eli, que significa Dios, como se dijera casa de Dios. A la noche de Navidad, 'Onenzaro', la sazón de los buenos, otros llaman 'Gabon', noche buena. Al sol llamamos 'eguzquia', del día guía. A la luna 'illarguia', muerta luz o de mes luz. A la muerte 'eriotza', golpe, herida o accidente frío, en que se encierra una breve substancia filosófica, porque como la frialdad sea enemiga de la generación y de la vida, y la vejez fenezca en esta frialdad. Así para que sepamos lo que es muerte, se nos deletrea por el opuesto del calor templado o lo caliente y húmedo predominante, en que la vida se conserva».

Un tronco con virtudes especiales

Según esto, Onenzaro-Olentzero, no sería un personaje, sino una fecha, una fiesta. El significado del término apuntado por el autor lezotarra, aunque discutido, ha sido dado por bueno por la mayor parte de los etnógrafos y folcloristas. «La palabra olentzero, que tiene diversas variantes como orentzaro, onentzaro, orentzero, onontzaro, olantz, etc., significa Noche-buena y Vigilia de Navidad», escribió el padre José Antonio de Donostia (1886-1956) en su artículo 'Canciones de cuestación: Olentzero', publicado en 1922, en el que además relacionaba el nombre con una costumbre muy similar al Tió de Nadal catalán (relacionada a su vez con las fiestas precristianas nórdicas de Yule).

«Se da también este nombre», Olentzero, «a un tronco que arde en el hogar durante estas fiestas. Así como para las palabras Sekularo, Seklaro, que en Roncal, Uztarroz, designan el día de Navidad», añade el padre Donostia. También apunta que «a la palabra olentzero hay quien quiere adjudicar la significación de tiempo de las 'oes', pues es sabido que ocho días antes de Navidad, todas la antífonas que se cantan en Vísperas conmemorando la fiesta que ha de llegar comienzan por la letra 'o'. Sea de ello lo que fuere, con la palabra 'olentzero' designa el pueblo las canciones de cuestación que entona desde Nochebuena hasta Reyes».

Olentzero era un tipo de celebración, una ronda festiva, en la que los jóvenes de los pueblos recorrían cantando coplas los caseríos para recoger un aguinaldo. Donostia detalla que a los cantantes en estas comitivas se les llamaba 'olentzerolaris' y que cuando eran mujeres, eran especialmente ácidas a la hora de cantar en las casas en las que la comitiva no era atendida: «La 'olentzerolari' penetra en la casa. Si sale como entró, es decir, con la alforja vacía, no tiene empacho en injuriarles groseramente». Los motes de «illeurdiña, sorgiña, atzaparrez-burua y otras lindezas que me resisto a copiar, saldrán de aquella boca como un nordeste cortante».

Olentzero es también, según documentó el padre Donostia, un «tronco nudoso, el mayor que se puede hallar, que arde en el hogar de nuestros caseríos durante los días de Navidad». Después, se preguntaba, «¿será un recuerdo de la antigua costumbre de hacer fogatas en lugares altos el día de Navidad y San Juan, es decir, en los dos solsticios de verano e invierno, costumbre de origen céltico, según algunos autores?» Algo así creía José Miguel de Barandiarán (1889-1991). «Las prácticas relativas a Olentzero -época, personaje, tronco de Nochebuena y fogatas- se asemejan a las de san Juan o solsticio de verano y reproducen las formas, un tanto cristianizadas, de varios ritos y ceremonias simbólicas o mágicas muy usuales en las religiones indoeuropeas», escribió el sacerdote y antropólogo.

«La tradición del madero especial está extendida por todo el país con los más diversos nombres» (Olentzero enbor, Subilaro, Sukubela, Porrondoko...). Se cree que el 'tronco de gabon' tiene virtudes especiales por haber ardido en Nochebuena. En Oiartzun, por ejemplo, «preparan en su fuego la cena de esa noche», escribió el venerable etnólogo en el artículo consagrado a Olentzero en la 'Enciclopedia Auñamendi'.

