Les presentamos la esquela que Iñaki Egaña le ha dedicado al español españolista que respondía al nombre de Enrique Rodríguez Galindo, quien se ha ido de rositas sin enfrentar un verdadero tribunal que le juzgase por sus multiples crímenes de lesa humanidad en contra de vascas y vascos que cayeron en sus garras por el solo delito de desear la autodeterminación de su pueblo. Víctimas con nombre y apellido como el cineasta Ion Arretxe o como Joxe Agerri a quien justo ayer se recordaba e incluso como Lucía Vergara, quien murió asesinada en Chile tras haber sobrevivido la bestialidad de Rodríguez Galindo y sus matones.
El SARS CoV-2 ha completado, esperemos por lo menos que de forma dolorosa, su impunidad.
Lean por favor:
Agur Galindo, berdeetan berdeena
Iñaki EgañaUn año después de la muerte de Txofo Migueliz, el colaborador de la Guardia Civil que finalmente fue clave entre los testigos que implicaron al cuartel de Intxaurrondo en los GAL, ha fallecido el que fuera director del acantonamiento, el ex general de brigada Enrique Rodríguez Galindo. Acuario en el horóscopo y natural de Granada, donde nació unas semanas antes del triunfo de Franco en la guerra, era hijo de guardia civil y, como tantos otros miembros del cuerpo, su único hijo varón también es agente de la Benemérita, jefe en Madrid del departamento de Delitos Telemáticos. Su hermano Antonio, militante del PSOE, ha tenido cargos relacionados con la memoria histórica en diversas instituciones de Andalucía y Extremadura.Galindo, como fue conocido en medios militares y periodísticos, ingresó en la Academia en edad del servicio militar y pidió destino voluntario a Guinea Ecuatorial, entonces colonia española. Cuando Guinea se independizó, y siguiendo la ruta de los separatistas llegó a Donostia, donde fue agente de tráfico. Marchó a Cádiz, pero volvió voluntario a Donostia en 1980, como tercer jefe en la cadena de mando de la 513 Comandancia, entonces en el barrio del Antiguo. En aquel cuartel se erigió la terrorífica estancia conocida como “la Carpintería”, bajo el mando de Galindo jefe de la sección antiterrorista, donde fueron torturados decenas, centenares de militantes vascos. De ahí llegaron las primeras y escasas condenas a los torturadores, como las referidas a los casos Olano, Goikoetxea y Olarra. También los primeros “trofeos” que Galindo fue adquiriendo para engrosar sus vitrinas, botines que contaron con la aquiescencia de magistrados, poco preocupados en las formalidades judiciales.
En 1988 fue nombrado teniente coronel y máximo responsable del cuartel de Intxaurrondo, hasta que las investigaciones periodísticas, alentadas por Txofo Migueliz, y el descubrimiento de los restos de Josean Lasa y Joxi Zabala en 1995, aceleraron y revelaron su implicación en diversos temas no sólo relacionados con los GAL, sino también con el narcotráfico y la trata de blancas. El desaparecido Informe Navajas, cuyo autor ha sido hasta hace unas semanas en que se jubiló miembro del Tribunal Supremo, ya pidió la investigación de Galindo por esas cuestiones. Pero el fiscal general tapó el asunto e incluso borró de la historia y de los archivos judiciales aquellas acusaciones.
Galindo fue condenado a 75 años de prisión por el secuestro y muerte de Lasa y Zabala. Clasificado en tercer grado, apenas no llegó a cumplir cinco años, ni siquiera un cuarto de su pena. En libertad se ubicó en Zaragoza. Fue despojado de sus galones y de su condición militar, pero no así en cambio, de sus condecoraciones, hasta un total de 14, algunas de ellas con plus anexo a su pensión. La Orden de Mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo la recibió un año después, exactamente, del secuestro de Lasa y Zabala. Llevó su condena hasta Estrasburgo, pero perdió en todas las instancias. También se querelló contra Negu Gorriak (por la canción Ustelkeria), Diario 16, la editorial Txalaparta y Egin, por supuestamente mancillar su honor. Perdió los juicios, pero logró la quiebra de Esan Ozenki, la casa de discos.
El apellido del ex general de brigada fue asociado al cuartel de Intxaurrondo y a su terrible y alargada sombra. El del Antiguo, ya derruido, había sido el de su presentación. Para los mandos antiterroristas, militares y civiles, Galindo, fue el artífice de la mayor ofensiva contra ETA y el independentismo vasco. Decenas de páginas glosan aún su figura y sus métodos con el beneplácito de la clase política y judicial. Por el contrario, al margen de las acusaciones sobre narcotráfico, GAL y prostitución, el cuartel marcó una etapa en el auge de los malos tratos a detenidos, hasta convertirlo, según un diario madrileño, en el mayor centro de torturas en Europa desde la Segunda Guerra mundial.
Casos como la desaparición y muerte de Mikel Zabalza, la bomba dirigida a Idelfonso Salazar que acababa de denunciar torturas y mató al cartero José Antonio Cardosa, o la bomba en Donostia en el bar Txioka que mató a Francisca Arenzatamurgil y dejó ciego a un niño, siguen sin esclarecerse. Emboscadas de la época, como las que acabaron con las vidas de Bakartxo Arzelus, Luis Mari Zabaleta y Alejandro Auzmendi, entre otras, en las que participó el equipo de Galindo luego condenado, también quedaron sin investigación. El propio Jon Arretxe, dejó escrito que Galindo se dirigió a los calabozos para comprobar si le conocía y apretujarle, de paso, los testículos.Entre otras cuestiones, sobre todo relacionadas con la guerra sucia y la tortura, Rodríguez Galindo pasará a la posteridad por haber sido uno de los iconos más sobresalientes de la España profunda, la que Machado asociaba a la pandereta. Con un elevado ego, concedió numerosas entrevistas y dejó perlas, también en sede judicial, dispuestas para los calendarios venideros repletos de frases y recuerdos nostálgicos del que fue imperio español. Apoyó a sus agentes de Intxaurrondo, condenados por proxenetismo, torturas, narcotráfico, robo con intimidación y corrupción, llegando al extremo de afirmar que “con seis hombres como ellos se hubiera conquistado América del Sur al completo”. Quién sabe si en algún futuro, el arco del triunfo de hombres ilustres hispanos, añada el suyo junto a los de Don Pelayo, el Cid, Pizarro y Queipo de Llano.
En Euskal Herria, sin embargo, su sola mención provocará todavía estremecimientos por varias generaciones. Jon Maia, en aquel festival que tuvo lugar en el Velódromo de Donostia en apoyo a Negu Gorriak, lanzó unos versos que también pasaron a la posteridad: “Agur Galindo, gatito lindo. Berdeetan berdeena. Galindo joan zen. Gu hemen gaude. Gurea da garaipena”.
La visión de Tasio:
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