Para todos es sabido que Madrid se reubicó del inmovilismo pasando a la agresión abierta en contra de la oportunidad que se ha presentado para un auténtico proceso de paz y reconciliación en Euskal Herria.
Quienes artera e hipócritamente continúan en un inaceptable inmovilismo colaboracionista son los mandamases de París.
Es incomprensible como en pleno Siglo XXI, con acceso a todo tipo de información, haya gente que siga considerando al estado francés como el baluarte de los principios revolucionarios. Hay quienes bovinamente, en cuanto escuchan las palabras República Francesa inmediatamente atraen a sus mentes las palabras igualdad, fraternidad y libertad. Ni enterados están que hoy su amada república francesa es una nación jacobina, osease, fascista y autoritaria.
Es por eso que ya es tiempo de poner los reflectores sobre París en lo que respecta al asunto del contensioso vasco, y de eso se trata este reportaje publicado en Naiz:
Mensaje unísono de Euskal Herria a París
Los esfuerzos conjuntos de gentes de diversas tendencias se unirán este jueves en París para apelar, en particular a su gobierno, a que asuma su responsabilidad política e histórica y se implique en la resolución democrática del conflicto político vasco y de sus consecuencias.
Arantza Manterola
Han pasado casi cuatro años desde que la Conferencia de Aiete y los acontecimientos que le sucedieron abriesen un camino factible y sin precedentes a la resolución democrática de un conflicto que traspasa las generaciones actuales. La ilusión generada en la sociedad vasca –y más allá–, también fue inédita. Sin embargo, el paso del tiempo y la incomprensible cerrazón de los estados español y francés han desgastado esa esperanza sin parangón y la percepción social es que, incluso con la acción unilateral mostrada y demostrada, esto no avanza.
Y si no avanza, es porque los dos estados siguen haciendo oídos sordos a los múltiples y diversos llamamientos a asumir su responsabilidad política e histórica en la resolución. El atasco principal, pues, parece que se sitúa en esos marcos, pero es sabido que, aun no siendo para nada tarea fácil, se les puede obligar a salir de su inmovilismo en función de la presión que adviertan.
Con ese propósito diferentes sectores de Ipar Euskal Herria llevan meses y años bregando. Unos echándose la hiel, otros acompañándolos de manera más o menos activa, y otros, simplemente, no poniendo trabas a un objetivo tan serio con el que no se puede jugar frívolamente dando por sentado que con el cese de una de las violencias todo está ya arreglado.
La Conferencia Humanitaria para la paz en Euskal Herria que tendrá lugar el jueves en París es una muestra de la conjunción de muchas voluntades, de gentes con puntos de vista variopintos, de idearios políticos muy diferentes a quienes ha unido un elemento común o, mejor dicho, varios elementos comunes.
El primero quizás sea que provienen de una cultura democrática en el que el sentir por las libertades y los derechos fundamentales están muy enraizados. Por ello, no entienden el proceder y el seguidismo de su gobierno con respecto a Madrid, sobre todo en una situación en la que ya no se da el accionar de la lucha armada. De ahí la denominación de conferencia humanitaria en el que el papel de víctimas y presos van a estar muy presentes.
Saben, –y este es otro elemento común– que son consecuencias de un conflicto de naturaleza política cuya situación hay que remediar. Y saben, además, que in fine es la propia resolución del conflicto la que hay que abordar. Difieren, seguramente, en los contenidos o resultados buscados en dicho proceso pero coinciden en que el modo es sentarse, hablar y escuchar a todas las partes. Son asimismo conocedores del bloqueo de este proceso y, por ello, quieren aportar su grano de arena para reactivarlo. Es más, creen que como representantes de los ciudadanos es su deber el hacerlo.
Así lo han recalcado repetidamente por ejemplo los firmantes de la Declaración de Baiona que, merece recordarlo, han hecho un ejercicio de responsabilidad política y de compromiso que muchos desearían que se emulara en la parte peninsular del país.
El trabajo conjunto de meses, sin cámaras ni micrófonos ni filtraciones interesadas, efectuado por los electos y responsables políticos de prácticamente todo el arco político de Ipar Euskal Herria que interpelaron a su Gobierno no solo a adoptar inmediatamente las medidas que el marco jurídico actual permite sino a considerar otras incluso en un «marco jurídico nuevo» entre las que mencionan una ley de amnistía o un reconocimiento institucional para los tres territorios del norte, es, cuando menos, meritorio.
Ahora van a «subir» a París con un planteamiento unívoco. «Iremos a un lugar tan simbólico para la democracia y la República [en referencia a la sala de la Asamblea Nacional donde tendrá lugar la Conferencia] para decir claramente que esperamos que el Gobierno de París se comprometa en la resolución», subrayaba el alcalde centrista de la capital labortana, Jean-René Etchegaray, cuando hicieron público que, evidentemente, iban a participar activamente en el evento.
De hecho, han trabajado codo con codo con los organizadores de Bake Bidea y la Liga de Derechos Humanos y demás organismos –no menos meritorios, dicho sea de paso– en implicar a sus colegas diputados o senadores y a miembros destacados de sus partidos y a ubicar la Conferencia en un espacio tan representativo.
Llegando al umbral del coloquio del jueves que muchos califican ya como «histórico» en tanto en cuanto es la primera vez que se interpela al Estado en su propia capital con una voz tan unísona, y a pesar de las presiones recibidas por diferentes sectores para que no participen en el mismo (algunas con éxito, por cierto), el hecho es que el significativo plantel de intervinientes y de participantes tanto de nivel internacional, estatal o nacional que han confirmado su presencia es ya un activo adquirido para hacer mover a los que se piensan inamovibles.
Nos hicieron creer que los niños vienen de París. En este país hay muchos que piensan que el bebé de la resolución ya ha superado el periodo de gestación y de que es hora de que despunte.
La mayoría de la sociedad vasca, buena parte de los agentes implicados en el conflicto y los propios participantes de la Conferencia son conscientes de que será un parto con dolor pero están preparados a recibirlo y dispuestos, si hace falta, a utilizar fórceps y ventosas para que los dos estados y, en este caso más concretamente el francés, hagan lo mismo. Al fin y al cabo, ¿a quién le importaría que el bebé de la paz y la resolución de un conflicto tan largo y doloroso naciese en París?
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