Desde el portal de Rebelión estaremos trayendo a ustedes esta serie de textos de Iñaki Gil de San Vicente dedicados a un tema toral en la lucha del proletariado por su emancipación.
Sabemos que por la calidad y profundidad que caracterizan a los textos de Iñaki, estos serán de gran utilidad para quienes tengan la oportunidad de leerlos y estudiarlos.
Adelante con la primera entrega:
El internacionalismo antes de 1866, fecha de la I Internacional
Iñaki Gil de San VicenteIniciamos con esta primera entrega la serie de diez en la que haremos un repaso histórico de la solidaridad internacionalista entre los pueblos, entre las naciones trabajadoras. Pero también nos tendremos que enfrentar, por un lado, a la solidaridad muy activa entre las clases explotadoras, opresoras, entre los Estados imperialistas para machacar conjuntamente a las clases y pueblos oprimidos; y, por otro lado, al cinismo rastrero e hipócrita de las «democracias» que dicen defender los derechos humanos abstractos, vacíos de contenido, y cuya solidaridad se limita a comunicados de condena sobre algunos de los crímenes más atroces del imperialismo, pero nada más.
Pongamos un ejemplo entre mil: la desesperada lucha antimperialista de los pueblos de Centroamérica y el Caribe recibió la ayuda internacionalista de muchos sitios, entre ellos de Euskal Herria; pero sus burguesías también recibieron la ayuda gigantesca del imperialismo, y los sectores reformistas y pacifistas que decían evitar los «extremos» –el pueblo insurgente y la burguesía– se beneficiaban de la solidaridad cínica del reformismo occidental. No hace falta decir que esta solidaridad reformista y de boquilla beneficia siempre al poder establecido en lo esencial y en las formas particulares a las fuerzas «equidistantes», «pragmáticas», que se rigen por el «sentido común» en busca de un «clima normalizado y pacífico de convivencia que no caiga en las provocaciones de los extremos». Tendríamos que matizar un poco más, pero carecemos de espacio y pensamos que es suficiente para nuestro objetivo precisar esos tres niveles. Aunque siempre han existido, en el capitalismo actual están más activos que nunca por razones que iremos analizando, y siempre precisaremos sus expresiones concretas.
El orden es el siguiente:
El internacionalismo antes de 1866, fecha en la I Internacional.
De 1866 a 1889, fecha en la que se crea la II Internacional.
De 1889 a 1919, fecha en la que se crea la III Internacional.
De 1914 a 1951, y al presente: la II Internacional.
De 1919 a 1943: la III Internacional.
De 1921 al presente: diferentes organizaciones internacionales.
De 1940 al presente: la IV Internacional.
De 1966 al presente: la Tricontinental.
De 1994 al presente: Zapatismo, Seattle, FSM, MCB…
De 2021: Internacional Antiimperialista…
Aunque siempre bordeamos el error de interpretar el pasado según los criterios que utilizamos en el presente, error tanto más pernicioso cuanto más retrocedemos en la historia, no es menos cierto que hay algunos criterios verdadera e incuestionablemente objetivos que sí debemos considerar como permanentes en los tiempos en su sentido esencial: salud, energía, libertad, socialidad, productividad del trabajo, etc. La solución siempre transitoria e incierta de estas necesidades genera diferencias, oposiciones y contradicciones que varían según sea la dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción existentes en cada época larga, en cada modo de producción y en cada formación económico-social. Así fueron surgiendo disputas, tensiones, conflictos y guerras, pero también conversaciones, acuerdos, pactos, alianzas, etc., y sentimientos e ideales de solidaridad, cooperación, ayuda mutua… e internacionalismo, como virtudes decisivas en la antropogenia.
Insistimos en la existencia incuestionable de realidades objetivas, preexistente a las generaciones concretas, como las citadas arriba, porque son decisivas para entender la solidaridad internacionalista como efecto de las contradicciones de la materialidad social humana. Contradicciones inmanentes, internas a la sociedad, no externas, no impuestas por espíritus ni dioses, sino por intereses sociales antagónicos que se enfrentan entre sí sobre todo en el crucial problema de la propiedad privada o pública de la salud, de la energía, del alimento, de la fuerza de trabajo, de la libertad, del viento, del sol, de la belleza, de los bosques…
Los defensores de la propiedad privada dividen la historia con términos aparentemente neutros que se centran en la evolución tecnológica: paleolítico, mesolítico, neolítico, agricultura, industria, postindustrial, etc. O también, edad de piedra, de cobre, de bronce, de hierro y ahora de «economía inteligente», hasta acabar en la abstracción absoluta de fase premoderna, moderna y posmoderna, en la que nos encontraríamos. Se anula así toda injusticia social y por tanto la necesidad del internacionalismo consecuente. Los defensores de la propiedad púbica, comunal, comunista…, empleamos conceptos basados en las relaciones sociales de trabajo y de reparto/expropiación de los bienes producidos: modos de producción comunista primitivos, modos basados en formas de propiedad comunal, en formas de tributo o tributarios, en formas de esclavismo, en formas de coexistencia de propiedad privada con propiedad comunal, en formas de feudalismo, en la explotación capitalista, en la transición socialista al modo comunista… con sus fases intermedias con la supremacía de unos sobre otros, etc.
