El encierro convocado por los distintos estados del mundo en respuesta a la peligrosidad del SARS CoV-2 ha sido muy duro para todos, especialmente para la clase obrera que ha visto su ya de por sí precaria calidad de vida desplomarse a niveles realmente exasperantes.
Euskal Herria no ha sido la excepción a lo antes descrito, con un componente particular. El sufrimiento agregado que ha significado la prohibición de desplazamiento entre comunidades autónomas.
He ahí la perversidad de la dispersión puesta de manifiesto por un virus. Mientras que la mayor parte de los presos en centros penitenciarios del estado español no tuvieron problemas para ser visitados más allá de las estrictas medidas sanitarias que se implementaron para evitar contagios en instalaciones donde el hacinamiento multiplica los peligros de un brote, los presos políticos vascos vieron anuladas sus visitas por completo por el contundente hecho de que sus familiares y amigos tenían prohibido cruzar los límites de su comunidad autónoma. Y es que imaginen tener que cruzar los límites de dos o tres comunidades autónomas, impensable simplemente.
Claro, desde Madrid nadie habló de ello pues secretamente festejaban el castigo añadido caído del cielo, pues no podemos evitar que es el rencor lo que mueve todas y cada una de las decisiones que se toman con respecto a los represaliados políticos vascos.
Así que, dicho lo anterior, les compartimos esta nota publicada por Naiz:
Este fin de semana se reanudan las visitas de familiares y amigos a presos vascos en el Estado español. El reencuentro tras más de tres meses tiene como contrapunto la dura realidad que refleja el informe hecho público por Etxerat esta misma tarde: dos de cada tres están a más de 600 kilómetros de casa.
El informe difundido esta tarde por Etxerat y que puede leerse en su web en euskara, castellano y francés recoge lo ocurrido en este segundo trimestre de 2020, coincidente por tanto con la pandemia que ha azotado especialmente a este colectivo.
Este fin de semana se reanudarán las visitas en el Estado español, interrumpidas desde principios de marzo por el covid-19 y también por el alejamiento en esta última fase dado que la movilidad entre provincias estaba vetada. En la víspera, hay incluso algunas cárceles que no confirman si se podrán realizar las comunicaciones.
Con ello se pondrán fin a más de tres meses en que los presos y presas vascos no han podido ver a sus familiares y amigos, ni siquiera a través de un cristal y durante 40 minutos, y se han tenido que conformar con llamadas telefónicas, con la angustia añadida de los efectos dramáticos del virus dentro y fuera de los penales.
Etxerat recoge las diferentes iniciativas políticas y sociales que en este tiempo han reclamado solucionar esta situación, pero la realidad a día de hoy es que en el Estado español el 64% de este colectivo (122 sobre 191) sigue alejado a entre 600 y 1.100 kilómetros de casa. Solamente el 17% cumple condena a menos de 400.
En el Estado francés la realidad es diferente, puesto que con los 27 traslados a Mont de Marsan y Lannemezan llevados a cabo desde 2018 el 75% está a menos de 400 kilómetros. El resto se encuentra a más de 600, con todo, y especialmente las presas, con el argumento de que no hay módulos para mujeres en la parte del Hexágono más cercana a Euskal Herria.
En ese mismo periodo de dos años, coincidente con la llegada a La Moncloa de Pedro Sánchez, en el Estado español únicamente se han producido 33 traslados de presos, y de ellos únicamente tres a Euskal Herria. Entre los presentados como «acercamientos» se incluyen cambios de destino a prisiones tan lejanas como Herrera de la Mancha, Aranjuez, Topas (Salamanca) o Villabona (Asturias).
La pandemia no ha cambiado nada por el momento, aunque las campañas e interlocuciones para reclamarlo siguen vivas en la medida en que el covid-19 también continúa presente. Etxerat recuerda que en el Estado francés han sido excarceladas 7.000 personas presas por esta circunstancia, pero de ello han quedado excluidos los vascos.
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