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jueves, 13 de septiembre de 2012

Desperezarse


Les compartimos este texto que nos han enviado por correo electrónico:

Pereza vs. Democracia
Kepa Gordejuela y Rakel Peña | miembros de la izquierda abertzale
La situación de Euskal Herria y de Europa es tan grave y complicada que nos exige un esfuerzo personal y colectivo para encontrar nuevas formas de actuación y alternativas políticas que consoliden los objetivos de la lucha histórica de la izquierda abertzale. 
A nuestro entender, el último giro estratégico de la izquierda abertzale, y la consiguiente revisión de las formas de lucha, no tenía como único objetivo superar el accionar armado, sino que también se trataba de un punto de partida para implementar nuevas formas de hacer política, más acordes con los tiempos, más democráticas, más pegadas al suelo, abiertas y eficaces. La evolución desde el modelo político-militar de la transición al nuevo modelo definido en “Zutik Euskal Herria” a primeros de 2010 debía suponer un punto de inflexión en la refundación de la izquierda abertzale, tanto en sus planteamientos político-ideológicos, como en su modelo de dirección y en la política de alianzas para conseguir sus objetivos estratégicos, que es, al fin y al cabo, en lo que consiste la política.
Buscar la máxima adhesión social se convirtió pues en una prioridad a la que había que hacer frente con nuevos instrumentos, planteamientos y esquemas mentales. Sin embargo, en estos casi tres años se ha ido dando un deterioro en el que, cada día más, prima la verticalidad, la improvisación, y la falta de participación de las bases, que son las que pueden y deben sustentar un proceso de este calibre; falta de participación en las decisiones de más envergadura, y en las de menos también.
Paradójicamente, el “factor sorpresa”, que a corto plazo y en el plano mediático puede tener su efecto, se ha presentado como un valor en positivo, cuando lo único que evidencia es que son sólo unas cuantas manos, muy pocas, las que entran en la cocina y deciden el plato del día. Al resto del cuerpo social de la izquierda abertzale sólo le queda comer lo que toque y, si no le gusta, dejarlo, como las lentejas.
Los ejemplos que obvian los mínimos principios de un funcionamiento democrático formal, son innumerables. A corto plazo se nos presentarán pública y mediáticamente las listas al Parlamento de Gasteiz, para las que nadie ha podido, siquiera, presentar propuestas, y mucho menos elegir a las personas que considere más convenientes. Previsiblemente esa patente falta de democracia interna tratará de suplirse con un mero acto de ratificación en el que, de nuevo, se nos presentará el menú de las lentejas
Dar a conocer un futurible “Gobierno de Gasteiz”, y la decisión implícita de que, si se ganan las elecciones, se va a asumir de cabo a rabo la gestión de la institución, podría ser un paso de gigante si respondiese a una demanda interna y social verificada y, sobre todo, si estuviera contrastada con sus posibles alternativas. Porque la pura gestión, si no está combinada con niveles de confrontación y desobediencia, y además sin disponer de los instrumentos necesarios, nos puede constreñir a tener que seguir las pautas del sistema, desviándonos de los objetivos de profundo cambio social y político que necesita este país.
Hay muchas formas de hacer política. Siguiendo con el ejemplo, habría que decidir no sólo quién, sino más bien qué se va a hacer ante una hipotética victoria electoral el 21 de octubre: ¿gestionar lo que hay cambiando de nombre a los departamentos?; ¿o quizá olvidarnos de los nombres y centrarnos en los contenidos? ¿Y si eso nos lleva a poner patas arriba el modelo policial, o a la desobediencia civil y a la confrontación interinstitucional? ¿Y si nos lleva a evitar que el Estado nos siga atracando y dejar de pagarle el cupo, o a responder de la forma más contundente para negarnos a apuntalar un modelo social cada vez más injusto y desigual? Y es indudable que estas reflexiones sirven tanto para la labor de gestión como para una tarea de oposición.
Cierto es que, vista la gestión institucional adoptada en otros ámbitos, poco hace presagiar que la presencia de la izquierda abertzale vaya a ser sinónimo de un cuestionamiento del status quo, como cabría esperar. Pero quizá peor que lo que se está haciendo es lo que no se está dejando hacer: debates donde todas las posibilidades estén abiertas para que toda la fuerza social acaudalada por la izquierda abertzale a través de su historia quede expresada, contrastada y democráticamente plasmada en cada decisión. La izquierda abertzale no puede renunciar al debate interno, a la confrontación y disparidad de ideas, porque precisamente esa riqueza y esa pluralidad han hecho de ella una referencia social y política de primera magnitud en su entorno.
La pereza intelectual se ha apoderado de la izquierda abertzale. La saludable batalla de las ideas que siempre le ha caracterizado ha ido dejando paso a una especie de apatía en la que casi nada se discute y nada se cuestiona. Decisiones políticas, ideológicas y organizativas de primera magnitud quedan en manos de un reducido grupo, mientras la mayoría se ve resignada al papel de agente pasivo y acrítico. Si aciertan, bien y, si no, también.
Otra forma de hacer política es posible pero, para ello, muchos nos tenemos que despojar de nuestra pereza intelectual, y otros, aunque también les de pereza, tendrán que acostumbrarse a pensar que nadie está facultado -excepto delegación expresa- para tomar decisiones por todos y todas; porque, precisamente, decidir en nombre de los demás fue uno de los grandes males de la etapa anterior que el espíritu de Zutik Euskal Herria trataba de superar.
Sólo desperezándonos, y con la activación de todo el capital humano acumulado por la izquierda abertzale, más el que venga a sumarse, tendremos la garantía de que nuestro proyecto se convierta en una realidad asumida por la mayoría social.



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