Desde Naiz traemos a ustedes esta muy interesante entrevista a Mark Muller. En la misma se tocan varios temas de suma importancia si se quiere entender lo que ha venido sucediendo en Euskal Herria en la última década.
Adelante con la lectura:
«La derogación de la ‘Doctrina Parot’ fue un momento político crucial para el TEDH»
El currículum de Mark Muller, un abogado escocés de Derecho Público International, especializado en derecho internacional, derecho penal, «terrorismo» y litigios relacionados con los derechos humanos, podría ocupar todo el artículo.
Aitor AgirrezabalEs habitual en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, fue abogado de Abdullah Oçalan y tumbó la pena de muerte en Turquía, asesora regularmente a numerosos organismos internacionales sobre cuestiones humanitarias y relacionadas con la resolución de conflictos, (de hecho, al terminar la entrevista en Donostia, viaja directamente a Génova, para participar en las conversaciones de paz sobre Siria), fue nombrado Consejero de la Reina de Inglaterra en octubre de 2006 e incluso inspiró el personaje de Mark Darcy, el abogado de derechos humanos de la película ‘El diario de Bridget Jones’.
En Euskal Herria también ha dejado una importante herencia. Dirigió, junto a Amaia Izko, la defensa de Inés del Río en el TEDH, en lo que supuso la derogación de la conocida como ‘Doctrina Parot’.
Todo ello como resumen. Pero, ¿quién es Mark Muller?
Durante muchos años ejercí en Londres y soy también abogado escocés. Y supongo que soy conocido por llevar numerosos casos en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Me ocupé de numerosos asuntos legales internacionales en Inglaterra o Gales y he trabajado en situaciones de conflicto de diferentes regiones y países. También sobre el terreno y tratando siempre con organizaciones de la sociedad civil y grupos opositores.
Puedo decir que tengo bastante conocimiento sobre una variedad de conflictos diferentes en todo el mundo, pero en relación con mi práctica legal, traíamos muchos casos diferentes al TEDH. Muchos casos de Turquía, relacionados con la libertad de expresión, pero también con la destrucción de aldeas en medio de la guerra entre el PKK y el Gobierno. Asumí la defensa de Abdullah Oçalan y logramos avances por muchos derechos humanos en Turquía. Uno de ellos, la abolición de la pena de muerte. Pero también la retirada de los militares del sistema judicial, la abolición de los catorce días de detención injustificada o una serie de casos contra la libertad de expresión y asociación política. Tengo unos 400 casos en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La mayoría implican a Turquía, pero también casos relacionados con Armenia, Azerbaiyán o Irak.
Y ha participado en numerosos casos de mediación en resolución de conflictos.
Como consecuencia de trabajar en estos casos en el TEDH, el diplomático británico de la ONU Martin Griffiths me pidió que me convirtiera en asesor principal en el centro de ayuda humanitaria en 2005.
¿Por qué acude a Euskal Herria –esta entrevista se realizó coincidiendo con el décimo aniversario de Aiete–?
Bueno, he observado con interés en los últimos 15 o 20 años el proceso que se ha desarrollado en el País Vasco. No es ningún secreto que Martin Griffiths estuviera trabajando en este proceso y, en ese momento, yo trabajaba con él en una serie de procesos. No en este en concreto.
Pero también en el transcurso de mi trabajo legal trabajé en un caso que afectaba a una presa vasca, de ETA, y la ‘Doctrina Parot’. Cuando ganamos el caso recuerdo grandes multitudes en Madrid y grandes multitudes aquí (Euskal Herria), en lados opuestos, pero creo que fue un caso y un momento importante para España en cuanto a si cumpliría o no con la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Y, pese a que le costó, lo implementó. Fue un importante avance.
