Les compartimos este excelente reportaje acerca de la revista Pyrenaica publicado en Naiz:
De 1926 a 2016. Del blanco y negro al color. De las galeradas de imprenta a la descarga de PDF. De pesetas a euros. De ser dirigida por hombres a serlo por una mujer. Muchos cambios y evolución ha conocido en 90 años la revista ‘Pyrenaica’, pero algo, lo principal, se mantiene inalterable: la hacen los propios montañeros.
Gotzon Aranburu
El montañismo, como deporte, surge en Euskal Herria a principios del siglo XX. En la década de los 20 ya cuenta con su propia federación, que preside el tolosarra Antxon Bandrés, quien percibe la necesidad de crear una publicación que sea nexo de unión entre los montañeros y vaya recogiendo en sus páginas «la memoria colectiva del montañismo vasco», como el mismo Bandrés indica en el primer número de la revista, publicado en 1926. A nivel mundial, la pionera había sido la inglesa ‘Alpine Journal’, fundada en 1863. En el Estado francés ‘La Montagne’ había aparecido en 1905 y en el español fue ‘Peñalara’ la primera en ver la luz, en 1913.
Los comienzos fueron duros. Como explica Antxon Iturriza, el principal historiador de nuestro montañismo, «no había costumbre de leer sobre montaña, y aunque aquellos primeros números son de una calidad digna de subrayar, la verdad es que a ‘Pyrenaica’ le costó despegar, conseguir un número suficiente de suscriptores». Los problemas ecónomicos fueron habituales, pero nada comparable con lo que supuso el estallido de la guerra de 1936, que conllevó el fin de la publicación.
‘Pyrenaica’ no volvió a ver la luz hasta 1951. Y cuando lo hizo, tuvo que enfrentarse de nuevo a incontables dificultades. Todo lo que faltaba de recursos económicos sobraba de trabas burocráticas. No se encontraba el papel, pero se encontraban con la censura. Aun así, el tolosarra Jose Mari Peciña arrancó la nueva etapa, pero la desgracia quiso que muriera en un accidente en el Mont Blanc apenas dos años más tarde. De nuevo otro tolosarra cogió el timón de ‘Pyrenaica’, que manejó con tino durante los siguientes veinte años. Se trataba de Josetxo Uria, que tuvo que trabajar denodadamente para sacar adelante la publicación: «Había que restringir los gastos al máximo. Peleaba con el encargado de Correos para que me aplicara las tarifas mínimas; el papel lo conseguía de las fábricas de Tolosa; la imprenta Ezquiaga, de Beasain, solo nos cobraba los materiales. Pero tuve la suerte de contar con colaboradores excelentes, como Angel Oloron, Patxi Ripa, los Feliú, los Selles, Eduardo Mauleón, Juan San Martin, los Ojanguren, Paco Larrañaga, José Luis Muñoyerro…» contaba el propio Uria en 2012, con motivo del homenaje que le tributó la Federación Vasca de Montaña.
Hacer frente a la censura
Entre las aportaciones de Uria a la revista destaca el cambio de diseño, que a partir de 1956 incluyó el título en caracteres tipográficos vascos, que se conserva hasta hoy. Uno de sus quebraderos de cabeza recurrentes era la censura: «No se podía poner ni ‘provincias vascas’, porque te lo rechazaban». En este estado de cosas, no es de extrañar que el régimen franquista reaccionara con ira cuando supo que la expedición vasca a los Andes (1967) había exhibido una ikurriña en las cumbres peruanas holladas. El director técnico de la expedición, el sestaoarra Angel Landa, acabó en prisión, y el hacha cayó también sobre ‘Pyrenaica’, que fue clausurada. No volvería a publicarse hasta cinco años más tarde, ya bajo la dirección del donostiarra Casimiro Bengoetxea.
