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domingo, 20 de diciembre de 2020

Egaña | Albatros

Y para hablarnos de ese pasado represivo no tan lejano y sus expresiones contemporáneas quien mejor que nuestro amigo Iñaki Egaña quien con su pluma implacable pone al descubierto toda la inmundicia del españolismo.

Lean esto que ha dado a conocer en su perfil de Facebook:


Albatros

Iñaki Egaña

En este medio siglo del Proceso de Burgos donde los militares desenvainaron sus cimitarras ante el canto del Eusko Gudariak de los imputados, los ruidos de sables vuelven a crear alarma social. No por la profundidad de los movimientos militares, al parecer dialécticos únicamente, sino por esa legión de asonadas con sus respectivas razias que jalonan la historia reciente de ese reino borbónico que llaman España. Mark Twain no dejó un acertado aforismo para estas ocasiones: “la historia no se repite, pero rima”.

Las redes sociales han ampliado los comentarios de mandos retirados, otros en vigor disimulados tras la máscara de seudónimos, mientras desde las instituciones del Estado se indica una y otra vez el talante democrático de un Ejército al que la propia Constitución española otorga la defensa de esa “indisoluble unidad”, en términos antidemocráticos. El eterno “enemigo interno”, comunistas y separatistas.

Ya sabemos que todo lo clandestino, encubierto o conspiranoico, tiene su nombre especial, agostado por la inflación de películas o libros de serie negra. La UCO y otras policías en tareas de investigación pusieron apodos perspicaces a sus pesquisas. La Operación Gürtell (cinturón en alemán), le debe el nombre al principal imputado Francisco Correa. La Púnica de Francisco Granados al Punica Granatum, el árbol cuyo fruto es la granada. No quedan muy lejos los de la Ertzaintza contra los contables de ETA, Diru Gutxi, o las dos operaciones contra el movimiento solidario con los presos vascos, Jaque y Mate. Alentados por las tendencias atávicas, los militantes de ETA también pusieron nombre a sus tareas y aparatos. Las más conocidas, Operación Ogro, el atentado que segó la existencia al presidente fascista español en 1973, o la Operación Sagarra, traducción obvia del que costó la vida al comisario en jefe de la policía franquista en Gipuzkoa.

No hay glamour en estos apellidos, a pesar de la influencia de las letras del recién fallecido John Le Carré. La del ruido de sables reciente tiene de nombre el de un ave de una dimensión alar escandalosamente ancha, la mayor del reino animal. El albatros, del género diomedea, que surca los océanos del hemisferio sur. Diomedes, el que dio el nombre al género, era, en la mitología griega, el arquetipo del guerrero indomable. Algo así como Viriato, el Cid Campeador y el coronel Moscardó juntos. De ahí el rebuscado mote a la operación clandestina auspiciada por los militares enfurecidos con la “deriva socio-comunista”.

Es sintomático que las bravuconadas filtradas desde el inicio de la pandemia, se han reavivado con el acuerdo sobre los presupuestos del Estado para 2021 en el que han participado, al margen de los socio-comunistas, dos fuerzas independentistas, de Catalunya y de Euskal Herria. En décadas anteriores ya tuvimos intentonas y golpes de Estado con nombres y protagonistas pomposos: Galaxia 1 y 2, Elefante Blanco…

La Operación Albatros, que fluye de una única fuente, apenas parece tener la relevancia política y la organización militar precisa para convertirse en un golpe clásico, de los que teorizaba Curzio Malaparte. Sin embargo, una idea de “Técnica del golpe de Estado”, su libro más conocido, se ha expandido por el planeta: “En su concepción comunista, Lenin no tenía el sentido de la realidad; carecía de precisión y de medida”. Los “socio-comunistas”, para Trump, Bolsonaro o Ram Nath Kovin son inútiles, contra-natura. Poseen el “gen rojo” que según Himmler o Vallejo-Nájera convertía a los humanos que lo “padecían” en incultos, torpes, imbéciles y pervertidos. Por tanto, como afirman los militares españoles tras la operación alada, susceptibles de ser eliminados.

Esta irrelevancia visual, sin embargo, no elimina el peligro. La política no se dirime en los parlamentos, sino en los centros económicos. Las guerras hace tiempo que son asimétricas, o como señalan los teóricos de la OTAN, híbridas. Esta semana, que hemos entrado en la cota 4 del NAA (Nivel Alerta Antiterrorista), un general del CNI escribía sobre el Control Reflexivo (CR) y la Desinformación: “Una característica determinante del CR es la necesidad de inocular en el adversario información específicamente adaptada al objetivo, un individuo concreto o una audiencia amplia, de manera a reflejar sus respuestas y reacciones”. De eso se trata. Albatros, aunque sea un bluf, “obliga al adversario a actuar respecto a una falsa imagen”. Trump, Abascal y un etcétera muy largo han dejado una huella visible de esta estrategia.

Una estrategia cuyo objetivo no es precisamente un golpe de Estado a lo Primo de Rivera, Franco o Tejero. Un golpe convertido en maniobra política, como ya sucedió solapadamente en 1981 cuando un sector del Ejército puso en marcha la denominada operación "De Gaulle" por su similitud con la planeada por el general francés con motivo de la guerra de Argelia y que probablemente fue abortada por la entrada de Tejero en el hemiciclo. Un gobierno de “salvación” entonces frente al separatismo, hoy frente al Gobierno “socio-comunista apoyado por etarras y separatistas”.

Ese es el fondo de la cuestión, ya evaluado desde el Estado profundo con la crisis de legitimidad del Gobierno de Rajoy, con el fracaso en la formación del Ejecutivo tras las elecciones de abril de 2019. Diversos estamentos, militares, económicos, mediáticos y civiles llevan dos años insistiendo en ese “gobierno de salvación”. Y no desde sectores exclusivamente ultras. En 1981 trascendió el nombre de Enrique Múgica Herzog, entonces en el PSOE. En la actualidad, veteranos dirigentes de la misma marca, como Felipe González, Alfonso Guerra y otros barones, alientan los mismos argumentos antidemocráticos.

Se trata de un golpismo moderno, fuera de las tácticas estudiadas por Malaparte. Un golpismo que llevará el sello del IBEX. Que alumbrará un nuevo e ingenioso nombre y dará paso a los sempiternos daños colaterales que sufriremos los de siempre. La restauración de la Operación Bateragune una nueva señal.

 

 

 

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