También me interesó esta reunión por lo que sucedió hace 10 años (Aiete), tras lo que ETA renunciaría a la lucha armada para pasar a un espacio político y tratar de llevar el conflicto a su fin. Evidentemente, involucró muchos temas, como los prisioneros o detenidos, o la reconciliación. Me interesó que, al fin y al cabo, representaba la resolución de un caso en el marco de la Unión Europea y estoy convencido de que se resolverá a base de diálogo. En el futuro. Pero, ¿cómo encajan aquí hechos como un referéndum o el diálogo internacional? Me interesó porque envolvía todos estos temas.
La derogación de la denominada ‘Doctrina Parot’ ha sido uno de los principales puntos de inflexión, en lo que al aspecto judicial se refiere, en todo el proceso vasco.
Bueno, creo que este caso está infravalorado. Entre los juristas de la Corte Europea de Derechos Humanos es bien conocido y se usa hoy como una autoridad para otros casos diferentes relacionados con la repetición de penas de los detenidos. Pero quizá es menos conocido en un sentido político. Fue un momento crucial, no solo para España, sino en un sentido político más general para el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. El TEDH actúa bajo el principio de que las distintas autoridades implanten sus resoluciones. Este juicio tuvo efectos importantes para Rusia, Ucrania, Turquía u otros lugares y fue implementado y totalmente respetado por otros muchos estados.
¿Y qué hubiese pasado si el Gobierno español no lo hubiese implementado por completo?
Después vendrían otros detrás que tampoco lo harían. Por eso, este caso fue importante no solo para España o para los detenidos, sino para todo el sistema judicial europeo. Por ejemplo, en el caso de Oçalan hubo un semi-cumplimiento. Turquía, efectivamente, asumió la recomendación de la corte sobre la pena de muerte, pero lo cierto es que no se transmitió una credibilidad sobre la potestad de esa corte.
Tanto en el caso de Turquía como en el del Estado español creo que todos perdieron una oportunidad. Algunos de esos temas podrían haberse abordado dentro de un proceso de largo tiempo, en un proceso de diálogo político entre partidos, porque al final todavía hay que confrontar algunas de las tensiones que provocaron esos conflictos.
Como ha dicho, su conocimiento de derecho internacional le ha llevado a ser parte de la mediación no estatal en muchos conflictos.
Yo no he participado, de forma activa, en el caso de Euskal Herria. Lo hicieron mis colegas. Pero está claro que los mediadores no estatales, cuando una parte describe a la otra como terrorista, o cuando se dan casos que involucran la libertad de asociación, se han convertido en un bloque de confianza. En muchos casos, funcionarios estatales acostumbran a tratar con otros funcionarios estatales de otros países. Sin embargo, cuando se trata de grupos denominados por una parte como terroristas, lo hemos visto en Sri Lanka o en Palestina, los estados dejan claro que no están obligados porque son grupos que están en la lista de grupos terroristas de la UE. Pero hay estados, como el caso de Noruega, que ha rechazado públicamente esa lista en su afán por trabajar en favor de procesos de paz. A pesar de ello, también Noruega tiene sus problemas sobre cómo afrontar estos procesos. La mediación no estatal ayuda a superar esas barreras, trabajando en la sombra, creando ecosistemas de confianza antes incluso de que comiencen los diálogos.
Y esa mediación se ha convertido en la clave de cualquier proceso.
Creo que la razón por la cual la mediación estatal se ha desarrollado en los últimos 20 años es porque había una verdadera necesidad para ello. Y es porque muchos países estaban, simplemente, cambiando las leyes antiterroristas para lidiar con sus problemas políticos. Pero, al final, como nos enseñó el norte de Irlanda, en algún momento la gente tiene que comenzar a hablar. A veces de forma confidencial, por canales extraoficiales, de cosas muy concretas, pero das pie a comenzar esas conversaciones.
En el caso de Euskal Herria, los estados ni siquiera quisieron participar en el desarme.
No. Bueno. Esto tampoco es algo inusual. Muchos estados toman esa posición, pero la historia nos dice que si queremos resolver un conflicto político que se ha expresado a través de una oposición armada o si quieres acercar alguna forma de reconciliación, tienes que trabajar más allá de términos de país. Es la historia de todos los procesos de paz exitosos. Volvemos a tener el ejemplo del norte de Irlanda, un proceso más allá del simple debate país vs terrorismo. Nos enseña cómo Gran Bretaña tuvo que tomar una decisión si realmente quería mover el conflicto político.
