En el texto que ha compartido en su página de Facebook nuestro amigo Iñaki Egaña analiza diferentes aspectos a través del cristal que provee la pandemia del SARS CoV-2, misma que cumple ya su segundo aniversario.
El escrito contiene, en su epílogo, un merecido recuerdo al represaliado político vasco Antton Troitiño, hoy paradigma de la feroz y cruel persecución a la que han sido sometidas centenas de personas por el único delito de luchar en favor de la autodeterminación de su pueblo.
Aquí tienen el texto:
Año dos de la pandemia
Iñaki EgañaSe marcha un año marcado nuevamente por la pandemia, condensado de incertidumbres, también de pulsos entre quienes tienen las riendas del poder económico y quienes ostentan los títulos de parias de la tierra. Nada nuevo en esta última ecuación, sí en cambio en la gestión y desarrollo del ciclo pandémico.
La creencia al comienzo de la expansión de la Covid de que el mundo iba a resetearse, creando redes solidarias, invirtiendo en sanidad y abriendo la puerta a un reparto equitativo de la riqueza, ha quedado en agua de borrajas. No tanto por el trabajo anónimo y sostenido de quienes luchan por un mundo mejor, sino porque las elites dominantes han aprovechado el “sálvese quien pueda” de los gobiernos, para estrujar aún más su proyecto neoliberal.
En casa, las inversiones inútiles estratosféricas continúan a un ritmo creciente, la venta de nuestro patrimonio a otro galopante, mientras que la sanidad no sólo no crece, para abordar de frente a la pandemia, sino que mengua por una simple regla capitalista, la de privatizar las necesidades básicas para agrandar el negocio de los cercanos.
Y, en esto, paradójicamente, las elites coinciden con negacionistas y antivacunas, que en los últimos días han marcado sus objetivos: una educación y una sanidad privadas, desdeñando lo público, referencia de cualquier proyecto progresista. La base de una deriva autoritaria se está conformando con estos dos sectores aparentemente distantes que coinciden en sus objetivos estratégicos. Liberalismo a ultranza. Lo individual frente a lo colectivo.
En medio de la pandemia, las llamadas de feministas y pensionistas, volvieron a concitar las mayores movilizaciones en nuestro entorno. Podría parecer que las reivindicaciones son universales, y en efecto lo son, pero un poso singular ha marcado un calendario cercenado por urgencias. Y en ello, a pesar de los pesares, la pulsación feminista ha demostrado que va asentando posiciones, modificando incluso las de los más inmovilistas. La de los pensionistas ha servido para marcar con letras de oro a una generación que se movilizó siendo adolescente por la amnistía y las libertades civiles y medio siglo después sigue el frente de la dignidad reclamando unas pensiones acordes con su aportación al progreso del país.
Las antorchas de aquella madrugada de octubre en Laudio recibiendo a los trabajadores de Tubacex que regresaban a sus puestos de trabajo después de llegar a un acuerdo con la dirección de la empresa, tras siete meses de huelga, han quedado enganchadas a la retina del movimiento obrero vasco. Como las recientes de los trabajadores de la Huerta de Peralta, o las ya antiguas de Michelin o Euskalduna, protagonizadas precisamente por algunos que ahora exigen pensiones dignas.
La huelga convocada por todos los sindicatos vascos en el sector público vasco en abril de este año, denunció que la temporalidad, 40%, era la más alta de Europa. Signo, también, de la naturaleza de los gestores. Recordar, asimismo, que algunas protestas y las huelgas correspondientes, siguen abiertas, como las de Residencias de Gipuzkoa, 260 días, y que trabajadores de empresas con una gran contestación social, como los de la Incineradora de Zubieta, llamaron a la huelga desconvocada por los abusivos servicios mínimos, instrumento recurrente del capital.
En el décimo aniversario de la Declaración de Aiete, punto inicial de la disolución de ETA, el cambio de estrategia de la izquierda abertzale tuvo varios hitos inéditos en el apartado de la convivencia, tales como la Declaración del 18 de octubre, con relación a las víctimas del conflicto, o el fin de la polémica de los Ongi Etorris, con la declaración del EPPK de finales del pasado noviembre. Hechos que no han tenido su correspondencia de parte, señalando el poder que ejercen los sectores más profundos de los estados vecinos, actores necesarios para mantener esa guerra de baja intensidad que cohesione las artificiales identidades francoespañolas.
El cambio de estrategia tuvo marcadas referencias con el congreso de EHBildu y la Asamblea Nacional de Sortu en Atarrabia, las jornadas nacionales de Durango y Oiartzun y el debate de la ponencia Herrigaia que concluirá en el congreso próximo, ya en 2022. Hacer notar, asimismo, el novedoso 15 Congreso Confederal del sindicato ELA, en noviembre en Bilbo, con una resolución histórica, la apuesta por una república independiente vasca.
Tanto Sare como los Artesanos de la Paz manifestaron a comienzos de 2021 que este año debiera ser el de la “resolución”, pero aún las diez letras de su vocablo no se atisban en el horizonte, a pesar de acercamientos y progresiones de grado. La campaña de Sare “Ibilian Ibilian”, que echó a andar en verano, mostró el músculo movilizador de los sectores solidarios con los presos vascos, en especial la de setiembre contra las legislaciones especiales en Arrasate, y la de octubre de Donostia. Movilizaciones precedidas por las marchas en Araba y Nafarroa Garaia.
Ya en febrero y marzo, se habían producido manifestaciones contra la tortura, recordando el reconocimiento institucional a la muerte en Intxaurrondo de Mikel Zabalza, 35 años antes, seguidas de la que tuvo lugar con el apoyo a los encausados en el proceso 13/13, abogados y solidarios con los presos.
El contexto pandémico mermó las movilizaciones por razones obvias. A pesar, EHBildu sorprendió el 20 de noviembre con una multitudinaria manifestación en Bilbo, bajo el lema “Lortu arte”. No fueron las únicas masivas. Al margen de las reseñadas, la de Iruñea en el 500 aniversario de la conquista, o la de Baiona, en favor del euskara tras la decisión del Consejo Constitucional francés.Se va un año dramático para miles de familias que han perdido a los suyos, por una maldita pandemia que nos ha modificado hasta el tuétano. Y que también se llevó a otros de los nuestros, Fran Balda, Alfonso Sastre, y más recientemente, a una víctima de una política penitenciaria de excepción, Antton Troitiño.
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