El Covid-19 ha terminado por encerrar a todos a cal y canto.
Pues bien, Koldo Campos nos ofrece una salida:
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Estar en las nubesKoldo Campos Sagaseta | CronopiandoHasta dos veces gritó el cura mi nombre sin que yo me diera por aludido. El cura pastoreaba el rebaño de vuelta al orfanato, a veces como zagal, otras como perro, y una oveja se había quedado atrás. Yo tenía 9 años y estaba distraído. Lo que no estaba era sordo y al tercer reproche lo escuché.-¡Otra vez en las nubes!Ignoraba entonces lo pecaminoso de estar en las nubes por ser actitud ociosa y antesala del vicio.La verdad es que las nubes, incluyendo las tormentas, eran la perspectiva más agradable que tenía en el redil. Algo así como el vínculo con mi memoria. Las nubes me hacían fuerte, también creativo y, sobre todo, sensible, porque las nubes velan nuestros malos sueños y cantan nuestros buenos días.El pastor tenía otra idea. Cargaban las nubes la cruz de su infamia. Estar en las nubes venía a ser lo mismo que estar en la inopia o en la luna, mirando nubes, pensando en musarañas...Además de mi, solo los tontos eran capaces de ir a tantos sitios sin mover los pies y, sin embargo, y lo sigo reafirmando casi sesenta años después, no hay confidente más leal ni más divina compañía que las nubes.Ahora que ha cerrado la feria y se ha echado el telón y se apagan las luces, a dos metros de distancia, con la pared en medio, sin fútbol, sin misas, sin bares, confinados en casa, a ser posible a solas... tal vez sea el momento de levantar la cabeza.(Preso politikoak aske)
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