El Neoliberalismo Vascongado a cometido crímenes de lesa humanidad, impulsados por la avaricia y amparados en la impunidad, han atentado contra la salud de miles de personas. Lean el más reciente Cronopiando al respecto:
El cuento del vertedero de Azkoitia
Koldo Campos Sagaseta
“Había una vez un enorme y hermoso vertedero que, plomo sobre plomo y molibdeno, abrió las puertas del pueblo hacia el progreso…” pudo empezar el cuento que a los vecinos de Azkoitia, en Gipuzkoa, se les hizo entonces, hace más de 20 años, cuando su ayuntamiento comenzó a permutar terrenos contaminados que adquiría a empresas de su entorno por otros terrenos que les vendía para que siguieran depositando sus residuos… “un mágico vertedero que atraería a la industria y que, además, iba a crear empleo” siguió contando y mintiendo el cuento.
Y para que mayor fuera el desarrollo y la prosperidad que se garantizaba de un vertedero capaz de transformar en beneficios su tóxica inmundicia, fueron depositándose en el mismo toda clase de letales vertidos, sin control alguno ni tratamiento que resultara efectivo hasta convertirlo en uno de los vertederos más contaminados del país.
Para que tampoco se perdiera tiempo ni recursos, durante dos interminables décadas el Ayuntamiento de Azkoitia, dirigido al igual que el gobierno autonómico por el Partido Nacionalista Vasco y sus circunstanciales aliados socialistas, junto a sus afines empresarios, aligeraron trámites, obviaron medidas, diluyeron responsabilidades, simplificaron tratamientos, silenciaron consecuencias… porque nada debía perturbar el éxito del vertedero, las sustanciosas comisiones que desprendía y el colorín colorado de un cuento que, felices y a punto de perdices, ya sus autores daban por acabado.
El negocio, que fue ampliando el vertedero Oinartxo-Eginoberri y alentando la instalación de nuevos basureros tóxicos, no sólo no ha atraido, como se prometiera, industrias que generasen empleo sino que ha contribuido a la ruina de numerosos caseríos y, sobre todo, se cierne como una amenaza de imprevisibles consecuencias sobre la vida de todo el valle que recorre el río Urola.
Hierros Eguino, la principal empresa responsable de la contaminación causada, se inhibe de sus obligaciones; el Gobierno Vasco insiste en mirar para otro lado cuando se le requiere que supervise el caso y obligue a cumplir la ley a las empresas implicadas en lo que constituye un funesto atentado contra la salud; los distintos alcaldes del Partido Nacionalista Vasco que se sucedieron en el apestoso negocio siguen sin querer afrontar sus responsabilidades. Ni siquiera han sido capaces de responder preguntas tan obvias como, por ejemplo: ¿Por qué llegar a acuerdos con empresas, practicamente, sin capital e involucradas en no pocos escándalos ambientales, tanto en el País Vasco como en distintas regiones del Estado español, como Soria y Aragón? ¿Por qué actuar a espaldas del pueblo que representan? ¿Por qué no exigir el cabal cumplimiento de los contratos firmados?
En el 2008, el Ayuntamiento compró a Hierros Eguino las tierras del vertedero a través de Azkoitia Lantzen, una sociedad privada creada por el propio ayuntamiento. Según se hizo constar en el documento de compraventa la descontaminación de la tierra y el tratamiento de los residuos era responsabilidad de Hierros Eguino y tal labor se tasó en 500 mil euros.
Curiosamente, sólo 8 meses después de firmado el acuerdo, en el informe técnico de Hirigintza al Gobierno Vasco para obtener la autorización del cierre del vertedero, el mismo tratamiento ya tenía un coste de 15 millones de euros a desarrollar durante 30 años. Otra pregunta más que el pasado Ayuntamiento de Azkoitia tampoco ha respondido.
José Luis Zurutuza Arratibel, administrador de Hierros Eguino, nunca cumplió con sus obligaciones teniendo que ser Azkoitia Lantzen la que se ocupara del tratamiento de residuos contratando para esos fines a la empresa Lurkide, que aportaría los equipos necesarios para hacer posible la recogida de residuos y su tratamiento, y encargando a la empresa Hirigintza la dirección técnica de esa labor.
El cuento, sin embargo, no ha acabado. Desde que las urnas rompieran su costumbre son otras personas y, sobre todo, otros valores, los que han pasado a gobernar el Ayuntamiento de Azkoitia. Y es por ello que a quienes malversaran el patrimonio municipal e hipotecaran su futuro, a quienes desde sus empresas contaminaran el valle y pusieran en grave riesgo la salud del pueblo, a quienes desde el Gobierno Vasco han condensado en la misma persona e interés “calidad ambiental” y vertedero… el cuento les tiene reservado otro final, una última y definitiva página que a los vecinos y vecinas de Azkoitia les corresponde escribir.
Las instalaciones en las que se trataban y depuraban los residuos, lo denunciaba el 4 de septiembre en rueda de prensa el actual Ayuntamiento de Azkoitia, ahora gobernado por Bildu, han sido robadas, llegando incluso los delincuentes a cortar los tubos y, en consecuencia, a que se corra el riesgo de que los residuos tóxicos lleguen al río Urola.
El nuevo ayuntamiento, meses atrás, encargó a la empresa Teknimap una serie de catas en el vertedero que revelaron entre otros gravísimos datos que, por ejemplo, el índice de molibdeno, producto altamente cancerígeno cuyo máximo permitido es de 0.5, era de 150; el índice de plomo que no debe sobrepasar el 0.5 era de 130; y el índice de selenio, que no debe exceder el 0.1, era de 4.6.
La delicada situación, agravada por la impunidad manifiesta con que han venido manejándose todos los actores de este atentado contra la salud pública, ha llevado al actual Ayuntamiento de Azkoitia a denunciar el robo de las instalaciones, a demandar a las empresas involucradas, a exigir del Gobierno Vasco medidas concretas y urgentes que hagan posible resolver esta situación y, sobre todo, a convocar al pueblo de Azkoitia el próximo 18 de septiembre a las 7:30 en la Kulturetxea para que en base a un proceso participativo, con el auxilio del propio ayuntamiento, pueda ponerse fin a la amenaza que representa el vertedero.
Será entonces cuando, definitivamente, pueda cerrarse un cuento que nadie debió contar y, menos aún, impunemente.
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