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domingo, 15 de mayo de 2016

Una Tierra Arrasada

Y luego nos dicen que fue una anexión voluntaria.

Miren lo que han publicado en el ABC:


La tierra que se quedó sin castillos

En 1516 Cisneros ordenó destruir todos los castillos y fortificaciones de Navarra

Pablo Ojer

Si nos retrotraemos 500 años en la historia y visitamos Navarra, veríamos una región plagada de castillos, torres y almenas. Algunos escritos dicen que contaba con más de 100 fortificaciones de este tipo. Aunque es fácil que se contabilicen también los de territorios aledaños que hoy ya no pertenecen a la Comunidad foral.

Si avanzáramos 10 años más, nos encontraríamos con una región completamente lisa arquitectónicamente. A día de hoy, en lo que era una de las regiones más fortificadas, sólo podríamos visitar tres castillos como tal, Olite, Javier y Marcilla, los dos primeros reconstruidos posteriormente. A esto podríamos añadir algunos palacios fortificados, recintos amurallados y poco más que se encuentran englobados en la ruta de los castillos , que cuenta con 19 de estas construcciones .

¿Dónde se quedaron los castillos navarros? En muchos casos bajo tierra. En otros, como sucedió con el castillo de Javier, en forma de escombros para rellenar los fosos. Y en la mayoría de los casos, las piedras se trasladaron a otros lugares para nuevas construcciones.
Orden de Cisneros

El principal culpable de este sacrilegio cultural no fue otro que el Cardenal Cisneros. En la anexión de Navarra por parte de Castilla en 1512 ya ordenó destruir algunos castillos, a pesar de que todavía vivía el rey Fernando el Católico. Pero fue a la muerte de Fernando, cuando ejerció su primera regencia sobre Castilla cuando tomó la decisión definitiva.

Hubo en Navarra un levantamiento para tratar de lograr la independencia. El coronel del ejército castellano, Cristóbal de Villalba, escribió al regente informándole del levantamiento y Cisneros fue tajante. Ordenó derribar todos los castillos, recintos amurallados, iglesias almenadas y torres. Con esta órden, según el mismo Cardenal, «el reyno puede estar más sojuzgado y más sujeto, y ninguno en aquel reyno tendrá atrevimiento ni osadía para se revelar».

No obstante, no llegaron a destruirse todos. Se mantuvieron unos pocos, los más estratégicos, para poder defender Navarra en caso de un intento de invasión francesa, y los castillos de sus aliados beamonteses.

El propio coronel Villalba se mostró orgulloso de la destrucción ordenada por Cisneros. «Navarra está tan baxa de fantasía después que vuestra señoría reverendísima mandó derrocar los muros, que no ay ombre que alçe la cabeza».

A modo de anécdota, hay que decir que el castillo de Marcilla fue el único que Cisneros no pudo derruir por la ferviente defensa que realizó su dueña, la marquesa Ana de Velasco.

Y fue en 1521 cuando se consumó la demolición de los pocos castillos que quedaban en pie en Navarra a pesar de que Cisneros ya había fallecido. Tras un nuevo intento del rey de la Navarra francesa de conquistar la parte castellana. Tan sólo quedó en pie el castillo de Maya, que resistió hasta 1522 y el de Fuenterrabía, localidad guipuzcoana que entonces era la salida navarra al mar y que cayó en 1524.

Y Navarra se quedó sin castillos (salvo el de Marcilla).

 

 

 

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