Traemos a ustedes este mordaz comentario editorial acerca del bochornoso espectáculo protagonizado ayer por los candidatos a servir de palafrenero en jefe a Felipe VI durante el siguiente peridodo:
Iraia OiarzabalCuatro hombres, cada uno tras su correspondiente atril, debatiendo –es una forma de decirlo vista la deriva bochornosa que por momentos tomó la discusión– sobre sus propuestas políticas, económicas y sociales para el estado que pretenden gobernar. A primera vista, y aunque la imagen sea tristemente habitual, no deja de ser preocupante que la cita venga protagonizada por cuatro figuras masculinas, en este caso los principales candidatos a liderar el próximo gobierno español. Este, el de la presencia de mujeres en política y espacios públicos es también un interesante tema de reflexión, ya que posiblemente caerían ciertas creencias equivocadas. El incipiente avance en la materia no enmienda las todavía evidentes carencias respecto a la representatividad que las mujeres tenemos en la esfera política.Volviendo a la escena de los debates electorales, la ausencia de representantes políticas tras el atril atraviesa la línea de lo absurdo cuando en un momento dado los presidenciables tratan de argumentar, sin éxito, sobre violencia machista, libertad sexual, derechos reproductivos, igualdad… En definitiva, sobre todos aquellos derechos por los que día tras día lucha el feminismo. En ese momento, las escenas que tan brillantemente describe Rebecca Solnit en el conjunto de ensayos ‘Los hombres me explican cosas’ vienen una detrás de otra a la cabeza. En el segundo de los debates emitido el martes Pablo Iglesias (Unidas Podemos) lanzó de antemano un mensaje que podría sonar a autocrítica, honestidad o, simplemente, reconocimiento de lo que es obvio: «En nombre del movimiento feminista no puede hablar ningún partido, y menos los cuatro hombres que estamos aquí». Dicho lo cual, ello no implica que el feminismo no deba ser una cuestión central en el debate político. Es más, se trata de un principio troncal para el cambio hacia una sociedad mejor, que no oprima a la mitad de su población. Y hasta ahora, la campaña electoral ha dejado mucho que desear al respecto.Obviamente, conviene discernir entre las obvias diferencias en los discursos de las principales formaciones. El declarado antifeminismo y la misoginia de Vox, PP y Ciudadanos, pese a que en alguna de sus vertientes el tridente de derechas trate de maquillar su raíz machista, debería preocuparnos y ocuparnos. Que la candidata del PP Cayetana Álvarez de Toledo cuestione sin sonrojarse qué es y qué no es consentimiento dando alas a un sistema judicial profundamente sexista que sigue depositando la carga de la responsabilidad en las mujeres que se atreven a denunciar el maltrato sufrido; o que el líder de su formación, Pablo Casado, argumente su posición ante la violencia machista en que «soy hijo de una madre, esposo de una esposa, padre de una hija», son algunos ejemplos de ello.Es innegable que ante ello tanto el PSOE como Unidas Podemos se empeñan en promulgar valores más progresistas y feministas, con mayor o menor acierto y con una clara asignatura pendiente: la práctica. En cualquier caso, la sensación es que en lo que va de campaña se ha hablado muy poco de feminismo, de lo elementales que son los valores de un movimiento emancipador como es este. Y sobre todo, no se ha hablado lo suficiente desde el atril de sus protagonistas. Mujeres que cada día trabajan por construir una sociedad igualitaria que entierre al patriarcado. Que tienen mucho que explicar y compartir con compañeras y compañeros en una lucha común por la igualdad.Es una constante la sensación de que citas electorales como la que nos ocupa se perciben lejanas en Euskal Herria. En tiempos en los que se habla de la capacidad de influir en los debates que se dan en Madrid, el recorrido del movimiento feminista en Euskal Herria ha demostrado ser un valioso ejemplo en la lucha por la igualdad y la libertad. Un feminismo combativo, plural y favorable a buscar alianzas. Un feminismo en el que nos hablamos unas a otras y rescato aquí estas palabras de Rebecca Solnit: «las cosas han mejorado, pero esta guerra no acabará durante mi vida. Aún lucho en ella, obviamente por mí, pero también por esas mujeres más jóvenes que tienen algo que decir, con la esperanza de que puedan decirlo».
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