Antonio González Pacheco, uno de los especialistas en tortura protegidos por el régimen español hasta que el coronavirus se lo llevó, sabía muy bien de la impunidad de la que gozan quienes ponen sus siniestros servicios a disposición de La Zarzuela.
Hasta el momento pareciera que su colega Diego Pérez de los Cobos, también especialista en recurrir al sadismo más brutal en contra de aquellos a los que el españolismo borbónico señale como enemigos, ha cometido un error que le tiene en la picota, por lo menos por el momento.
Nosotros no estamos por la labor de hacerle ningún favor, así que como un ejercicio de memoria traemos a ustedes esto que ha dado a conocer Naiz:
Tras haber identificado al cesado jefe de la Comandancia de Tres Cantos, Diego Pérez de los Cobos, como una de las personas que estaban en los calabozos aquel día de octubre de 2004, NAIZ recupera el testimonio del calvario sufrido por Pello Alcantarilla, tal y como se publicó en las páginas de GARA el 8 de octubre.
Peio Alcantarilla, detenido el pasado domingo 3 de Octubre por la Guardia Civil, aseguró ayer, 7 de Octubre, ante el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu que intentó suicidarse asfixiándose con su propio corrector bucal para evitar que la Guardia Civil le siguiera «cosiendo a palos».
El donostiarra, residente en Urruña, ha permanecido incomunicado en manos del instituto armado desde el momento de su arresto hasta el mediodía de ayer, cuando compareció ante Andreu acompañado de su abogado de confianza, con el que no ha tenido contacto en todos esos días.
Cuando el magistrado comenzó a leer los derechos del ciudadano vasco, éste comenzó a llorar (hecho recogido incluso por agencias de noticias estatales) y declaró que le habían hecho «auténticas salvajadas». Alcantarilla señaló que le habían «cosido a palos», según trasladó Askatasuna en un relato pormenorizado de los hechos.
En ese momento, el médico forense indicó que el detenido fue ingresado el primer día en un hospital a causa de «una crisis de ansiedad». Este extremo fue desmentido por Alcantarilla, que explicó que en realidad había intentado suicidarse.
Seguidamente, Alcantarilla volvió a empezar a llorar cuando comenzó a narrar su detención, ante lo cual su letrado solicitó un aplazamiento. El juez accedió, pero volvió a incomunicar al detenido. Horas más tarde, en su segunda comparecencia, el detenido se acogió al derecho a no declarar. Andreu decretó prisión incondicional y le envió a Soto del Real.«Estás con el enemigo»Ya en los calabozos, el donostiarra le trasladó a su abogado los detalles de sus cinco días incomunicado. Según declaró, nada más ser detenido le colocaron las esposas y un antifaz y le introdujeron en un coche con la música muy alta. Los agentes comenzaron entonces a explicarle los diferentes tipos de torturas que existen.
Al negar cualquier relación con ETA, un guardia dijo que «todos dicen lo mismo, pero ahora estás con el enemigo y vas a ver qué es esto». Las amenazas fueron continuas durante todo el viaje hasta Madrid.
Una vez en la celda, un agente entró diciendo: «O cantas todo o te vamos a machacar». Alcantarilla reconoció su filiación abertzale pero insistió en que no tenía relación con la organización armada. En ese momento, le sacaron de su celda y le llevaron a otra habitación.
En ella ,prosigue el relato de Askatasuna, había cinco hombres, todos con guantes de látex y porras cubiertas de papel de aluminio. Comenzó «una lluvia de golpes, insultos y amenazas. Me estrujaron los testículos y tiraban hacia arriba». También le enseñaban una bolsa y le decían que eso era «miedo escénico». De regreso al calabozo tras esa primera sesión, Peio Alcantarilla afirma que intentó tragarse el aparato que lleva en la boca para asfixiarse y evitar nuevas torturas. El corrector se le quedó atravesado en la garganta y comenzó a vomitar y escupir sangre.
Tres agentes se percataron de la situación y entraron a la celda, le metieron los dedos en la garganta y le sacaron el aparato, al tiempo que le decían: «No seas hijo de puta, nos estás engañando».
Peio Alcantarilla cuenta que fue trasladado a un centro médico. Durante el trayecto, los guardias le amenazaban: «Ya verás lo que te espera». Una vez ante con el médico y las enfermeras, denunció que le estaban «machacando». Sin embargo, explicó que éstos se mostraron indiferentes.Segunda sesión de golpesDe regreso al calabozo, un guardia le aseguró que iba a ver «lo que es sufrir». A renglón seguido llegaron más golpes. En un momento determinado, Alcantarilla indicó que diría todo lo que quisieran con tal de que pararan.El segundo día, el lunes, fue un continuo interrogatorio, mientras que el tercero y el cuarto resultaron «más tranquilos». Ayer, antes de salir hacia la Audiencia Nacional, los guardias le aseguraron que si no repetía su declaración ante el juez volvería a sus calabozos.En su comparecencia, preguntó por este extremo al juez Andreu, que le replicó que «en principio, no».
El abogado de Alcantarilla pondrá una denuncia por estos hechos y ha solicitado al secretario judicial que obtenga el jersey que llevaba su defendido en la celda, para analizar los restos de vómito y sangre.
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