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sábado, 17 de abril de 2004

Aznar el Agrio

A últimas fechas en los artículos en los que se habla acerca de las atrocidades cometidas en Irak se omite el nombre de uno de los responsables por las mismas; José María Aznar. 
 
En un vomitivo pacto de silencio, los consorcios noticiosos se han abstenido de nombrarlo tan solo se supo que el PP había sido expulsado de la Moncloa por voluntad popular el 14 de marzo, como si ese hecho exonerara en automático a Aznar. 
 
Recordemos que a la fecha hay tropas españolas estacionadas en Irak y que adosadas a las mismas se encuentran efectivos militares de los países latinoamericanos que fueron chantajeados por el propio Aznar. Mientras esas tropas no se retiren, Aznar sigue siendo responsable por los infames crímenes de guerra que inundan las pantallas de televisión. 
 
Dicho lo anterior, les compartimos esta nota que el corresponsal de La Jornada en el estado español le dedica a el fin del Aznarismo:


Agria despedida de Aznar

Armando G. Tejeda | Corresponsal

José María Aznar, probablemente el presidente del gobierno español más repudiado, se despidió ayer de la vida política de forma que, seguramente, no imaginó ni en la peor de sus pesadillas.

Su salida no pudo ser más paradójica: cuando fue electo presidente, en 1996, prometió acabar con "todo tipo de terrorismo" en España, en alusión a las acciones de ETA, por lo que anticipó su "aniquilación" y "desaparición definitiva" del escenario político.

ETA no ha desaparecido y la herencia de Aznar está en las antípodas de ese mensaje una vez que los brutales atentados del pasado 11 de marzo en Madrid confirmaron que su política de apoyo a la estrategia belicista de Estados Unidos en Irak y Afganistán había convertido a España en "objetivo prioritario" del fundamentalismo islámico.

Y así se despidió Aznar del gobierno, con la obligación protocolaria de acudir al Congreso a la sesión en la que se formalizó la entrega del poder al socialista Rodríguez Zapatero, pero además con el peso de haber vivido estos días con la mayor discreción porque en la calle sólo recibe agrios vituperios, ya que todavía no explica ante el Parlamento y ante los partidos -lo cual ya no hará- cuáles fueron las razones y supuestas pruebas que justificaron su apoyo ciego al presidente George W. Bush y a su política imperialista en Irak.

 

 


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