Euskal Herria y Catalunya siguen dando lecciones de dignidad a una Europa orwelliana y olvidadiza que insiste en ser salvaguarda de estados anacrónicos.
Les invitamos a leer esta nota dada a conocer por Naiz:
El president de la Generalitat, Quim Torra, y el lehendakari Juan José Ibarretxe han recorrido juntos este mediodía el mismo camino que hace ochenta años José Antonio Agirre y Lluís Companys emprendieron con futuro incierto pero con una certeza: el destino de sus respectivas naciones iba a ir de la mano.@gara_ikerbizkarAmbos mandatarios han hecho juntos el trayecto hacia el exilio, en plena ofensiva franquista, que había desbaratado la resistencia republicana, pero aquel tortuoso viaje selló un hermanamiento que ocho décadas más tarde permanece inalterable.Agirre había regresado a Catalunya días antes, cuando Barcelona ya había caído, para coordinar con otros miembros de su Gabinete las labores de evacuación de sus conciudadanos y conciudadanas, y fundamentalmente para cumplir con la palabra dada a su homólogo catalán. Si Companys tuviera que afrontar el destierro, ese trago lo pasarían juntos. Así lo había prometido, y el lehendakari cumplió su palabra. Ambos atravesaron juntos una frontera que llevada días viendo pasar a decenas de miles de personas. Aquel fue un gran éxodo y un síntoma de que la República asistía a sus estertores.Han pasado ochenta años y salvando las distancias el contexto vuelve a ser peliagudo para vascos y catalanes –¿cuándo no lo ha sido?–, por eso la caminata del lehendakari y el president tiene un importante componente simbólico. Como evocadora es la actitud actual de la izquierda española que, igual que entonces hicieron Manuel Azaña, Juan Negrín y Diego Martínez Barrio, ha dejado en la estacada a dos pueblos que no sólo combaten por su lucha por los derechos nacionales sino que son punta de lanza y vanguardia en la defensa de la democracia en el conjunto del Estado.Pero el tiempo no pasa en balde, y si el dolor y la incertidumbre eran los únicos compañeros de Agirre y Companys en su camino hacia el exilio, ochenta años después, aun cuando los poderes del Estado se revuelven con el mismo candor centrípeto, ahora sí hay esperanza. Porque es la idea de España la que está hoy en crisis, más allá de su indiscutible capacidad para generar dolor.Torra ha manifestado, en este sentido, que ambos países defenderán «siempre y hasta el final» los «ideales» que los han mantenido en pie durante todo este tiempo, unos ideales que se han erigido en valladar contra el fascismo. El fascismo de quienes entonces gritaban «muera la inteligencia» y hoy corean «¡a por ellos!».
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