Que la criminal dictadura franquista gozaba de la simpatía de las potencias económico militares occidentales siempre se ha sabido.
Que fue en Washington y en Bonn donde se cocinó la 'modélica transición' ha sido un secreto a voces.
Que los eufemísticamente denominados 'servicios de inteligencia' de Estados Unidos, Inglaterra y Francia han estado involucrados en la creación, financiamiento y operatividad de los cuerpos paramilitares con los que los regímenes afines sofocan sangrientamente a sus opositores es un tema que se ha manejado hasta en las películas de Hollywood.
Así que quienes han callado por conveniencia o por complicidad les habrá causado "gran sorpresa" lo revelado por los documentos desclasificados de la CIA acerca de la mano que meció la cuna de los GAL. Desde la acera de enfrente eso ha sido una verdad diáfana desde el día uno, dichos documentos solo dan solidez a lo ya sabido.
Dicho lo anterior, les dejamos con este artículo al respecto publicado por Gara:
La responsabilidad de Gobierno González y PSOE en los GAL había sido señalada sin dudas en enero de 1984 en el informe de la CIA que acaba de conocerse. Diez meses después, en otro documento similar, el servicio de inteligencia estadounidense alertó de los efectos que provocaría que ello se probara. Algo profético leído 35 años después.
Ramón Sola
La mención a la responsabilidad de Felipe González en la creación de los GAL en un documento desclasificado de la CIA ha confirmado lo que era un secreto a voces en Euskal Herria. Pero para valorar por qué esto no ha sido reconocido en el Estado español y el ámbito internacional conviene releer otro documento algo posterior de la misma agencia estadounidense, el de noviembre de 1984. Y es que en él alerta de que «si se confirmara la presunta implicación, las credenciales democráticas de Gobierno y PSOE quedarían seriamente empañadas».
Con la definición de la implicación oficial en la guerra sucia como algo «presunto», la CIA viene a prevenirse a sí misma de los efectos de esta cuestión, si bien en el informe de diez meses antes no había mostrado duda alguna al respecto: «Felipe González ha acordado la creación de un grupo de mercenarios para combatir fuera de la ley a terroristas».
Obviamente, los momentos de uno y otro documento tampoco son los mismos. En el de enero de 1984 se hace referencia a que el GAL había matado a dos refugiados –Ramon Oñederra, Kattu, y Mikel Goikoetxea, Txapela, sin contar a Joxean Lasa y Joxi Zabala, que entonces únicamente figuraban como desaparecidos– mientras que diez meses después la trama ya se había confirmado como devastadora, con otras nueve víctimas mortales más.
Tras la rotundidad expresada en el primer momento, cuando la CIA afirma que «González ha acordado la formación de un grupo de mercenarios, controlado por el Ejército, para combatir fuera de la ley a los terroristas», en este informe de finales de 1984 se evita señalar directamente al Ejecutivo o al partido, y cuando se hace es en términos de mera presunción.
La explicación de esta matización posterior queda clara en la frase referida: «Si se confirmara la presunta implicación, las credenciales democráticas de Gobierno y PSOE quedarían seriamente empañadas». La CIA parece preocupada por ello.
No está de más recordar que en ese 1984 la posición del entonces presidente español respecto a los intereses de Estados Unidos había girado notablemente, sobre todo en la cuestión de la OTAN. Tras oponerse al ingreso decidido por la UCD y prometer un referéndum, a lo largo del año Felipe González giró hacia una posición favorable a la alianza militar, que terminaría sacando adelante primero en el debate interno de su partido en 1985 y después en la votación de 1986.
Las dudas de la CIA
Este segundo informe indica, por otra parte, que la CIA tiene muchas dudas sobre los efectos prácticos de esa estrategia, que en el primer documento admite sin tapujos como «guerra sucia» y con la que diez meses después parece mostrarse más comprensiva.
Así, cita que los exiliados víctimas mortales de sus acciones han sido definidos en la prensa española como «peces pequeños». Señala que políticos vascos creen que con ello solo se están creando «nuevos mártires». Y añade acto seguido que en última instancia los GAL pueden acabar incrementando el número de miembros de ETA.
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