A diferencia de los consorcios informativos occidentales que ocultaron a Silvio Berlusconi detrás de una pesada cortina que le protegió de las acusaciones en su contra por los horrendos crímenes de guerra cometidos por la "coalición" que invadió Irak, a Tariq Alí le queda claro el papel que jugó el capi de capos.
Además, Alí tampoco ha comprado en ningún momento la versión que tanto promueven periodistas, reporteros y comentaristas acerca de José María Aznar, a quien muchos ensalzan aún después de haber sido expuesto por su vil cálculo político en los minutos posteriores a los atentados del 11-M. Y es que Aznar es indefendible porque pertenece a la casta política que nunca llevó a cabo una auténtica transición hacia la democracia tras la larga y sangrienta dictadura de Francisco Franco. El hecho que muchos de los actuales jerifaltes hayan formado parte del régimen franquista o que sus hijos e hijas sean los que están encontrando acomodo en cargos prominentes lo mismo desde el PP que desde el PSOE es prueba fehaciente de que la transición fue una farsa.
Dicho lo anterior, les invitamos a leer este artículo de opinión publicado por La Jornada:
La resistencia iraquí: nueva fase
Tariq Alí | Escritor. Su último libro es Bush en Babilonia: la recolonización de Irak
Poco después de la ocupación, Estados Unidos y sus aliados -militares e ideológicos- empezaron a referirse a la resistencia iraquí como integrada por "elementos extranjeros", "terroristas" o "antiguos partidarios del régimen de Saddam Hussein". Esta fraseología se ha convertido ahora en redundante y el portavoz militar de Estados Unidos se refiere a las guerrillas como fuerzas "antiraquíes", como si sugiriera que las tropas estadunidenses, británicas, españolas, búlgaras, ucranianas, italianas, japonesas, sudcoreanas y polacas representaran a Irak, mientras quienes en el país ocupado se oponen a la ocupación fueran antiraquíes.
Un mundo extraño
Cuando las mentiras de las que se valieron George W. Bush, Tony Blair, José María Aznar y Silvio Berlusconi han quedado públicamente desacreditadas al no aparecer las supuestas armas de destrucción masiva, los servicios de propaganda de esos países y sus agradecidos periodistas han cambiado su línea y ahora argumentan: "Bueno, quizás no haya armas de destrucción masiva, pero hemos echado a un tirano y hemos traído la democracia a Irak" ¿De verdad? ¿Democracia?
Dejando de lado los varios miles de civiles iraquíes que han muerto y aquellos a los que todavía se está matando, hablar de democracia no tiene sentido. Un viejo ideó-logo imperialista, Samuel Huntington, ha-bla ahora de "paradoja democrática". ¿De qué monstruo se trata? Cuando la democracia no produce lo que quiere Occidente, se convierte en "paradoja". Y para la democracia capitalista cualquier desafío hoy al orden económico neoliberal es una paradoja. Los iraquíes que no quieren que se privaticen sus sistemas educativos y sanitarios, son gente que "vive en el pasado". Los comerciantes iraquíes, que desprecian a las corporaciones que se han introducido en el país tras la ocupación militar, son "elementos atrasados". Cuando hombres de negocios extranjeros se convierten en objetivo, se alegran los iraquíes de todas las clases sociales (con excepción de los colaboracionistas). Las compañías extranjeras se perciben como una plaga de langostas que llegan para devorar a una nación invadida.
Resulta obvio que si alguna vez se permitiera una democracia en Irak, los representantes electos insistirían en la retirada de todas las tropas no iraquíes, en recuperar el control del petróleo del país y, quizás, en un tratado de paz a largo plazo con Irán. Nada de ello serviría a los intereses imperiales. Y Henry Kissinger y otros buitres sugieren la balcanización de Irak. De ahí que se hable de una inminente guerra civil. De ahí que se haya producido la provocación de hacer volar a los peregrinos de Kerbala (un crimen negado por todos los grupos en Irak). Ni los clérigos sunitas ni sus pares chiítas, ni las fuerzas seculares sunitas ni las chiítas, se expresan en otros términos que no sean los de unidad contra el ocupante colonial.
El ayatola Sistani se ha reunido con dirigentes sunitas para reforzar su convicción en la unidad del país ocupado, y en privado ha insistido en que el modelo de gobierno de los clérigos en Irán sería un desastre para Irak. Moqtada Sadr habla de liberar Irak, no de la Shi'a.