Las opresiones o rebeliones, insolidaridad o solidaridad, egoísmo o internacionalismo, etc., se diferencian en sus formas según sean los modos de producción, las formaciones económico-sociales, las interacciones entre estas, etc. Pero por debajo de esas diferencias hay una constante que surge de la lucha entre la injusticia de la propiedad privada y la justicia de la propiedad comunal, de la capitalista y de la comunista en la actualidad. Según retrocedemos en la historia se hace más difícil encontrar datos fiables sobre solidaridad y ayuda mutua entre las clases y pueblos explotados porque la historia la escribe la clase dominante, interesada en borrar todo vestigio de empatía y ayuda solidaria. Aun así, podríamos aventurar la tesis de que estas prácticas censuradas serían muestras de «internacionalismo» precapitalista sobre todo en sociedades en las que la diversidad clánica y etno-cultural iba unida a la explotación social de modo que, en sus contextos, vendría a ser como la explotación de «clase-raza» como algunos las definen hoy.
Por ejemplo y asumiendo la relativa imprecisión de fechas y acontecimientos, es posible que el malestar social en la ciudad de Kish entre -2900 y -2700 fuera una rebelión; o que en Egipto desde -2664 con el agravamiento de -2345, -2173 y – 2160 terminase en lo que se ha definido como la primera «revolución» en la historia, no en el sentido actual. Se puede pensar que el Poema de Gilgamesh de – 2650 narra las rebeliones de las y los explotados contra la casta dominante que se atribuía también el derecho de violación de las mujeres. O lo que ahora se definiría como «golpe de Estado progresista» en Lagash de -2353, o que la sublevación de Sargón de -2350 a -2300 mostraba la profunda inseguridad de Sumer, la frecuencia de las rebeliones y de las luchas de los pueblos oprimidos hasta que se desplomó el imperio acadio. No debemos descartar la existencia de alianzas y pactos, de ayudas de reciprocidad, etc., para acabar con la opresión, sabiendo como sabemos de la puntillosa diplomacia de los poderes de la época.
Conforme se imponía la propiedad privada de tierras y ganados y con ella formas de explotación más brutales, aumentaban los conflictos con crecientes niveles de violencia. En la amplia zona indoirania este largo conflicto acabó en Irán cuando las masas campesinas se unieron pese a sus diferencias etno-culturales con la casta de los sacerdotes para derrocar a la casta de los guerreros, verdaderos amos. Los sacerdotes iraníes seguían el zoroastrismo desde la primera mitad del -1000. En la India del -600 terminó de concretarse el movimiento lokaiata, filosofía materialista opuesta a la casta o clase dominante, que resistió a todas las represiones hasta el siglo XVII. En la China del siglo –V hubo resistencias de masas contra la construcción de la Gran Muralla y otras opresiones, y como efecto de esa lucha de clases el filósofo Mencio (-370/-289) defendió el derecho del pueblo a ajusticiar al tirano. La solidaridad de lucha fue palpable cuando se unieron muchos grupos campesinos para derrocar al poder tiránico en la inmensa China en el -220. La historia china rebosa luchas político-filosóficas que directa o indirectamente surgían de las crecientes contradicciones sociales, y de la tendencia del campesinado y artesanado a unirse pese a sus diferencias y a las distancias que les separaban.
Las grandes divisiones entre las ciudades-Estado griegas no impidieron una respuesta solidaria frente a la agresión persa sobre todo desde – 497, comenzando una serie de guerras defensivas que serían decisivas para la posterior formación de lo que ahora entendemos por Europa. La agudización de las sublevaciones populares en Grecia sobre todo a partir de -371 hace que en -338 la Liga de Corinto dirigida por Filipo de Macedonia asumiera la prioridad de acabar con las revueltas de los pobres, siendo probablemente el primer plan de contrainsurgencia interestatal. Sin embargo, continuaron las rebeliones como las de -134 y otras, así como la resistencia desesperada de las clases explotadas de la región de Pérgamo entre -132 y -130 contra la anexión a Roma. Desde -112 se fue organizando alrededor del Ponto una movilización internacional con amplios apoyos populares que mantendría guerras intermitentes contra Roma hasta -65. En esta muy sucinta lista no hacemos referencia a las rebeliones esclavas contra Roma ni a las guerras defensivas de muchos pueblos. Tampoco hablamos del colaboracionismo con el invasor romano de casi todas las clases dominantes para no perder sus propiedades.
