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viernes, 1 de noviembre de 2019

Salda Badago | Feminismo Racializado

Han iniciado las Jornadas Feministas de Euskal Herria y desde El Salto les traemos la crónica del primer día:


El discurso de las feministas racializadas se impone ante el feminismo blanco en las quintas Jornadas Feministas de Euskal Herria, que durante tres días reúne a 3.000 mujeres en el municipio de Durango.

Gessamí Forner

Las feministas racializadas pusieron ayer en evidencia al feminismo blanco y hegemónico en las quintas Jornadas Feministas de Euskal Herria, que se celebran durante este puente de noviembre en el municipio de Durango bajo el título Salda Badago (Hay caldo, en castellano) y cuentan con la presencia de 3.000 mujeres.

Cuando llega el otoño, la mayoría de tabernas vascas cuelga el cartel de Salda Badago, caldo cocinado a fuego lento durante horas en pucheros de grandes dimensiones repletos de buenos ingredientes, como este encuentro histórico que define la agenda del feminismo para los próximos diez años. Se comentaba antes de las jornadas, y se oía si querías escucharlo, que la mesa de decolonialidad se presentaba potente y que iba a dar guerra.

No defraudó y la temperatura del caldo servido en las jornadas subió a ebullición durante las dos horas en las que los colectivos de mujeres racializadas tomaron la voz y cuestionaron desde la presencia de una mujer blanca sentada en la mesa hasta los privilegios que ejercemos sin ser conscientes, pero no por ello menos opresivos, las feministas autóctonas.

Gran parte de las asistentes se sintieron interpeladas. Pero tras escucharlas, muchas se arrancaron a aplaudir y a ovacionar su discurso, que incide en una cuestión semántica para ellas de vital importancia: “No es lo mismo alianzas que nos instrumentalizan que tender puentes entre nosotras”. Lo dijeron alto y claro: las feministas racializadas vascas no quieren sentirse parte de una cuota, ni ser tuteladas, ni mucho menos lideradas, por el feminismo blanco. Ellas tienen su propia voz y nosotras debemos aprender a callar y a escuchar.

Y aún así, aún habiéndolo reivindicado, dos de las intervenciones en el tiempo de preguntas estuvieron destinadas a cuestionarlas. Primero, una asistenta que habló de las bondades de España. La segunda insistió en la colonización que vive Euskal Herria. Ambas fueron abucheadas por la mayoría de las presentes, mientras desde la mesa les recordaron que no es lo mismo la opresión que sufre Euskal Herria de España que la que sufren sus países de origen, y fueron más allá: "Las empresas vascas internacionales nos explotan no solo aquí, sino también en nuestro país de origen". Aplausos, aplausos y aplausos.

La voz que más incomodó, por su discurso tajante y sin fisuras, fue la de Leocadia Bueriberi, de la Red de mujeres racializadas de Euskal Herria. Tras la mesa, indicó que “era de esperar que íbamos a incomodar, pero me lo he pasado bien”. “Al final he sido un poco hostil, pero hay que serlo, sino no se remueve nada”. Fue ella la que pronunció la metáfora que hizo cambiar la perspectiva de quienes la escuchaban: "La secretaría de un sindicato no la puede ocupar un patrón. Ni los hombres liderar el feminismo. Simplemente, las blancas deben mantenerse al margen de nuestro discurso".

Su compañera Manuela Jaffrey, del colectivo Raizes, remató la idea al recordar que "la mujer blanca, heterosexual y burguesa sigue siendo la representante de discursos categóricos e intenta homogeneizar y universalizar trayectorias diversas. Señora, ¡esto es colonizar! ¿Por qué no hablamos más de la colonialidad del ser o del discurso?", preguntó.

Una de las portavoces de las jornadas, Itizar Gandarias, valoró que “hemos empezado con dos debates muy fuertes y la mesa de la decolonialidad nos ha impactado. Ahora lo tenemos que digerir. Nos hemos sentido interpeladas y eso es positivo”.

La mañana transcurrió más tranquila en la mesa destinada a poner las vidas en el centro, pero con dos discursos que sobresalieron. El primero el de Txef Roco, del colectivo de Trabajadoras No Domesticadas, quien ya alertaba a su manera de lo que iba a llegar a la tarde. “Cuidado con el debate de la izquierda entre la reforma y la revolución. Cuidado, compañeras. Para nosotras el trabajo interno es el esclavismo del siglo XXI”, advirtió. Y recordó que en las componentes de su colectivo, las cuales trabajan o han trabajado como cuidadoras del hogar, “se cruzan las grandes opresiones: capitalismo, clasismo, machismo y racismo. Si las conseguimos ganar, cambiaremos el mundo”.

El segundo discurso que emocionó a las asistentes fue el de agrofeminismo, del colectivo Etxaldeko Emakumeak, quien su portavoza, Amets Ladislao, insistió en que “la soberanía alimentaria es nuestro objetivo y es un objetivo político para que todas podamos vivir mejor. Y el esfuerzo lo tenemos que hacer entre todas, nosotras solas no podemos cambiar el sistema entero”. Las baserritarras apuestan por una agricultura y ganadería ecológica y por un sistema ecofeminista que permita la sostenibilidad, tanto de las personas como del planeta.

Tras las dos mesas, hubo un total de 18 talleres y 11 debates que se celebraron en las aulas del instituto del pueblo. Renta básica, prostitución, cuerpos, migración y cultura fueron algunos de los temas abordados ayer viernes primero de noviembre. Las jornadas continuarán hoy con las mesas de Cuerpos y sexualidades y Construyendo vidas libres de violencias. La última mesa se celebrará el domingo y lleva por título Observando las entrañas del  movimiento feminista.

Estas son las quintas jornadas feministas. Las primeras se celebraron en Leioa en 1977, después en 1983 y 1994. Las  anteriores tuvieron lugar en 2008, en Portugalete. Rosa Pintor, de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia, ha asistido a tres de ellas. “Se van complejizando, como lo hace el mundo, y los sujetos cambian. Ahora hay más pluralidad y este año era el turno de las mujeres racializadas y su discurso”, resume.





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