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sábado, 13 de abril de 2019

EiTB, Reflexión y Preocupación

La televisión pública de la CAV ha estado sujeta a las veleidades de Lakua desde su creación misma.

Con este escrito dado a conocer por Gara nos invitan a reflexionar sobre su presente y su futuro:


Fermin Munarriz | Periodista

Los medios de comunicación son un factor determinante en la formación de la red de relaciones culturales, sociales y políticas que dan cuerpo y cohesión a un país, a una nación. Son receptores, transmisores y creadores de los referentes comunes de una sociedad, de su imaginario colectivo. También de su identidad como comunidad y de la facultad de su ciudadanía para participar en la vida pública. En definitiva, de su territorio, de su cultura e idioma, y de su sociedad.

En una Euskal Herria fragmentada bajo dos estructuras estatales y tres administrativas, los sistemas audiovisuales dominantes son el español y el francés. Grandes grupos de comunicación privados y corporaciones públicas (en el caso de Hegoalde, en ventajosa competencia frente al ente público autóctono) acaparan la hegemonía del espacio comunicativo en clara falta de correspondencia con el perfil sociológico, cultural y político de nuestro país. Esta situación de dominio no es inocua. La realidad transmitida a través de esas cadenas atiende, además de a los intereses particulares de su gestores, a los rasgos culturales, idiomáticos y políticos de sus respectivos territorios de influencia. El resultado es una oferta informativa y de entretenimiento que sobrerrepresenta a estructuras y estilos ajenos y hasta lejanos e infrarrepresenta a los nuestros. Esto último es incluso una manera generosa de decirlo, pues la moneda corriente es la ignorancia y la negación rotunda de lo que nos identifica como nación europea a caballo sobre los Pirineos occidentales. En esta situación de desventaja, apenas nos queda en manos de iniciativas populares el esfuerzo titánico de agrupar, por encima de divisiones institucionales, las siete provincias vascas y la comunidad euskaldun como referente principal en un único e indivisible espacio comunicativo.

El propio debate en el que van estas líneas demuestra que hay una asignatura pendiente por superar. Pronto se cumplirán cuatro décadas desde el nacimiento de EiTB y, todavía hoy, su función pública y su deber para con este país siguen siendo motivo de reflexión. Y de preocupación. Otros y otras participantes han aportado luces, y también sombras, sobre aspectos que nos inquietan: euskara, servicios público, gobernanza, dualidad idiomática...

A la espera del debate definitivo –con auténtica participación de la ciudadanía y de los agentes sociales y no solo políticos– sobre el modelo de radio-televisión pública vasca, el enunciado de la ley de creación del ente de 1982 en la CAV y hasta la parte expositiva de los contratos-programa para su financiación podrían aportar al menos una pista si se cumplieran con determinación: propiciar la información y la participación política de la ciudadanía, fomentar el euskara, cooperar con el sistema educativo, difundir la cultura vasca, fomentar la creación artística y cultural, impulsar una industria audiovisual autóctona, garantizar un servicio público que salvaguarde los derechos sociales...

No corresponde a EiTB intentar complementar y competir con la agenda informativa y de entretenimiento marcada por los grupos de comunicación o de poder exteriores, sino establecer los propios de su comunidad natural. Por su carácter público, y a pesar de ser un ente emanado de las instituciones de una de las partes del país –con acuerdos asentados con otra y con captación desigual entre los herrialdes–, EiTB debe atender su función de servicio público en el espacio sociológico y cultural que le compete; es decir, el territorio sobre el que se asienta el país del euskara, Euskal Herria. Es ese espacio de proximidad emocional y de identidad compartida el que debe indicar una nueva agenda informativa, propia y diferente a la de los medios de ámbitos estatales, en la que se sustente el derecho a recibir información y a generarla.

A modo de ejemplos aleatorios, recibimos con perplejidad noticias sobre un accidente de tráfico en Murcia o Lyon mientras desconocemos una nueva iniciativa de los baserritarras de Baigorri o Tudela; sabemos de los triunfos de la gimnasia acuática española pero ignoramos la marcha del rugby baionarra, constatamos la despoblación de la meseta castellana pero ignoramos los planes de desarrollo de Zuberoa, asistimos a las encendidas polémicas estatales como si fueran propias y pasamos de puntillas sobre escándalos locales, o nos entretenemos en tertulias de café y concursos de éxito con preguntas sobre la farándula hispana a la vez que echamos unas paladas de olvido –o ignorancia– sobre la riqueza creativa de nuestro país. Y subrayo que es a modo de pinceladas, pues sería injusto devaluar de un brochazo la tarea de excelentes profesionales del ente en sus ámbitos.

Es, en definitiva, una cuestión de concepto. Pensar en país, no en región. Los medios son memoria cultural, definen lo nuestro y lo ajeno; y los espectadores y oyentes experimentamos la nación, en buena medida, a través de esos retazos de realidad que nos ofrecen. Para una radio y televisión vasca, Iparralde no puede ser una corresponsalía ni Nafarroa una sucursal. Por eso el concepto también se debe traducir en decisiones políticas e inversiones económicas que aseguren aquellos principios con recursos técnicos y humanos y con la participación habitual de personas y agentes sociales de todo el territorio en sus programas, debates, informativos, culturales, retransmisiones deportivas o espacios de entretenimiento. Debemos visibilizar el país y su tronco cultural, el euskara.

En tanto que ente público, EiTB debe cumplir además con su función de elemento tractor del sistema comunicativo estrechando la colaboración con el sector audiovisual e interactuando con los medios que conforman ese débil y desestructurado puzzle del espacio comunicativo vasco con el intercambio de formación, acuerdos, experiencias, asesoramiento y sinergias, desde la constatación de que actuando juntos –y no obstruyendo el emprendimiento y las iniciativas de los más pequeños– se amplía la riqueza comunicativa.






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