Desde Deia traemos a ustedes esta entrevista con el capitán del Aita Mari, misma que pone al centro del escenario el drama que se vive día a día en el Mediterráneo, ese drama migratorio provocado por las hasta hoy estrategias geopolíticas predatorias de Occidente.
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Ni el invierno ni la pandemia frenan el éxodo migratorio entre Libia e Italia. El 'Aita Mari' viaja a la zona para dar cuenta del drama existente y prestar el auxilio necesario
Iraitz Astarloa / Unai BeroizEl 'Aita Mari' vuelve de misión con dos meses de retraso sobre los planes iniciales previstos.
—Sí, al principio, con el tema del cuaderno de estabilidad y todo lo que es la reforma y, sobre todo, el papeleo, luego los temporales, el accidente del capitán... Todo eso nos ha ido retrasando.
¿Cambia en algo su misión en el Mediterráneo respecto a lo que tenían proyectado en diciembre?
—No, realmente es una continuación de aquello. Lo que hicimos fue dejar en suspenso temporalmente hasta finales de enero que ya la tripulación estaría de nuevo fresca y estaríamos listos para partir.
¿Cuál es la misión?
—Salimos trece personas a bordo, ocho tripulantes profesionales y el resto son voluntarios y nuestra idea es acercarnos a lo que denominamos a la zona SAR (en inglés, Search and Rescue), frente a las costas libias para hacer la observación en esa zona para relatar qué es lo que está pasando. Tardaremos unos cinco días aproximadamente si no hay novedades, que no debería haberlas porque es una trayectoria sencillita. Calculamos que estaremos un mes, un mes y poco dependiendo de la cuarentena que nos obliguen a hacer en Italia.
¿Cómo está la situación en la zona?
—Sigue saliendo gente. Nos consta porque vamos recibiendo información periódica, hace poco ha habido una información de Alarmphone con el último informe de actividad de diciembre y allí sigue habiendo tráfico. Libia es un país en guerra y salen con intención de llegar. Ahora los barcos salen un poco más preparados porque saben que no hay ONG y su intención es llegar bien a Malta o bien a la zona de Lampedusa. Decir que salen más preparados significa que salen con algo más de gasolina y más comida, pero siguen siendo barcos absolutamente precarios para la navegación, sin ningún tipo de instrumentación y sin nada. Obviamente en invierno los días son más cortos, hay ventanas de buen tiempo más pequeñas y cualquier problema en ese tipo de barcos con una situación tan precaria, lógicamente desemboca en una desgracia.
En pleno invierno, ¿la mortalidad se dispara en la ruta mediterránea?
—Normalmente la mortalidad en invierno es mucho mayor que en verano. Alarmphone suele hacer algunas estimaciones, pero es muy difícil porque no sabes cuánta gente sale ni cuánta gente se pierde en el camino. Antes, organizaciones como Acnur publicaban esos datos pero ahora han dejado de hacerlo en esa política de opacidad y Alarmphone sí que trata de reflejar unas estadísticas pero hay que coger todo eso con mucha cautela.
¿Y cuál es la situación para los barcos de rescate como el 'Aita Mari', que tratan de dar cuenta de lo que ocurre en el mar?
—Ahora acaba de salir el Ocean Viking otra vez, pero es el único barco que hay, con capacidad para 270 personas. Lo que pasa es que con todos los requisitos de seguridad en los barcos de rescate, por un lado está muy bien porque es bueno, pero hay una segunda lectura detrás de todo eso y es que todas esas exigencias lo que hacen es complicar mucho nuestra labor y en algunos casos, como en el caso de Italia, es una mala utilización de la normativa de seguridad de los buques y de la burocracia. La necesidad en la zona es hacer pasajes humanitarios, hacer corredores humanitarios, no que haya ni un barco de rescate ni siete. Lo que hay que hacer es cambiar la metodología y el sistema. La parte asistencial de nuestra labor es casi anecdótica porque lo que hacemos es poner encima de la mesa un problema que te otra forma se mantiene oculto.
