Y con respecto a la sentencia condenatoria a Alfredo de Miguel y sus compinches, desde Naiz traemos a ustedes este comentario que nos hace rememorar cierto vergonzoso episodio en la historia reciente de la Monarquía Bananera de Españistán:
Iñaki IriondoCuando la infanta Cristina se hizo la ignorante sobre todo lo que había hecho su marido, Iñaki Urdangarin, para incrementar el patrimonio familiar, pocos la creyeron, salvo aquellos que la libraron de la cárcel. Tampoco tuvo éxito el intento de Ana Mato de presentarse como «esposa florero» –«yo no sabía nada»– a la que le aparecían Jaguars en el garaje y nunca preguntaba. Sin embargo, los defensas jeltzales salen todos a una defendiendo la independencia de las partes del matrimonio, la separación de bienes y el feminista desconocimiento que la mano izquierda tuvo sobre lo que estaba haciendo la derecha cuando la trama se acerca a Gasteiz, pongamos que hablamos del «caso De Miguel». Entiéndase esto como una metáfora. Es decir: se condena con un buen puñado de años de cárcel a tanto burukide y tanto cargo público por formar una «asociación ilícita» cuyo único nexo en común es la afiliación al PNV de los capos de los malhechores, «asociación ilícita» –redundemos– a través de la cual se estuvieron enriqueciendo durante años, y resulta que nadie en su entorno político se percató de nada. Bendita inocencia.Nadie antes o después de las reuniones del ABB escuchó nada sospechoso; nadie en la Diputación, desde donde se enviaron correos electrónicos, se olió nada; a nadie le llamó la atención la proliferación de empresas que ganaban dinero sin hacer nada. ¿Nadie nunca tomaba café con ellos? ¿O alguna cerveza para hablar de cosas mundanas? ¿Doce condenados a prisión, tres inhabilitados y ninguna sospecha en Sabin Etxea?El hoy lehendakari y entonces presidente del EBB, Iñigo Urkullu, y el actual presidente, Andoni Ortuzar, han insistido en que sus dirigentes, afiliados y compañeros delinquieron a título individual, por puro lucro personal, codicia. Pero que nada tuvo aquello que ver con el partido, cuyo nombre –al igual que los cargos institucionales que ocupaban– utilizaron en vano, pecando así contra el segundo de los diez mandamientos de la Ley de Jaungoikoa. Han pedido disculpas, pero ninguno asume responsabilidades por estas ranas que medraron en los charcos jeltzales. Al menos Esperanza Aguirre dimitió en su día asumiendo su culpa «in vigilando».
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