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miércoles, 17 de junio de 2015

Empatía

Les recomendamos altamente este texto dado a conocer en las páginas de Gara:


José María Pérez Bustero | Escritor

En estas últimas fechas nos ha llegado a los vascos un quehacer de gran importancia. Levantar la vista de nuestra tierra y mirar a esas gentes del Estado español que están diseñando un profundo cambio sociopolítico, y que muestran una gran analogía con lo que somos o intentamos ser. Es cierto que nosotros nos vemos obligados a asentarnos en la perspectiva de nuestro país y su derecho a la autodecisión como meta clave de nuestro proceso. Pero no podemos ser testigos pasivos de lo que está sucediendo, ya que puede tener una gran repercusión en nuestra situación. Esas gentes no son extraños sino vecinos, y nos va a convenir interrelacionar con ellos.

No lo tomemos como asunto nuevo. Los vascos de Hego Euskal Herria no solo hemos mirado hacia fuera, sino que hemos cruzado muchas veces el Ebro. Como si no nos bastara el país de nacimiento. Y no solo en la época de la llamada «Reconquista». A finales del siglo XV habíamos constituido el colegio de Pilotos Vizcaínos de Cádiz, y en 1683 la Real Congregación de San Fermín de los Navarros en Madrid. Incluso íbamos mucho más lejos. Miles de vascos se sumaron a los colonizadores «españoles» de América. Una muestra: la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas creada en 1728.

Hubo otro motivo que nos hacía salir de casa. A menudo, huíamos. Fueron miles los vascos de Ipar Euskal Herria que huyeron a América de la opresión creada por París. Y miles los vascos de Hego Euskal Herria que se exilaron tras las derrotas carlistas. Recordemos asimismo la diáspora republicana desde 1936. Amábamos nuestra tierra, pero estábamos por medio mundo. A día de hoy se tienen comprobados con su nombre y dirección 307 centros vasco-navarros en 28 países, destacando los 57 de USA, 132 de Argentina, 3 de Australia, 3 de Japón, 1 de Shangai. Se puede decir que los vascos perviven y envejecen por todo el mundo. Hay, además, 12 centros en el Estado francés y 22 en el Estado español.

Se dio asimismo un hecho de gran transcendencia que nos hizo de nuevo convivir con las gentes peninsulares. No es que pasamos de nuevo el Ebro, sino que fueron miles de ellos quienes llegaron a nuestra tierra. Una primera oleada se dio a finales del siglo XIX a consecuencia especialmente del desarrollo minero e industrial en la Margen Izquierda y Zona Minera vizcainas. En el año 1900 el 26,4% de la población vizcaína había nacido fuera de esa provincia.

Y pasada la Guerra Civil, cuando se rompió el bloqueo al franquismo en 1947 y se reactivó la economía, tuvimos en casa una segunda llegada de miles y miles de inmigrantes de Burgos, Cantabria, La Rioja, Castilla, León, Galicia, Extremadura, Andalucía. Así pasamos de 1.422.000 habitantes en 1950 a 2.334.000 dos décadas después. ¿Cómo los recibimos? Al margen de actitudes puntuales de desestima o lenguaje («coreanos, manchurrianos, maquetos, barrio de Katanga»), pronto se dio una gran compenetración entre la población. «El vasco nace en cualquier parte».

Actualmente se da esa otra importante circunstancia que nos debe llevar la vista a esas gentes del Estado español. El resurgir popular. Un fenómeno que arrancó en 2011 con el Movimiento 15-M e Indignados. La convocatoria desde la plataforma “Democracia real ya” desató manifestaciones en 58 ciudades españolas, dando altavoz a un amplio abanico de reivindicaciones políticas, económicas y sociales, reflejo del deseo de cambios profundos en el modelo democrático y económico vigente. [«No somos marionetas en manos de políticos y banqueros. Democracia real ¡Ya!»] Y desde el 20 de junio se pusieron en marcha columnas de la Marcha Popular Indignada desde 16 ciudades españolas para converger en Madrid y celebrar el II Encuentro Estatal del 15-M.

En esa dinámica colectiva se creó el partido político Podemos con el manifiesto “Mover ficha: convertir la indignación en cambio político” presentado el 12 de enero de 2014, que firmaban una treintena de intelectuales, personalidades de la cultura, el periodismo y el activismo social y político. «Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general». Tras las elecciones al Parlamento Europeo decidieron presentarse a las elecciones municipales de mayo de 2015 en plataformas ciudadanas y agrupaciones de electores que buscaban otra forma de hacer política. Así aparecieron Por Cádiz sí se Puede, Marea Pontevedra, Barcelona en Común, Compostela Aberta, Ahora Madrid, Zaragoza en Común, Imagina Burgos, Ganemos Córdoba, Participa Sevilla, Badajoz en Común, Ganemos Salamanca, Málaga Ahora, Vamos Granada, Valencia en Común...

Desde ellas han emergido alcaldes por una y otra parte, con un talante y un lenguaje que emociona por su sentido ciudadano y de calle. Citamos lo dicho por cuatro de ellos ese mismo día de su nombramiento. Ada Colau: «Queremos ser el gobierno de la alegría». «Vamos a levantar alfombras y que el Ayuntamiento tenga paredes de cristal». «Desde luego que no será fácil» pero «No somos ingenuos». «Echadnos si no respondemos». «Estamos aquí para mandar obedeciendo».

Manuela Carmena, avanzó en Madrid que pilotará «una política diferente», «gobernando escuchando» y haciendo que los vecinos se dirijan al Gobierno «por el nombre de pila», que les tuteen, todo ello enfocado desde una «política de los cuidados», que no es otra cosa que «la cultura de las mujeres», que «todos los niños y ancianos de la ciudad tengan recursos alimenticios suficientes y alternativas habitacionales cuando se producen desahucios»; evitar las ejecuciones hipotecarias y, cuando se produzcan, ofrecer una «solución habitacional»; impulsar una oficina antifraude y una rebaja salarial de sus concejales.

José María González Santos, Kichi, nacido en Rotterdam, hijo de emigrantes, dice que el gaditano nace donde le da la gana .Un amigo de la infancia de Kichi asegura que es «una persona honrada, humilde, comprometida y que, aunque pueda meter la pata, nunca va a meter la mano». Por su parte, el alcalde de Valencia, Joan Ribó, ha recibido la vara de mando de manos del secretario del consistorio e inmediatamente la ha dejado sobre la mesa. «Como alcalde no me hace falta, ni la vara ni el mando. Prefiero el diálogo».

Este emerger renovador ¿qué significa para nosotros? Que podemos y debemos mirar con enorme empatía a esos miles y miles de personas porque pueden funcionar como vecinos y aliados. Sueñan tanto como nosotros, sufren la opresión del sistema tanto como nosotros, van a tener tantos problemas como nosotros a la hora de avanzar en su propósitos. No son gentes apocadas y dóciles, engullidas políticamente por los dos partidos ejes. Y no se trata, además, de un simple paralelismo. Vamos, asimismo, a aprender de ellos nuevas formas de entusiasmo y de lenguaje. Y a pedirles que nos ayuden, ofreciéndonos a trabajar y hacer proyectos conjuntamente.






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