Euskal Herria sera anfitriona de una muestra de cine muy particular, una que dará a conocer a los aficionados vascos al cine un México diferente, más rico, más diverso. De ellos nos habla este artículo de Naiz:
«Ser mujer, indígena y cineasta en México es una posición política»
Cuatro cineastas y dos activistas de derechos lingüísticos y humanos son las invitadas de ‘México, mujer y cines originarios‘, el ciclo con el que el festival Zinebi propone un acercamiento a una filmografía que se podría definir de militante. Las proyecciones, del martes 16 al jueves 18.
Amaia EreñagaComo dijo gráficamente Yunuen Cuenca Vázquez, la moderadora y dinamizadora de este ciclo, «aquí hay de chile, de mole y de dulce». Un paralelismo con los tamales que se puede extrapolar a las seis mujeres representadas el domingo en la Alhóndiga, en el encuentro previo a las proyecciones de esta semana dentro del ciclo ‘México, mujer y cines originarios” dentro del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbo.
Mexicanas todas, pero procedentes de diferentes pueblos con sus propias lenguas y realidades. Tan atomizadas que algunas, de hecho, se han conocido en Zinebi.
Como apuntó Yasnaya Aguilar, investigadora, escritora y activista mixe de los derechos lingüísticos, en México hay doce familias lingüísticas, cuatro veces más de lo que hay en todo Europa, una diversidad y una riqueza que no se refleja en el cine. Y eso que los pueblos originarios han bajado hasta ser el 6,1% de la población mexicana.
«Ser mujer indígena y cineasta en México –explicó– es una opción política, sobre todo cuando el Estado mexicano, para construir la identidad nacional, ha pasado por el ‘borramiento‘ de otras lenguas, otras culturas y otras experiencias. Y en eso, desgraciadamente, el cine ha sido muy funcional».
La imagen del indígena que se ha dado desde la pantalla es «como un monolito audiovisual». Las mujeres son retratadas como «ignorantes y sumisas, reforzando el machismo cotidiano»; los hombres, como seres malvados.
Romper clichés
Las nuevas generaciones de cineastas están intentado romper con esos clichés, contar «las historias paralelas, las contradicciones de ese otro México que se está construyendo y no ha sido reflejado», dijo Zenaida Pérez Gutiérrez, periodista y fundadora de la Asamblea Nacional Política de Mujeres Indígenas de México.
Y lo hacen cuestionando a la potente industria del cine mexicano, como Luna Marán, que aboga por hacerlo desde la comunidad –presenta dos documentales: ‘Me parezco tanto a tí” (2011) y ‘Tío Yim” (2019), un retrato del cantautor, filósofo zapoteco y activista– o rodando historias incómodas, como hace Concepción Suárez, que se presentó como Adherente a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.
Ella es la autora de ‘Koltavanej” (2013), un documental sobre Rosa López Díaz, una mujer tsotsil embarazada que fue torturada para que se autoinculpara de un crimen. Suárez consiguió grabarla dentro de la cárcel de San Cristóbal de las Casas y mostrarla en el Festival Ambulante, impulsado por Diego Luna y Gael García Bernal.
Algunas ruedan en sus lenguas maternas, como Yolanda Cruz –‘Guenati’za” (Los que vienen de visita, 2003)– o Itandehui Jansen, con ‘Kill Nche Ndutcha” (2020). Por cierto, Jansen chocó con la ignorancia hacia su lengua de los responsables de INCINE (instituto mexicano de cinematografía) y Suárez con el Festival de Morelia, el que más proyecta cine indígena: «Preguntaban qué lengua hablabas y cuál es tu territorio. Pero yo soy de la diáspora indígena, que perdió su lengua y su tierra. Ellos deciden entonces quién es indígena y quién no lo es».
Las películas se proyectarán el martes 16 y el jueves 18 en la Alhóndiga. El jueves, en colaboración con la casa de Marienea, las Mujeres de Basauri, habrá un encuentro con Zenaida Pérez y Concepción Suárez.
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