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domingo, 14 de noviembre de 2021

Jesús Yoldi Bereau

Un capítulo más del terror impuesto por el españolismo más violento representado en el franquismo. Una víctima vasca más de esa sin razón. Alguien quien, como muchos otros, fue borrado de los anales de la historia, algo que hemos visto una y otra vez.

Esto es lo que se nos relata desde las páginas de Naiz:


De Granada y de los teatros a Lorca y al paredón

Jesús Yoldi fue un químico baztanés que acabó siendo alcalde de Granada. Fue detenido, torturado y fusilado en 1936 tras negarse a escapar. Su recuerdo fue borrado de la ciudad y de su universidad. Más de 80 años después, han recompuesto su vida.

Aritz Intxusta

Tres profesores de Granada (Roque Hidalgo, Pedro Luis Mateo y Carmen Morente) viajaron el viernes a Arizkun. Fueron a contar a los vecinos del pueblo la historia de alguien de quien, hasta hace ocho años, apenas se sabía nada. Jesús Yoldi nació allá, en Baztan y acabó en Granada por ser un gran químico y mucho más que eso.
El padre de Yoldi era médico y dio buena educación a sus nueve hijos, de los que Jesús nació octavo. Por estudios, hizo la maleta y estudió en Zaragoza. Investigaba por entonces sistemas de químicos para almacenamiento de energía, baterías; pilas, vaya. Dejó un gran expediente en Zaragoza –Premio fin de Carrera– y marchó a Madrid a completar su formación. De ahí a Sevilla, donde otro hermano era profesor universitario. Pasó un par de años en Cádiz de los que poco se sabe, pero que sus biógrafos coinciden en que debieron ser claves para forjar su ideología, por lo abierta que era la ciudad y por todo el hambre que Yoldi tuvo que ver. Mientras impartía clases de farmacia en Cádiz quedó libre la cátedra en Granada y allá que fue Yoldi. Era el año 1924.

Cerrado lo académico, toca adentrarse en porqué borraron a Yoldi hasta de los registros de la Universidad de Granada. Hay que mencionar, pues, que se casó en 1928 con Beatriz Pérez, hija de un abogado propietario de la Alpujarra. Su suegro y el padre de Federico García Lorca eran amigos. Y Yoldi y Lorca, probablemente, también lo fueran. Cuanto menos, se conocían y tenían afinidad política. Se conserva una foto en la que se les ve juntos. Es el estreno Mariana Pineda en 1929, obra del poeta granadino, cuatro años más joven que Yoldi. En cualquier caso, Roque Hidalgo, uno de los tres autores de la biografía, está convencido de que Yoldi se convenció de las ideas republicanas por «el frente cultural».

No entró el químico baztandarra en política adscrito a un gran partido, sino en una formación autónoma local por la que salió electo concejal. Le llegó la vara de mando un poco de rebote en 1932, tras una dimisión. No le duró mucho. Los alcaldes no duraban mucho entonces. Cinco meses estuvo. La inestabilidad política en el Ayuntamiento deviene –concreta Hidalgo– de la desamortizacion de Madoz y Mendizábal, que dejó a los ayuntamientos sin comunales y con muchos servicios que pagar.

Yoldi se encontró con una ciudad acosada por el hambre. «Ahora nos parece una exageración, no lo imaginamos, pero había gente que aparecía en la calle muerta de hambre. Y la cosecha del año 30 fue muy mala», aclara Hidalgo. Yoldi aplicó sus conocimientos científicos a tratar de acabar con eso. Una de las acciones más vistosas fue combatir el fraude de la leche aguada.

Que los mercaderes estafaran con la leche añadiéndole agua era un timo que en Granda tenía una versión refinada. En otros lugares se combatía este fraude con un densímetro, un aparato de uso corriente, dado que el agua cambia la densidad de la leche. Pero en la ciudad de La Alhambra los pillos mezclaban la leche con la melaza residual de las azucareras de remolacha, engañando al densímetro. No contaban con que el concejal químico descubriera el engaño, analizando las proteínas en el laboratorio municipal. Y lo mismo hizo Yoldi con las harinas que se mezclaban con cualquier cosa. Como cargo público, no solo tiró de ciencia, también echó a toda una casta de supervisores de los abastos, por prácticas corruptas.

Aquella Granada también pasaba sed. No había agua potable. El navarro, ya alcalde, entre viajes a Madrid en busca de obras e inversiones que trajeran trabajo a la ciudad, trató de tomar el agua de la Cartuja, que había sido propiedad de los Jesuitas. Fracasó se granjeó la enemistad de lo que los autores de la biografía (que además de Hidalgo son Carmen Morente y Pedro Luis Mateo Alarcón) llaman la casta «ociosa» de la ciudad.

Las turbulencias políticas le apearon con la Alcaldía tras lidiar con el golpe de Sanjurjo. A resultas de todo aquello, el partido local donde militaba se disolvió y Yoldi decidió seguir en política en la formación de Azaña.

Torturado, fusilado y borrado

En julio de 1936 la derecha alzó a los suyos y los lanzó como bestias contra los republicanos. Yoldi, muy devoto, no creyó que cupiera tanta maldad. Estaba fuera de la ciudad y le ofrecieron irse a zona segura. Lo rechazó. Volvió a Granada, donde lo apresaron y le torturaron durante tres meses. Después, le dieron un permiso de tres días para ver a su familia, pero el químico ya estaba roto. Pasó esos tres días encerrado en una habitación con la luz apagada.

El 23 de octubre arrastraaron al paredón lo que quedaba de él. Y, como a otros cinco catedráticos de la universidad, lo llenaron de plomo. Beatriz, como tantas otras viudas, pactó con el hijo mayor, que tenía 7 años, no contar nada a los dos hermanos más pequeños, pero el mutismo no fue total, por suerte. Y el paso por la universidad fue borrado.

Una nota sobre los catedráticos de la Universidad de Granada fusilados en el 36 fue la pista para descubrirle. Encontraron fotos, expedientes, discursos, y a un hijo vivo que sabía la historia a medias. «Cuando estidiaba jamás nos hablaron de Yoldi. Cuanto más descubríamos de él, más sentíamos que le debíamos algo por todo lo que hizo por nuestra ciudad. Por eso decidimos ir hasta Arizkun», afirma Hidalgo.

 

 

 

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