En el pasado han tenido muchos problemas para lograr puerto una vez se producen los rescates. ¿Qué perspectivas tienen a este respecto?
—Creo que con los nuevos certificados que se han hecho en base a las exigencias de Italia y las últimas experiencias que ha habido con el Open Arms y la última arribada del Ocean Viking hace una semana en puerto italiano, todo eso parece que ha cambiado, Italia da un puerto mucho más rápido. Supongo que responderá a las acciones de la Unión Europea de dar respuesta a las exigencias de Italia o la situación doméstica del propio país, no lo sé, pero las perspectivas son más positivas. Los últimos tres desembarcos que se han hecho en Italia se ha solicitado puerto y en 24 horas se ha concedido. Han sido procedimientos más previsibles y no como hasta ahora, que era todo incertidumbre.
¿Cómo es la situación una vez llegan a Italia?
—Italia tiene unos mecanismos de acogida más organizados o estructurados que en Grecia y, aunque también están los hotspot, los centros de identificación y de registro, parece que tiene un sistema más razonable. Es algo más parecido a España, donde hay un periodo relativamente corto donde la gente está en estos centros y, aunque no conozco mucho al detalle, les darán orden de expulsión o les dejarán una documentación provisional para permanecer en el país. A partir de ahí entra esa segunda fase que ya corresponde a otros agentes denunciar y que es toda esa miseria que se genera con la precariedad, toda esta gente que permanece sin documentación en el país y que al final son víctimas de los abusos en los trabajos, caen en redes de prostitución, etcétera. Eso ya es otro capítulo diferente.
¿Toda la tensión que en los últimos meses ha habido en la ruta canaria ha permitido aliviar en parte la situación del Mediterráneo?
—Sí que todas las rutas son vasos comunicantes y al final, cuando se cierra una ruta se abre otra y siempre se produce un trasvase de flujos. Era obvio lo que se iba a producir en Canarias, lo que pasa es que responde también a otros síntomas de la política exterior europea y cada uno tiene sus particularidades aunque son vasos comunicantes. Sabemos la situación interna que hay en Marruecos, la presión que hace a España para que a través de España se presione a la Unión Europea para sus posiciones en el Sáhara. Pero eso ya es otra cosa, pero sí que Marruecos hace uso de un flujo de personas que intentan pasar a través de su costa. Pero muchas de las personas que han pasado en esta última crisis de Canarias eran ciudadanos marroquíes que Marruecos potenció y forzó de alguna manera. Pero sí que se da un trasvase de flujos de cierta manera, aunque más que a través de Canarias, el flujo que ha habido ha sido a través de Túnez. Mucha gente de Libia ha pasado a Túnez y de ahí a Lampedusa. Ha habido un gran incremento de ese flujo pero como no se cuenta, nadie lo sabe. Institucionalmente no figura en ningún sitio que ha habido ese flujo, lo sabemos quienes estamos monitorizando esto.
Una vez concluya la misión, ¿cuáles son los planes del 'Aita Mari'?
—Nuestra intención es dejar el barco en Almería, o en Burriana (Castellón) o igual alternando un puerto y otro, pero sí que mantendríamos el barco en el Mediterráneo porque tener que bordear la península cada vez que salimos de misión nos retrasa mucho. Y con respecto al futuro, somos una asociación, dependemos de la voluntad de los socios. Ahora estamos en un proceso de renovación de órganos, como toca cada dos años, y ahí se determinará en la junta y en función de la voluntad de los socios lo que vayamos a hacer.
En estos años de andadura, ¿han sentido el respaldo del pueblo vasco?
—Sí. Creo que en eso hay una diferencia entre las voluntades políticas y las sociales. Y en Euskadi notamos mucho apoyo y es una satisfacción, sin duda.
Para complementar la publicación, queremos compartirles este video del cantante francés Atef Sedkaoui, dedicado a las víctimas del imperialismo que están muriendo frente a las costas de Lampedusa:
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