Iñaki Egaña aborda el tema de la libertad de expresión -tan en boca de tantos los últimos días por el tema de Pablo Hásel- pero, para incomodidad de muchos, lo contrasta con el "diferencial vasco".
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Los límites de la libertad de expresión
Iñaki EgañaPablo Hasel ha sido encarcelado por ciscarse en la monarquía. Su máximo exponente durante los últimos años está fugado, viviendo a cuerpo de ídem en otra monarquía bananera. Un joven ha sido imputado por sugerir guillotina para un Borbón. Luis XVI, también Borbón, y rey inviolable de Francia y Nafarroa, fue guillotinado tras decisión mayoritaria de la Asamblea. Willy Toledo fue juzgado por dar su opinión sobre una señora que se había apareado con una paloma. Llamó a un dios hebreo de testigo, pero el tribunal rechazó su petición.
La caspa que recorre la vida pública española alcanza unos niveles que en nada se diferencian de los sucedidos en otras épocas. No hay debate, sino imposición. En este 18 aniversario del cierre de Egunkaria, ya en el siglo XXI, las portadas de los medios constitucionalistas señalaban que la libertad de expresión era comparable al tamaño de la cornamenta de Islero, el toro que mató a Manolete. Enorme. La prisión de Hasel ha servido para que tímidamente algunos sectores políticos refieran a la democracia española como de baja calidad. En un abrir y cerrar de ojos, la cla hispana ha salido al escenario para afirmar que la democracia española es tan colosal como el cipote de Archidona, relatado en aquella obra de Camilo José Cela.
Hasel, no es la primera víctima de ese peculiar concepto sobre la libertad de expresión que cercena la de la disidencia y alaba la del poder. Hace unos días, falangistas modernos desfilaban en Madrid en homenaje a la fascista División Azul, tal y como hace exactamente ahora 30 años, Felipe González en la dirección de Gobierno, los grupos neonazis europeos, después de ver negada su petición en diversas ciudades del Viejo Continente, se concentraban en Madrid para honrar a la Legión Cóndor, la misma que bombardeó Gernika.En abril de 1983 Xabier Sánchez Erauskin director de Punto y Hora, cumplió un año de cárcel por entrevistar a las hermanas de dos refugiados vascos. Recordamos a Xavier Vinader y a Pepe Rey, periodistas encarcelados también. A Xabier Galdeano, al que mataron unos sicarios pagados con fondos reservados, cuando cubría la noticia de otro atentado mortal de los GAL. Julen Ibarrola, Alfredo Remirez fueron condenados recientemente a prisión por expresar su apoyo a presos vascos.
Desde ciertos sectores de la izquierda, parece como si los ataques a la libertad de expresión comenzaron hace unos días. Porque, en esa ecuación, el territorio vasco no entra ni en partes, ni en términos, ni siquiera en incógnitas. El “todo es ETA” que condicionó la vida política, social y económica vasca, inventado desde el Estado profundo para abordar la causa vasca, contaminó también a buena parte de esa comunidad que se decía disidente de la deriva autoritaria de Madrid. Agresiones a periodistas vascos, censura y cierre de medios, guerra sucia… parecía justificada como ariete contra ETA.
Parte de esa izquierda de salón reconoce hoy ciertos excesos, como el cierre de Egunkaria. Poco más. Habría que citar, en esa narrativa que se construye permanentemente, que anteriormente al cierre de Egin, el periódico surgido con 33.341 socios que aportaron su pequeño y gran grano de arena al proyecto, el diario había sufrido tres secuestros, uno de ellos por publicar unos textos del “Libro rojo del cole”. Recordar, asimismo, que el diario y la radio que gestionaba, al margen de la muerte en ataque de grupos parapoliciales de uno de sus fundadores (Angel Etxaniz) y dos periodistas (el citado Galdeano y Josu Muguruza), sufrieron entre 1979 y 1996, trece atentados, cinco de ellos contra su sede en Iruñea.
Fue precisamente en la pieza contra Egin dentro del Sumario 18/98 que el Estado profundo, con la aquiescencia de buena parte de la clase política, marcó los límites de la “libertad”. Egin, al contrario que Egunkaria, marcaba diariamente su posicionamiento político, a través de un editorial. Las diligencias abiertas en el sumario permitieron conocer los criterios sobre la libertad de expresión. Es notorio que esos farragosos textos son desconocidos, por lo general. El detalle nos cuenta, sin embargo, las aberraciones de las que son capaz esa democracia a la española.
El redactor de la ponencia contra Egin, con la ayuda de los sagaces agentes policiales, detectó que en los editoriales de Egin se apostaba por la autodeterminación de los pueblos, se criticaba la Constitución española, el estatuto de Autonomía y el amejoramiento foral, se apoyaba a la izquierda abertzale, se manifestaba a favor de la solidaridad y el acercamiento de los presos vascos, se difundían denuncias de torturas, presentaba una postura favorable al enaltecimiento de los valores vascos en especial el euskara, se criticaba sistemáticamente al Estado español, se reprochaba a otros medios de comunicación por “intoxicar” y se reprendía al Gobierno vasco su “españolización”. El fiscal concluyó su alegato señalando que Egin decía que había un conflicto político que “hay que resolver” y que ese mismo argumento precisamente es el que utilizaba ETA. Y, por tanto, Egin justificaba la violencia de ETA.
Si hacemos un salto en el tiempo, observamos que la mayoría de los argumentos que provocaron el cierre de Egin siguen vigentes. Comenzando por el primero, buena parte de la sociedad catalana apostó por el ejercicio del derecho de autodeterminación y fueron apaleados y los instigadores encarcelados. El último de los argumentos, el del “conflicto vasco”, tiene su expresión de las posiciones en Wikipedia. En su versión hispana apunta a que el conflicto vasco “también es llamado guerra contra el terrorismo”. Para la versión en euskara es un enfrentamiento entre los gobiernos español y francés con el MLNV. En inglés es un conflicto entre ETA y España y en francés es un periodo de enfrentamiento entre el independentismo vasco y los gobiernos español y francés. Cada explicación un síntoma de donde están los límites de la libertad de expresión.
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