Durante mucho tiempo hemos denunciado que una de las principales razones por las que los políticos españoles (y muchos franceses también) se rehúsan terminantemente a admitir el diferendo político con Nabarra es que al perpetuar la ocupación colonial sienten como su hombría se fortalece. Siendo sinceros, el estado español ha tenido muy poco de que ufanarse en los siglos recientes.
En rápida sucesión perdieron sus colonias en Europa, América, Asia y África lo cual los ha sumido en un estado de desamparo pues mientras sus vecinos dejaban detrás su pasado colonial para convertirse en potencias industriales el estado español entró en una etapa de decadencia de la cual no ha podido salir. Así pues, mantener las colonias europeas (Nabarra, Catalunya y Galiza) así como las africanas (Las Canarias y los enclaves de Ceuta y Melilla) se ha convertido en la única fuente de orgullo para los españoles quienes cada 12 de octubre salen a celebrar el día de la hispanidad, o sea, celebran la fecha en la que inició el mayor genocidio registrado en la historia de la humanidad.
Así pues, los españoles reafirman su masculinidad y se sienten lo suficientemente viriles para competir con sus cotrapartes europeas. Esta aberración sexual intrínsecamente relacionada con la dominación de un pueblo queda en evidencia gracias a este texto de Maite Soroa en Gara:
En rápida sucesión perdieron sus colonias en Europa, América, Asia y África lo cual los ha sumido en un estado de desamparo pues mientras sus vecinos dejaban detrás su pasado colonial para convertirse en potencias industriales el estado español entró en una etapa de decadencia de la cual no ha podido salir. Así pues, mantener las colonias europeas (Nabarra, Catalunya y Galiza) así como las africanas (Las Canarias y los enclaves de Ceuta y Melilla) se ha convertido en la única fuente de orgullo para los españoles quienes cada 12 de octubre salen a celebrar el día de la hispanidad, o sea, celebran la fecha en la que inició el mayor genocidio registrado en la historia de la humanidad.
Así pues, los españoles reafirman su masculinidad y se sienten lo suficientemente viriles para competir con sus cotrapartes europeas. Esta aberración sexual intrínsecamente relacionada con la dominación de un pueblo queda en evidencia gracias a este texto de Maite Soroa en Gara:
Maite Soroa
Terribles efectos de una infancia horrorosa
Hay explicaciones que sólo pueden hallarse en la infancia de la gente. Complejos, una educación demasiado severa o, tal vez, la reiteración de escenas espeluznantes en el domicilio familiar o la escuela. Seguro, que la explicación de algunos comportamientos anda por ahí.
El sábado, en «La Razón», Ildefonso Ussía la tomaba con Maite Aranalde para desgranar un rosario de melonadas y ordinarieces dignas de estudio.
Según Ussía «lo singular de la terrorista Aranalde es que no es tan fea como el resto de sus compañeras de sangre. Uno se encuentra a Maite Aranalde en un bar, y no produce quebranto estético. Sonríe bien». No puedo decir lo mismo de Ussía.
Ahora empiezan las melonadas: «Una etarra con el rostro y la expresión agradables no es una terrorista habitual. Alguien dirá que también era agraciada físicamente 'La Tigresa'. De acuerdo, pero tenía cara de zorra. A 'La Tigresa' se la encuentra un putero en un bar y le ofrece una tarifa por servicio cumplido. En cambio, a Maite Aranalde se le convida a una Coca-Cola. Y hay una tercera etarra que rompe la norma de la fealdad. Liarni Armendáriz (...) además de terrorista, fue la profesora de vascuence del periodista Pepe Rey, que en paz no descanse. Bien, pues Liarni no es un adefesio». La fealdad más insoportable no es la del rostro, sino la del alma y tengo para mí que el alma de Ussía parece una papa arrugá.
Y un tarado busca siempre la muleta de otro para apoyarse: «Escribe Jon Juaristi en su formidable `Bucle Melancólico', que la abogada batasuna Jone Goricelaya era en su juventud una mujer bellísima, lo que supone otra rareza, porque los documentos gráficos que poseo de manifestaciones batasunas son repugnantes». Ya vuelve por donde solía: «Tías vociferantes, feas, espesas y con los surcos de la perversidad en sus expresiones homínidas. Un espanto de mujeres, en una palabra. Coños de vitriolo y de cianuro. Morsas. Un disgusto para Sabino Arana, que tanto gustaba de la belleza de la raza vasca. Disgusto que aliviaría disfrutando de la armonía y el paisaje humano de Arantza Quiroga, que es del Partido Popular». Pero me voy por las ramas, lo cual es compresible, porque estoy escribiendo de primates». Ya pueden comprobar los efectos de aquella infancia terrible.
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