Directo de las páginas de Gara a la sección de deportes y digno de la etiqueta Kurlansky nos llega este muy futbolero reportaje que realza el lugar de honor que se han labrado los entrenadores de futbol vascos:
Ponga un entrenador de fútbol vasco en su banquillo, no se arrepentirá
Los técnicos vascos están de moda. Baste el dato de que serán más de un tercio de quienes se sienten en los banquillos de Primera la próxima temporada. Los sonados regresos de entrenadores reconocidos a nivel europeo, como Unai Emery y Javi Gracia, que dirigirán a Villarreal y Valencia, respectivamente, han aumentado la nómina.
Natxo Matxin
Nada menos que siete de los veinte técnicos que se sentarán en los otros tantos banquillos de Primera serán de origen vasco. La cifra no es baladí y demuestra que nuestros entrenadores gozan de un importante prestigio a la hora de confiarles la dirección de unos cuantos equipos que compiten al más alto nivel futbolístico mundial.
El regreso a LaLiga de Unai Emery y Javi Gracia apuntala esa consideración, aumentando una lista en la que se mantienen aquellos que han conseguido conservar el puesto –solo fue despedido Asier Garitano–, merced a sus respectivos rendimientos deportivos, leáse Julen Lopetegi, Imanol Alguacil, Jagoba Arrasate, Gaizka Garitano y José Luis Mendilibar.
El de Hondarribia vuelve a la competición que le vio crecer desde el modesto Lorca, pero ahora convertido en un entrenador de prestigio europeo, tras dirigir a conjuntos de la talla del PSG y del Arsenal, equipo este último comandado ahora mismo por otro preparador vasco al que también se le augura un prometedor futuro, Mikel Arteta, reciente ganador de la FA Cup desde el banco de los gunners.
Emery recala en el Villarreal, un club con el talonario rebosante y que disputará la Europa League, torneo que el entrenador guipuzcoano conoce bien, tras haberlo ganado con el Sevilla durante tres ediciones consecutivas –2014, 2015 y 2016–. A sus 48 años y tras haber vivido experiencias en la Premier, Ligue1 y el campeonato ruso, inicia un nuevo proyecto en el submarino amarillo –fichado por tres temporadas–, con la idea de plantar cara a los grandes.
Muchos son los puntos comunes que le unen a Javi Gracia, el otro hijo pródigo de la competición estatal. Ambos provienen de la Premier, en el caso del iruindarra tras ser despedido por el Watford, pese a comprometerse con él hasta 2023, después de tener un comienzo liguero sobresaliente en 2018 y llevar esa misma temporada a las “avispas” hasta la mismísima final de la FA Cup. Pero un mal inicio el año pasado truncó su trayectoria en dicho equipo.
Siguiendo con las coincidencias, el que fuera técnico de Osasuna también dirigió al Almería y estuvo en la liga rusa (Rubin Kazan), además de realizar el viaje inverso al de Emery. Se encargó del filial del Villarreal en su momento y ahora ha aceptado el siempre complicado encargo de intentar llevar a buen puerto a un Valencia que navega por aguas turbulentas.
Todo un auténtico polvorín elque se ha encontrado Gracia en un club donde las luchas intestinas entre propietario, plantilla y aficionados están a la orden del día. La salida de Ferrán Torres o el caso Parejo son solo la punta de lanza de unas tensas relaciones que no pueden ser el caldo de cultivo ideal para centrarse en la tarea deportiva diaria.
No será la primera vez, en todo caso, que el entrenador navarro se enrola en una enrevesada singladura, pues ha pasado por banquillos ciertamente complicados, si bien el elevado nivel de exigencia de Mestalla va a ser toda una prueba de fuego en su trayectoria profesional.
Lopetegi, a la Champions
Una carga de responsabilidad que también se puede sentir en el Sevilla, aunque Julen Lopetegi, tras su exiguo y aciago paso por el Real Madrid, ha sabido dar con la tecla para conformar un bloque sólido y muy físico, al que ya ha conseguido clasificar para la próxima Champions y ser uno de los candidatos con mayores opciones para volver a conquistar la Europa League. Su estreno en el conjunto hispalense no ha podido ser más exitoso y, aunque todavía tiene un compromiso contractual por dos ejercicios más, quién sabe si una segunda campaña victoriosa podría abrirle las puertas de otros clubes europeos.