Nuestramérica también fue escenario de la lucha de clases en sociedades tributarias: en el -400 el imperio olmeca vio cómo se destruían las cabezas pétreas, los altares y monolitos que simbolizaban el poder. No se sabe quiénes, por qué y para qué lo hicieron, pero aquellas protestan se inscriben en la larga lista de las «profanaciones sacrílegas» tal como las descalifica la historia opresora. El poder creciente de los imperios maya, azteca e inca, generó múltiples resistencias que desbordan este texto, así como las luchas contra la invasión europea. Ejemplos brillantes de solidaridad internacionalista los tenemos en las alianzas entre nativos, esclavos y campesinos pobres desde comienzos del siglo XVI hasta llegar al siglo XVIII cuando se empiezan a unir sectores criollos y mestizos creando la dialéctica entre Patria Grande e internacionalismo. Sobre la actual Norteamérica, África y otras zonas de Asia hablaremos en los capítulos siguientes.
La solidaridad por encima de las distancias entre los y las explotadas en la edad media europea fue facilitada por las herejías cristianas que exigían conquistar el paraíso en la tierra. Parte de la rapidez de la expansión del islam fue debida a las mejoras de las condiciones de vida de las masas explotadas y de las clases dominantes que se convertían al nuevo «internacionalismo» musulmán. Pero esto empezó a cambiar a finales del siglo XIV en el norte italiano y definitivamente en el siglo XV, cuando la economía proto capitalista agudizaba las contradicciones nacionales y sociales, también las patriarcales: las heroicas guerras husitas de 1419-1436 fueron a la vez de liberación nacional, de clase y religiosa, con un contenido internacionalista que daría paso por mil vericuetos a, entre otros conflictos, las guerras campesinas de 1524-1525, que a su vez eran la gigantesca brecha por la que irrumpieron la dos primeras oleadas de revoluciones burguesas.
En la primera de ellas, la iniciada triunfalmente en 1566 en los Países Bajos, seguida por Inglaterra, EEUU y terminada por la República francesa en 1789, fue decisivo el internacionalismo burgués e incluso cuando provenía de monarquías absolutistas como la francesa y la española interesadas en la independencia de EEUU para debilitar a Inglaterra. La democracia burguesa en cuanto forma externa de la dictadura del capital, fue una creación de este internacionalismo para vencer y expropiar en gran medida a la nobleza y a la Iglesia; e inmediatamente después en los cuatro países, aplastar a la incipiente izquierda campesina, artesana y obrera, empezando por las mujeres trabajadoras, mientras endurecían la opresión nacional interna y el colonialismo expoliador externo.
La segunda ola de revoluciones burguesas fuera claramente conservadora como se demostró desde 1848: la unificación de Italia en 1861, la abolición de la servidumbre en la Rusia de 1861, la revolución Meiji en Japón entre 1866 y 1870, la unificación de Alemania en 1871, las reformas de finales del siglo XIX en Austro-Hungría…, ejemplarizan el final histórico de la fase revolucionaria de la burguesía. Ello fue debido al menos a cuatro procesos: la creación de la primera organización proletaria clandestina en 1819 en Escocia, y a partir de aquí de otros grupos legales o clandestinos que internacionalizarán las lecciones de las luchas obreras; la sublevación de los Andes de 1781 y la revolución haitiana de 1803, la tenaz resistencia de Argelia desde 1830 y la sublevación cipaya en la India de 1857, así como la lucha irlandesa, la reivindicación polaca, etc.; la invención del telégrafo en 1834, el boom de los ferrocarriles y de los barcos a vapor que redujeron el mundo a una pequeña pelota; y la formación del marxismo que para la década de 1860 era ya la matriz teórica de la revolución comunista. La primera Gran Depresión capitalista de 1871 lo sintetiza todo.
No es casualidad, por tanto, que en 1866 se creara la Asociación Internacional de Trabajadores, o I Internacional; no lo es porque su gestación avanzaba desde 1848. El gozne que explica el giro reaccionario de la burguesía y el núcleo del internacionalismo proletario aparece en la Circular del Comité Central a la Liga Comunista, escrita por Marx y Engels en marzo de 1850.
EUSKAL HERRIA, 27 de enero de 2021
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