En el conflicto vasco quedan flecos por resolver, como la situación de las personas presas.
Bueno, no soy un experto en este proceso. Primero tienes que entender el lugar en el que se da el problema. Quizá se puede entender por la historia de España. La gente de un lado no escucha a la gente del otro lado. Seguramente no es algo que venga del conflicto vasco, sino de la guerra del 36. La gente, simplemente, no escucha a otra gente. Si te preguntas sobre cómo la sociedad debe lidiar con esos problemas del pasado, es por lo que es necesario la intervención desde fuera.
Creo que al diseñar un proceso lo primero que debes hacer es un análisis completo, desde los orígenes hasta en qué punto se encuentra el conflicto en este momento. Por ejemplo, que un grupo armado pasase a un frente únicamente político. Y, de hecho, es por eso por lo que estamos hoy aquí (en Aiete), 10 años después. Fue el momento en el que, al menos una parte, decidió que se debían resolver todos estos problemas a través de la política. Fue un movimiento significativo y que tendría consecuencias en el proceso y se produjo como consecuencia de un diálogo. Y se logró, sí, pero ahora hay un trabajo inacabado cuando falta reconciliación, hay prisioneros… ¿Cómo se deber resolver? Es un asunto interno entre los partidos políticos vascos, el Gobierno y la gente de España.
Creo que hay ejemplos para algún tipo de diálogo político, como el de Sudáfrica. En otros lugares ya se han afrontado estos problemas que quedan por resolver, y es allí donde se debería mirar.
El norte de Irlanda, Sudáfrica… ¿Es importante aprender de ellos?
Recuerdo cuando acogimos a la oposición de Bahrain y a los leales al monarca y los llevamos a Sudáfrica para los diálogos nacionales. Cuando comenzamos, unos y otros decían que no tenían nada en común con la posición del otro. Solo se pusieron de acuerdo en una cosa. En que Sudáfrica no tenía ninguna lección para ellos. Y pasaron dos semanas en Sudáfrica, aprendieron su historia y encontraron muy interesante el asunto de las minorías y las mayorías. Y tanto unos como otros empezaron a ver algunas similitudes. Se comenzaron a interesar por cómo la gente fue derribando esas barreras que los separaban.
También trabaja en conflictos a través del arte y la cultura.
Soy el Director Ejecutivo de Beyond Borders. La organización se creó en 2010 después de mantener una serie de conversaciones con varios estadistas de alto nivel en Escocia. En los últimos veinte años, Escocia ha atravesado profundos cambios políticos y culturales, sobre todo con la creación del Parlamento escocés en 1999 y el exclusivo acuerdo de devolución constitucional. Así que pensamos que era el momento adecuado para crear una nueva iniciativa escocesa utilizando la herencia política y cultural única de Escocia para tratar de promover un mayor entendimiento entre naciones y también diferentes culturas alrededor del mundo.
De mis viajes alrededor del mundo aprendí que muchas personas, naciones y grupos diferentes están profundamente interesados en lo que ha sucedido en Escocia. Si hablas con kurdos o hablas con palestinos, o incluso con personas en Siria y Libia, y ahora en Ucrania, la gente está extraordinariamente interesada en cuestiones relacionadas con la autonomía y la devolución. Y Escocia ofrece un fantástico ejemplo no violento de cómo hacerlo.
Pero, ¿cómo ayudan el arte y la cultura a ello?
Creo que lo que pasa es que la gente que suele caer en conflictos políticos toma posiciones extremas, ya no se escuchan entre ellos, ya no creen que haya un área en la que pueden estar de acuerdo, y a veces el arte y la cultura son una forma en la que puedes juntar a esa gente. Comienzan a escuchar unos las historias de otros, ven similitudes entre ellos y comienzan a considerar a la otra parte como alguien con quien pueden entablar un diálogo.