En las dos semanas anteriores se ha puesto de manifiesto que, con excepción de los líderes kurdos, el resto del país está en contra de la ocupación y quiere que termine de inmediato. En el seno de los grupos religiosos chiítas existe en estos momentos una lucha abierta para captar el apoyo de las masas en el sudeste de Irak. La decisión de los ocupantes de provocar a los ciudadanos de Fallujah (dos días antes de que se atacase a los mercenarios estadounidenses y se les asesinara brutalmente, se había producido un asalto de los marines en el que murieron civiles). ¿Por qué han prohibido los ocupantes el periódico de Sadr? Cuando se prohíben las palabras, las bombas las remplazan.
Lo que estamos presenciando en Irak es la lógica de una ocupación colonial. Escuchen las campanas que tañen en Fallujah y en Basora. Doblan por los periodistas liberales y liberales de izquierda de Italia que, cuando los ocupantes italianos se convierten en objetivo, denuncian a la resistencia como "terrorista". Se nos dijo que habían ido allí por motivos "humanitarios", pero la máscara se ha caído y el líder electo del pueblo italiano ha dicho que los italianos que están en Irak lucharán por el presidente Bush, morirán por él y matarán por el imperio.
Y en esta situación, los socialistas democráticos han aprobado créditos de guerra en el Parlamento. ¿Contra la guerra pero en favor de la ocupación? En su desesperación para que se les considere un partido de centro se colocan a la derecha de los socialistas españoles. Se encuentran bastantes felices por haber derrotado a Sergio Cofferati y, de paso, borrarle del mapa, pero están poco dispuestos a desafiar seriamente la implicación de Berlusconi en la guerra. De ahí que los líderes del socialismo democrático se sorprendieran cuando los manifestantes contra la guerra expresaron su rabia y su desencanto.
Mientras tanto, Irak y sus ciudadanos continúan sufriendo. El poeta Sinan Anton leyó hace poco un poema en Bagdad que evoca la atmósfera actual:
El Eúfrates
Es una larga procesión
Las ciudades acarician sus hombros
Mientras las palmeras lloran.
La decisión de Sadr y de sus seguidores de unirse a la resistencia ha llevado a centenares de miles de personas a las calles, lo que presenta un nuevo desafío a la ocupación. No es costumbre de los occidentales derramar lágrimas de cocodrilo por Irak o quejarse de que la resistencia del país ocupado no alcance los niveles medios del liberalismo occidental. ¿Alguna resistencia lo ha hecho?
Cuando una ocupación es repugnante, la resistencia no puede ser hermosa, salvo en las películas de Hollywood o en las comedias italianas. Y si los partidos religiosos dominan el sur de Irak es, en parte, debido al hecho de que los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido han apoyado a alguno de ellos con dinero y armas durante los últimos 12 años.
La solución, de acuerdo con la mayoría de centroizquierda, es entregar el país a Naciones Unidas. Es lo que ocurrió en 1924, cuando el Reino Unido gobernó Irak por mandato de la Liga de las Naciones, que ellos mismos habían organizado. Estados Unidos puede conseguir con facilidad un mandato similar del Consejo de Seguridad de la ONU, y de esa manera espera mantener sus bases militares en el país invadido durante otros 20 años.
Pero, ¿qué pasará si esa solución -consagrada para mantener el control y pretender, al mismo tiempo, que el mundo crea que los locales son responsables de su país- no funciona? Entonces, ¿se volverá al bombardeo y a los daños colaterales (vidas de civiles que no preocupan a Occidente, como hemos visto en Irak y Afganistán)? Sí, un buen liberal podrá alegar: "¿No es mejor Naciones Unidas que Estados Unidos? ¿Depende de quién controle y determine lo que la ONU haga?"
Para los ciudadanos de países cuyos gobiernos y líderes han apoyado la guerra, la prioridad debe ser castigar a los belicistas: seguir el ejemplo de los españoles. Si Berlusconi, Blair y Bush siguen a Aznar al Walhalla, será una victoria importante.
Entonces montaremos una campaña para exigir que sus sucesores terminen con la ocupación. Naciones Unidas sólo puede servir como mecanismo para salvar las apariencias. Nada más.
Publicado originalmente en Il Manifesto
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