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viernes, 1 de noviembre de 2019

Arimen Gaua

Desde Público nuestro amigo Danilo Albin puntualiza el tema de la celebración de la noche previa al Día de Todos los Santos en Euskal Herria y su vinculación antropológica con el Halloween celta:


Distintas investigaciones recogen testimonios sobre la tradición de vaciar y decorar calabazas para asustar a los transeúntes en el País Vasco. La costumbre se mantuvo al menos hasta los años sesenta.

Danilo Albin

Gau baltza significa “noche negra”. Arimen gaua se traduce como “noche de las almas”. Ambos términos en euskera también riman con Halloween, o al menos con una tradición vasca de conmemorar la víspera del Día de Todos los Santos que viene, temporalmente hablando, de lejos. Según distintos testimonios e investigaciones antropológicas, la celebración del 31 de octubre tiene orígenes vascos. En Euskadi, sin llamarlo de esa forma, llevaban organizando Halloween desde hacía varias décadas.

“Eso ya se hacía en mi pueblo. Los chicos, de noche, vaciaban calabazas, les hacían agujeros para los ojos y la nariz, metían una vela encendida, y cuando las mujeres bajaban del rosario se les ponían en un callejón estrecho”, relató Karmele Esnal, natural de la localidad guipuzcoana de Orio, en el marco de un trabajo realizado por Ahotsak.eus, el programa de recopilación y difusión del patrimonio oral y dialectal del País Vasco impulsado por la asociación Badihardugu.

Los antropólogos Jaime Altuna y Josu Ozaita convirtieron este tema en un trabajo antropológico que cobró forma de libro, titulado “Itzalitako kalabazen berpiztea” (“La resurrección de las calabazas apagadas”, publicado por el ayuntamiento de Eibar y la Universidad Vasca de Verano). Allí destacan, precisamente, los lazos entre Euskadi y esta celebración. “Antes de que las voces del Halloween americano llegaran a nuestros oídos, en las oscuras tardes otoñales las almas de calabaza iluminaban los rincones del pueblo vasco”, sostienen.

Altuna señala a Público que esa tradición “estaba muy extendida por el País Vasco”. “Hemos descubierto que hasta la década de los sesenta era muy habitual en el País Vasco que los niños y niñas vaciaran calabazas, las pusieran en caminos oscuros con velas y asustaran a la gente”, afirma este investigador.

"Raíces antiguas"

“Y ahora hablan de Halloween… ¿Eso? Eso lo he visto yo en mi pueblo, en otoño, en noviembre”, apuntaba Karmele Esnal en la grabación realizada por Ahotsak. Precisamente, Altuna remarcó que las fiestas en torno a la muerte que se celebran a finales de octubre y principios de noviembre tienen unas raíces muy antiguas”. En tal sentido, subraya que están relacionadas “con el final del verano y el principio del invierno”.

“Íbamos al huerto y le robábamos una gran calabaza al aldeano. La vaciábamos, unos agujeros a modo de ojos, boca y nariz, y poniendo una vela encendida dentro… Sí, yo he hecho estas cosas”, añadía por su parte Jesús Gangoiti, natural de Bermeo, en el trabajo producido por Ahotsak. La noche del 31 de octubre, esa misma que ahora se conoce como Halloween, nunca le sonó ajena.






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