Reunimos a las personas en el contexto de un entorno cultural donde pueden centrarse en la música o lo que sea, pero puede implicar algunos aspectos de resolución. Ellos se sienten mucho más relajados, disfrutando de otras culturas y mucho más abiertos a hablar.
¿Y por qué escogió Escocia para ello?
Estábamos llevando a gente de países en conflicto a Sudáfrica o el norte de Irlanda para aprender las lecciones de la construcción de la paz. Y pensé: ¿por qué no Escocia? Escocia tiene una extraordinaria historia que contar. Para empezar, debido a los numerosos festivales y la cultura que podríamos usar en Beyond Borders para traer a grupos de forma conjunta, pero también porque Escocia ha tenido una gran experiencia, un extraordinario viaje constitucional en Europa en los últimos 25 años.
Beyond Borders toma la experiencia cultural de Escocia porque es un gran ejemplo para explicar sus cambios constitucionales masivos, la devolución de poderes, el referéndum, los procesos de diálogo y como un país pequeño se puede regenerar políticamente.
¿Es un proyecto exportable?
Desde hace mucho tiempo hemos pensado en ello. No como una franquicia, pero exportando la idea. Por ejemplo, hemos ayudado en la financiación para algo similar en Santa Fe, en Estados Unidos. Hemos pensado en lugares como Sri Lanka o Oman. Hemos dado el primer paso, y estamos mirando para llevarlo a más lugares. Recuerdo que hablé sobre ello con algunas personas que viven en Catalunya (Carles Puigdemont participó en un encuentro en 2018). Nos encontramos en una fase interna de revisión sobre lo que queremos hacer para los próximos años. Y exportar la idea está en la agenda.
Hemos presentado casos que tienen que ver con el País Vasco, hemos tenido música y cultura del país vasco, también de Catalunya. Y muchos escoceses están interesados en estos dos casos.
Su base está en la frontera entre Escocia e Inglaterra.
Utilizamos lugares que están alejados del poder central, cercano a fronteras. Creo que la gente lo entiende como un espacio neutral para discutir las ideas o demandas.
Se encuentra en Euskal Herria, tiene su base en Escocia y la justicia europea es su ámbito de trabajo. No es su especialidad pero, ¿cómo se entiende aquí el derecho a decidir?
El derecho a la autodeterminación está establecido en la Carta de las Naciones Unidas. Está claro que el derecho existe, pero la verdadera pregunta es cómo dar expresión a ese derecho.
En Escocia, David Cameron reconoció el derecho de la gente a determinar su futuro político a través de un acuerdo. Ahora hay un gran debate en curso en Inglaterra y todo el Reino Unido sobre si la unión, realmente, responde al consentimiento. La administración de Boris Johnson es la que debe otorgar el poder de convocar ese referéndum a través de la sección 30. Lo están solventando diciendo ‘no decimos que no, decimos que ahora no’. Otros dicen que esta generación ya votó en 2014. Hay un gran debate más específicamente sobre cuál es la naturaleza de esta Unión y Gran Bretaña va a tener que decidir si esta unión se basa en el consentimiento o si se agarra al derecho constitucional.
El Estado español es muy férreo en su mensaje sobre mantener la unión a cualquier coste, pero en el fondo también existe ese debate sobre el consentimiento. En Escocia es más complicado negar ese derecho.
¿Y el Derecho internacional no dice nada sobre este derecho?
Incluso aunque tú pruebes que existe ese derecho, al final, todos estos procesos derivan en procesos políticos. Incluso si tú estás a favor de la independencia, como puede ser el caso de Nicola Sturgeon, y te amparas en la definición del derecho internacional sobre el derecho de autodeterminación, sin un proceso político, una legitimidad internacional, puede ser muy perjudicial para la gente de Escocia.
Está claro que la gente de Escocia apoya mayoritariamente autodeterminarse. Ya lo han hecho en el pasado y pueden hacerlo en el futuro.
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