Los problemas económicos siguieron acechando a ‘Pyrenaica’ en la nueva etapa. El número de suscripciones apenas garantizaba su supervivencia, y desde luego era insuficiente para confeccionar una revista acorde a los tiempos, con buen papel, fotografías en color… La solución planteada fue incluir el abono a ‘Pyrenaica’ en la cuota anual de los federados a la EMF-FVM, de forma que todos ellos recibieran trimestralmente la revista en su buzón. Ello supuso la aportación de miles de lectores y la consiguiente inyección económica, de forma que ‘Pyrenaica’ pasó a ser una revista de montaña homologable a sus colegas europeas, si bien soportaba todavía los tics franquistas, caso de la censura: «Tenía que llevar las galeradas de imprenta para que las revisaran antes de su publicación, y ya eran los años 70…» recuerda Casimiro Bengoetxea, mientras nos muestra los ejemplares antiguos que se guardan en el Club Vasco de Camping donostiarra. A todo esto, ‘Pyrenaica’ se seguía elaborando gracias al trabajo voluntario; no había retribuciones, como no las hay hoy en día.
Todas las modalidades del montañismo
«Los montañeros escriben bastante, y la revista siempre ha intentado cubrir todos los aspectos de esta actividad deportiva, sean escaladas, esquí de montaña, travesías del Pirineo o grandes expediciones al Himalaya, pero es verdad que hay montañeros a los que les cuesta contar en ‘Pyrenaica’ lo que han hecho. Es su manera de ser y no hay que darle más vueltas» señala Casimiro.
Aunque de las máquinas de escribir se ha pasado a los ordenadores, el funcionamiento interno de la revista no ha variado demasiado. Sigue habiendo un director y un Consejo de Redacción, que recibe los originales y selecciona aquellos que serán publicados. No es fácil hacer el gusto de todos, y ha habido ocasiones en que algunos lectores han alzado la voz, como aquella vez, en los 80, que se publicó en portada la fotografía de un escalador en Atxarte luciendo pantalones cortos: «¡Herejía, herejía!» protestaron. En cualquier caso, Pyrenaica es fiel reflejo de cada momento histórico en el montañismo vasco. «Hace algunos años eran impensables las carreras de montaña, por ejemplo, y hoy las encontramos en la revista» señala Iturriza.
Sobre la cuestión del idioma, Casimiro recuerda que en sus tiempos se recibían pocos originales en euskara, pero observa que con el transcurso de los años la situación ha cambiado y ha aumentado la proporción de de textos publicados en euskara.
Además de la revista trimestral, ‘Pyrenaica’ da periódicamente a la luz libros sobre variados aspectos de la montaña, desde recopilatorios como el ‘Catálogo de cimas de Euskal Herria’, hasta la monumental ‘Historia testimonial del montañismo vasco’ de Antxon Iturriza, pasando por ‘Consejos para disfrutar de la montaña con salud’, del médico Kepa Lizarraga. Para quienes prefieran la web, el portal de ‘Pyrenaica’ ofrece un variado contenido, incluyendo hemeroteca, blogs, concursos…
Papel versus digital
Precisamente esta última cuestión, la de ‘Pyrenaica’ papel versus ‘Pyrenaica’ digital, ha suscitado un interesante debate, con aportación de argumentos a favor –menor huella ecológica– y en contra –discriminación a veteranos– sobre la mesa. Colaboradores como el ingeniero industrial Ricardo Hernani, miembro del Consejo de Redacción de la revista, han estudiado el tema y llegado a la conclusión, recogida en el número 246 de ‘Pyrenaica’ (2012), de que el impacto ambiental de un ejemplar de ‘Pyrenaica’ es inferior al de un viaje de tres kilómetros en automóvil.
Tras la etapa de Casimiro Bengoetxea como director, le sucedió en el cargo Antonio Ortega, que ha asumido la responsabilidad de ‘Pyrenaica’ durante nada menos que 34 años, hasta que en 2015 le ha relevado Luisa Alonso Cires, la primera mujer en la dirección de la casi centenaria revista. Y como todos sus antecesores, trabajando de forma desinteresada para que ‘Pyrenaica’ siga siendo voz y espejo del montañismo de Euskal Herria.
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