Personaje precristiano

Para el padre Barandiarán, Olentzero es un «personaje simbólico precristiano que parece representar el fin del ciclo anual o el solsticio de invierno», que después ha adoptado el «papel de anunciador crístico», como recogió «en tradiciones de Bera y Oiartzun». Tras detallar la enorme variedad de su nombre (Olentzaro en Lesaka, Olenzero en San Sebastián, Orentzaro en Zarauz, Onentzaro en Andoain, Orantzaro en Berastegi...) señala que el área que abarcan las tradiciones relacionadas con él abarca «la zona costera y Beterri en Guipúzcoa y una parte de Navarra».

«Parece indudable que Olentzero representa de alguna forma el final del año», aseguraba el padre de la Prehistoria vasca. «La más común de las representaciones es la de un hombre algo grotesco que hace su aparición en Nochebuena. En Oiartzun es un carbonero que vive con su mujer», nada que ver con su actual compañera o amiga, Mari Domingi, 'rescatada' en tiempos recientes de una canción recogida por Resurrección María de Azkue a principios del siglo XX.

En Zarautz, sin embargo Olentzero luce un aspecto más bien siniestro, «tiene ojos rojos y sanguinolentos», lo que no ha de extrañar, pues el propio Barandiarán señala que en algunos lugares la figura tiene rasgos maléficos y sirve para asustar a los niños. En Elduaien su cara es negra, «tiznada por el carbón», precisa Barandiarán. En Larraun, sin embargo, tiene tantos ojos como días el año más uno. «En Elduaien, Lizarra y Berástegi, en Nochebuena se introduce por la chimenea, por lo que es necesario limpiar antes ese conducto». Más vale haberlo hecho, porque si no, se enfada. En algunos casos, incluso se trata de evitar que acceda al hogar: «En Elduaien procuran hacer una gran fogata esa noche; de lo contrario podría bajar por la chimenea Olentzaro armado con su hoz y destruir a todos».

En Oiartzun, sin embargo, el personaje entra en casa y se calienta precisamente con el tronco que lleva su nombre, el Olentzero-enbor, con el que la familia ha cocinado la cena de Nochebuena. Es decir, Olentzero se calienta al fuego de Olentzero.

Barandiarán observó en muchas localidades -Oiartzun, Lesaka, Leiza, Goizueta, Arakil- la costumbre de representar a Olentzero «con un maniquí gordo hecho de paja y trapos. Colocado en andas, se lleva de casa en casa para hacer la cuestación». Por su parte, el padre Donostia consignó que «en algunos puntos, la víspera de Navidad se fabrica de paja un monigote, al que se le viste con algunas ropas y pone una guadaña en la mano, figura grotesca que se coloca en la cocina junto a la chimenea, haciendo creer a los niños que por ella ha bajado el huésped, y que debe reservársele una ración de las castañas asadas aquella noche. Los caseros preparan una figura, generalmente grotesca, ridícula, a manera de dominguillo, bien provisto de aves, vino y su pipa. Su cabeza es una inmensa calabaza vacía, con agujeros que simulan ojos, boca, etc. A los que da reflejo una luz colocada en su interior. Recorre en andas los caseríos cercanos, ante los que se detiene, cantando entonces el coro de mozos el estribillo siguiente: orra, orra, orra, Olentzero...», etc.

Borrachín y glotón

Barandiarán resume que la imagen más típica de Olentzero es la de un carbonero gordo, borrachín y glotón, con la cara negra del carbón. Esta es la imagen que ha llegado hasta nuestros días, aunque endulzada progresivamente para adaptarlo a los gustos, sensibilidades y costumbres actuales. Una recuperación que ha sido consciente:

«Este personaje se hallaba semiolvidado en la posguerra y su exhumación, similar a la de otros temas folklóricos, se debió al nuevo nacionalismo vasco de los años 60. En los 70 su llegada fue asimilada a la de Santa Claus o Papa Noel en la Nochebuena, llegada esperada por los niños por ir acompañada de regalos y elementos misteriosos atribuidos antes a los Reyes Magos. Esta novedad fue introducida también por los nacionalistas, especialmente en el mundo de las ikastolas», resumía Barandiarán. Así, 'santaclausizado', con la cara limpia del carbón y la barba blanquísima, ha revivido en nuestra Navidad este misterioso personaje solsticial. Zorionak! 


Nosotros, por nuestra parte, les dejamos aquí con el Olentzero de Tasio:

 






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