Afortunadamente para los otros cuatro técnicos vascos, el hecho de que todos ellos estén afincados en equipos de la tierra les da algo más de margen de maniobra y una mayor cuota de paciencia al objeto de demostrar a medio y largo plazo el trabajo diario. Eso sí, siempre que los resultados acompañen, en la medida de lo posible, a los objetivos previstos.
Algo así sucedió con la Real de Imanol Alguacil, salvando los muebles de una clasificación europea que parecía asegurada antes del confinamiento por el brillante juego desplegado, pero que en la nueva normalidad competitiva a punto estuvo de mandar al traste toda la labor realizada en las tres primeras partes de la temporada.
En cambio, quien ha caído de pie en Iruñea es Jagoba Arrasate, bien secundado por Bittor Alkiza, un tándem que ha sabido integrarse a la perfección en la idiosincrasia rojilla. El carisma personal y estilo futbolístico del de Berriatua ha generado un idilio con el entorno osasunista que ahora mismo parece imposible de romper.
Bastante más cuestionado por algunos sectores ha sido el papel de un Gaizka Garitano que no ha sabido encontrar la tecla para acabar con la irregularidad del Athletic. Tras levantar al conjunto rojiblanco del pozo de la clasificación allá por diciembre de 2018, todo apunta a que este próximo ejercicio no gozará de tanto crédito. Mientras tanto, José Luis Mendilibar va camino de ser una institución en el Eibar, al encadenar su sexta campaña consecutiva.
La nueva hornada que viene pegando fuerte: Iraola, Bolo...
Además de la extensa nómina de entrenadores vascos consolidados en la élite futbolística, una nueva hornada viene pegando fuerte, especialmente desde los banquillos de la categoría de plata, dispuesta a hacerse un hueco al más alto nivel. Destacan por las campañas que han realizado con sus respectivos equipos tanto Andoni Iraola como Jon Pérez Bolo, quienes van progresando en sus repectivas carreras como técnicos, asumiendo retos cada vez más importantes.
El lateral de Usurbil, toda una leyenda como jugador en el Athletic, acaba de firmar como nuevo entrenador del Rayo Vallecano, un conjunto llamado a pelear por el ascenso en la campaña que se avecina después de que en la recién concluida, de la mano de Paco Jémez, no consiguiera meterse siquiera en el playoff, pese a haber sido uno de los clubes con mayor presupuesto de la división por haber descendido el año anterior.
Todo un reto para Iraola después de haber protagonizado una temporada sobresaliente con el Mirandés –su segunda experiencia en un banquillo tras la del AEK Larnaca chipriota–, que ha peleado hasta el último momento por entrar en el mencionado playoff liguero y que fue la gran sorpresa en la última edición copera, alcanzando las semifinales, donde cayó con honor ante la Real, tras eliminar con todo merecimiento a varios rivales de Primera en las rondas previas de la competición del K.O.
Bajo su batuta, el equipo jabato ha puesto en práctica un atractivo estilo futbolístico, tal y como se pudo comprobar en la ida de Anoeta, sacando mucho partido de las múltiples cesiones de jugadores, a los que ha revalorizado en el mercado. Como es lógico, ello no ha pasado desapercibido para otras entidades con mayores pretensiones deportivas, caso del Rayo, que le ha contratado para un ejercicio –la actual situación de inestabilidad está relegando los contratos a más largo plazo– en el que la exigencia va a ser máxima.
Precisamente el banquillo vallecano parecía el destino de Jon Pérez Bolo, no en vano en su época de futbolista fue en el conjunto del popular barrio madrileño donde más brilló, permaneciendo durante seis campañas –cuatro en Primera– con unos importantes registros goleadores. Sin embargo, el hecho de que hubiera que pagar cláusula de rescisión después de que el bilbotarra renovase su contrato con la Ponferradina frenó la operación.
El otrora ariete viene capitaneado un proyecto con la escuadra berciana que va viento en popa. Hace un par de campañas logró ascenderla a la categoría de plata y en la última consiguió mantenerla, cumpliendo el objetivo de una ciudad que mira de reojo cómo localidades con similar población –Huesca– o inferior –Eibar– vienen codeándose últimamente con rivales al más alto nivel.
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