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martes, 9 de noviembre de 2021

Cada 11 de Noviembre

Desde el portal de Noticias de Navarra traemos a ustedes este reportaje acerca de una fecha muy particular en el calendario del pueblo vasco.

Adelante, disfruten la lectura:


San Martín, el fin

La festividad de San Martín, el 11 de noviembre, marca en el mundo rural el cierre de un ciclo y el inicio de otro. Fin de la pasa de palomas y fiestas y llegada del invierno, la matanza y las castañas.

Lander Santamaria

Un viejo refrán euskaldun afirma: "Azaroa hotz, negua motz, azaroa bero, negua gero", que viene a decir que, según sea noviembre, frío o caluroso, el invierno será corto o largo. No es la única conseja relacionada con la meteorología, pero sí que este mes, por San Martín, el día 11, era final y principio de un ciclo distinto en el mundo rural.

"Por San Martín, el fin", acababan las tres jornadas referidas a la pasa de las palomas. En efecto, se afirmaba que en San Lucas (18 de octubre) se daría buena caza, por Todos los Santos que habría gran pasa y en San Martín llegaba el momento de descolgar las redes en Etxalar de guardar las escopetas o buscar otra caza, quizás liebres y conejos que no hay o corzos y jabalíes que parecen legión.

El caso es que las palomas, si han pasado y es de creer que lo habrán hecho, se han visto pocas o muy pocas. En las redes de Etxalar, el termómetro palomero del País del Bidasoa, ayer habían caído 24 docenas, cuarta parte que el año pasado. Medio siglo atrás, pasaban los bandos en Elizondo, rozando los grandes tilos de Kuartelekozelaia, el yerbín de las escuelas y hoy de Baztan Ikastola, y se cazaban en Belate, Bentaxar, Eskisaroi, Santa Bárbara, Akullegi y muchos otros, donde ahora esperan aburridos y desesperados los cazadores. Algo ha cambiado o hemos hecho para este cambio de cosas.

Últimas fiestas

En este época y por la festividad del santo que nos enseñó a sembrar el trigo, se celebraban las últimas fiestas patronales del año, en Gartzain y Berroeta (Valle de Baztan) que ya no lo hacen, y en el barrio de Aurtiz de Ituren y en Biriatu, villa tan bonita en Laburdi, allí donde el Bidasoa se rinde al mar, como desconocida, que lo siguen haciendo, pandemia mediante.

A Biriatu llegaban las gentes al espectáculo (¿?) de la toma e incendio de Irun en el maldito 1936 y presenciar la huida al exilio de miles de aterrorizados ante la llegada de las tropas franquistas. Y en Lesaka, también su parroquia honra a San Martín, si bien dedica las fiestas a San Fermín, y todavía a fin se mes, el día 30, aún quedaba por festejar en Azpilkueta a San Andrés.

Estos festejos otoñales, con lluvias y fríos, eran más recogidos que los veraniegos. Primaban las misas y las reuniones familiares acompañadas de comidas, cenas y largas sobremesas. Julio Caro Baroja recogió una jugosa anécdota que refleja la sobriedad de la alimentación hacia 1925, cuando dos muchachas beratarras que servían en Berroeta fueron invitadas a entrar en una casa, desde cuya ventana les ofrecían Baztanzopak y "gure San Martin ona". Accedieron pero quedaron defraudadas al ver que la Baztanzopa era "unos mendrugos grasientos" y el "San Martín bueno" sólo era "un vulgar vino tinto". En estos pueblos, aclaraba Caro Baroja al vino se le llamaba con el nombre del santo patrón, ya que únicamente en fiestas era cuando se bebía. Se sorprendería el sabio de Itzea de la popularidad que alcanzan hoy las Baztanzopak, típicas lonchas de pan empapadas en un caldo hecho con cabeza y corada de ovino, rociadas con azafrán; aunque claro, en la época que refería don Julio, la sopa se elaboraba con cabeza e interiores de carnero y no de oveja como ahora, más ligera si bien tampoco mucho.

Matanza y alquileres

Lo sabido es lo de "a todos los cerdos les llega su San Martín", señal del inicio de la época de matanza del cerdo, la rotura de la "hucha" doméstica. A orillas del Bidasoa se hacía en enero o febrero, pues estaba "mal visto" antes de fin de año y adelantar el sacrificio del cuto suponía que se consumiría pronto y la familia pasaría estrecheces.

La matanza es sobradamente conocida, obligada y conservada la costumbre de llevar txerripuskak (trozos de cerdo) al párroco, al médico, al veterinario y a los vecinos que correspondían de igual forma. Curioso que, como con otro artículo, en todos los pueblos, se reservaban las patas y orejas para el convento de Lekaroz.

San Martín fijaba el final preocupante cuando no doloroso del alquiler a los maisterrak (inquilinos), pendientes siempre de cumplir de manera conveniente con el dueño. El ocupante acudía al propietario al que obsequiaba una bacalada o un par de las mejores gallinas, se hacían cuentas pues el producto del caserío se hacía por mitades y se iniciaba un nuevo ciclo. "Desde este momento, como es natural, las cuentas se renuevan. El día 11 de noviembre, el casero de Iparraguirre dejó el caserío", tal como también recogió Julio Caro Baroja.

Igualmente, en esta época es habitual consumir castañas, algunas desde final de septiembre, las conocidas sanmiguelak que eran de las primeras. Eran recurso alimenticio y para conservarlas se recurría a unos cerrados o ericeras (por la cubierta con pinchos que cierra el fruto) donde se cubrían las castañas con hojas y musgo con lo que se conservaban largo tiempo.

También en este caso y tiempo de castañas, cada caserío "guarda un robo (28 kilos), o medio robo de ellas, según su posición, para dicho convento (de Lekaroz). Estas se llevaban a una casa especialmente designada, de donde los frailes las recogen", costumbre recogida en Oiz (Malerreka) aunque practicada en toda la comarca. Las últimas se recogían ahora, las llamadas San Martín, y pronto se verán los amigos castañeros en Pamplona, para servirlas en cucuruchos de papel de periódico, lo que, por cierto, como los bocadillos para ir al fútbol, no se puede hacer en un ordenador portátil.

 

 

 

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