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domingo, 8 de diciembre de 2019

Reestructurar la Democracia

El tema de la desigualdad generada por el neoliberalismo sigue siendo una preocupación prioritaria. En ese sentido, les compartimos esta editorial de Gara:


La intuición indica que, en general, los ricos participan en las elecciones más que los pobres y que respaldan en las urnas a los partidos que mejor defienden sus intereses. Es decir, votan a partidos de derecha y de orden. De este apoyo las clases altas obtienen un mayor beneficio del sistema político y económico. En Euskal Herria el análisis de los datos electorales confirma estas hipótesis y señala que las derechas, con todas sus diferencias pero también con todas sus similitudes, adquieren su ventaja de este esquema: según crece la renta crecen la participación y el porcentaje de voto de las opciones conservadoras.

Este patrón se repite con leves variaciones en Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa. Si bien no se puede contrastar por falta de datos, sería sorprendente que no se reprodujese en Araba –incluso en Ipar Euskal Herria–. Es una tendencia global de la que la sociedad vasca no está exenta.

Esta realidad tiene graves consecuencias. El sistema político expulsa a las capas más pobres del ejercicio del voto y en consecuencia de la representación institucional. Las rentas más altas están mejor representadas, mientras que las más bajas ni están representadas ni son tenidas en consideración, de no ser como problema. Por ejemplo, en Bizkaia, en las secciones más ricas el 10N votaron 20.059 personas más que en las más pobres. De esos 15 puntos de diferencia la mayoría de votos fueron para fuerzas conservadoras y de la derecha.

Tal y como ha señalado el investigador Braulio Gómez, los y las pobres no pueden formular un mandato, y por lo tanto tampoco premian o castigan las políticas, ni siquiera las que les afectan. Si no participan en la parte más sencilla y débil de la actividad democrática, las elecciones, es muy difícil que estos sectores se vean llamados a ejercer otras formas de participación.

El análisis de los resultados de las últimas elecciones –y siempre ponderando que se trata de comicios estatales–, no solo confirma algunas hipótesis, también aplaca otra opiniones. Por ejemplo, la idea de que los pobres gustan del veneno que los mata, por así decirlo, votando en masa a favor de la derecha. Este supuesto no tiene mayor fundamento, pero resulta atractivo para ciertas retóricas con un fondo clasistas. Esta idea también le interesa a la ultraderecha, porque con las profecías ocurre como con la enfermedad o la locura, que de tanto reclamarlas se acaban desarrollando. Sin ir más lejos, es cierto que en el bloque de mayor pobreza Vox tiene mejores resultados que en el resto del tramo, hasta llegar a las rentas más altas, donde recupera porcentaje.

Acrecentar la riqueza política y repartirla mejor

La desigualdad en política empobrece el sistema. Hacen falta políticas públicas que promuevan una participación que sirva además para combatir la pauperización y la precariedad de amplias capas de la sociedad vasca.

Estos datos deberían hacer reflexionar a los partidos. Lo más probable es que las fuerzas conservadoras ya estén ahí. En términos generales, son cuestiones importantes para proyectar cómo evolucionará el voto. Se cruza con temas como el declive demográfico y la migración; los cambios potenciales en los sentimientos de pertenencia nacional y cómo afectarán a la barrera étnica del voto; la influencia del feminismo; la renovada relevancia de las candidaturas, la campaña y las tecnologías; o una hipotética bajada de la edad para votar.

Este análisis también tiene gran importancia en Euskal Herria para los ejes izquierda-derecha y nacionalidad. La izquierda tiene un compromiso con los intereses de las mayorías y la igualdad que le obliga a pensar en cómo lograr un crecimiento en la participación, una mejor representación y una mayor politización.

Desde el punto de vista nacional, de cara a la decantación de sectores en procesos plebiscitarios, los cambios aquí pueden ser relevantes. La implicación de las capas más pobres en la política puede elevar la participación. Estos sectores serán sensibles a quienes compartan su poder con ellos y ellas, en pie de igualdad. En el resto de segmentos, es probable que una visión democráticamente más rica y socialmente más inclusiva favorezca al independentismo. Sobre todo cuando la alternativa es la imparable tendencia autoritaria, opresiva y favorecedora de la desigualdad del Estado español. La idea de un Estado vasco decente, de una sociedad que acrecenta su riqueza y la reparte mejor, es atractiva no solo para quien no tiene nada, sino para quien piensa que hay que promover el reparto de todo para la mayoría, garantizando derechos efectivos y no solo formales.






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