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domingo, 26 de agosto de 2018

La Obscena Omisión de Bergoglio

Seguimos con el tema de la terrible lacra del abuso sexual infantil por parte de miembros de la Iglesia Católica con este artículo de Cristina Fallarás dado a conocer por Público.

Nota: Hay por ahí una joya que deja bien claro que en Españistán no todos son iguales ante la ley, por eso de que algunos dicen que la democracia llegó a ese estado en 1978. Nos hemos tomado la libertad de ponerlo en negritas.

Aquí el texto:


Cristina Fallarás

Sr. Jorge Mario Bergoglio, Papa Francisco

Imagino que su capacidad de empatía es insondable, infinita y eterna. La mía, no, así que voy al grano.

Él abusó sexualmente de mí, solíamos tener que ir a verlo, teníamos una habitación para niños que estaban enfermos, solíamos tener que entrar allí (llora) Él solía, ya sabes, hacerme… (llora) quitarme toda la ropa y solía hacer que me tirara en el suelo (llora) Empezó a suceder después de mi Primera Comunión y luego se detuvo cuando obtuve mi período.

Imagínese la siguiente escena: Un sacerdote maduro tumba a un crío de 7 años sobre una superficie. El crío está desnudo. Lo ata. Le penetra el ano con los dedos antes de sodomizarlo con el pene. Una vez torturado, lo fotografía. Tras él espera otro cura.

Párese aquí.

Pare también quien está leyendo. No lean. Imagínenselo. ¿Acaso no merece ese niño que usted, bajo sus ropajes, vea su cuerpecillo temblar? No, no vale una idea abstracta. Se llama Ian, tiene 7 años (recuerde sus 7 años, vamos, recuérdelos), se le marcan las costillas y sus genitales apenas son. ¿Recuerda sus 7 años, Bergoglio? Apelo a los suyos porque no puedo pedirle que recuerde los 7 años de su hijo o su hija. Ustedes no tienen hijos ni hijas. Ustedes no se reproducen. Ustedes son incapaces de comprender lo que yo, madre, siento después de leer varios centenares de páginas procedentes de distintos informes sobre los abusos sexuales y otras torturas perpetradas contra los niños y las niñas por sacerdotes y otros jerarcas de la Iglesia católica.

Te culpaban incluso si no lo habías hecho. Ella me bajó las bragas una vez (frente a los compañeros). “Que esto sea una lección para todos ustedes”, dijo. Me puso sobre sus rodillas. Yo tendría unos 8 años, y ella me golpeó y golpeó con un látigo, un palo de látigo, hasta que lloré.

Él (Br X) me llevó a un lugar llamado aislado, Puedo recordar el lugar vívidamente, había muchos setos, rocas salientes y ese tipo de cosas. Él me acariciaba, me bajaba los pantalones, me daba la vuelta y me sodomizaba, también hacía otras cosas. Tenía una cámara, se fotografió desnudo, principalmente alrededor de los genitales… Fue horrendo, absolutamente horrendo allí con él.

Me dirijo a usted como hombre porque es un hombre quien ostenta el cargo llamado sumo pontífice de la Iglesia católica, de la misma manera que son hombres los 300 individuos que durante más de siete décadas han abusado, violado y torturado a niños y niñas en Pensilvania, según el último informe conocido. Pero usted sabe, como yo, sr. Bergoglio, que esos trescientos son apenas un grano de mostaza, ¿verdad? Italia, Francia, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Australia, Irlanda, Bélgica, Suiza, Austria, Polonia, Argentina, México, Chile, Colombia, Ecuador, Malta, España… En fin, allí por donde ustedes han pasado y siguen.

Un par de párrafos del último, el de Pensilvania, de entre los pocos que he leído (todo es poco):

Esos casos incluyen un sacerdote que, según el gran jurado, violó a una niña de 7 años cuando la visitaba en el hospital después de que le extirparon las amígdalas. Otro sacerdote hizo que un niño de 9 años le diera sexo oral, “luego enjuagó la boca del niño con agua bendita para purificarlo”.

El gran jurado informó que había descubierto un círculo de sacerdotes depredadores en la diócesis de Pittsburgh que “compartían inteligencia o información con respecto a las víctimas”, crearon pornografía utilizando a las víctimas e intercambiaron víctimas entre ellos. “Este grupo de sacerdotes usaba látigos, violencia y sadismo para violar a sus víctimas”, dice el informe.

Párese de nuevo: látigos, penes, semen… ¿Recuerda a qué le gustaba jugar con 7 años? A mi hija menor, que ahora tiene 9, a los acertijos y las palabras encadenadas. Pero qué va a saber usted de hijas. He leído varias veces su carta de disculpa, que es un insulto a la decencia, a la inteligencia y al mínimo respeto por los hombres, mujeres y criaturas que respiran todavía.

Usted no tiene vergüenza. ¡Usted lo sabía! El informe del gran jurado de Pensilvania descubre que el Vaticano conocía los abusos al menos desde 1963 y hasta hoy. Usted pide disculpas solo porque les han descubierto. Nuestra sociedad les ha descubierto. Nuestra sociedad, que no soluciona la tortura a miles y miles de criaturas con arrepentimiento, contrición, confesión ni basuras de alcoba, sino con leyes.

En el último informe: En otro caso, un sacerdote violó a una niña; la embarazó y organizó que abortara. Un obispo escribió su sentir en una carta: “Este es un momento muy difícil en tu vida y me doy cuenta de lo mal que te sientes. Yo también comparto tu pesar”. Sin embargo, esa carta no iba dirigida a la menor violada, sino al religioso que la violó.

Y esto responde usted, en su carta donde da por hecho un perdón que nuestras leyes no contemplan: “Si bien se pueda decir que la mayoría de los casos corresponden al pasado, sin embargo, con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte”. ¿Cómo se atreve, Bergoglio?

Para ustedes, para la sociedad paralela en la que habitan, la tortura habitual y generalizada de niños y niñas es un pecado. Para nuestra sociedad es un crimen. Para ustedes, esconderla es un secreto que un hombre susurra a otro en un aliento enfermo. Para nosotras, que la escondan es un delito. “Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas”, escribe usted. A los que somos civilizados y nos hemos dotado de leyes justas, su vergüenza y su arrepentimiento nos importan un pimiento. Se han cometido miles de crímenes y se han tapado. Usted los conocía. Wojtyla y Ratzinger los conocían. Y los ha tapado, como sus predecesores.

Artículo 451 de nuestro código penal:

Será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años el que, con conocimiento de la comisión de un delito y sin haber intervenido en el mismo como autor o cómplice, interviniere con posterioridad a su ejecución, de alguno de los modos siguientes:

1. Auxiliando a los autores o cómplices para que se beneficien del provecho, producto o precio del delito, sin ánimo de lucro propio.

2. Ocultando, alterando o inutilizando el cuerpo, los efectos o los instrumentos de un delito, para impedir su descubrimiento.

3. Ayudando a los presuntos responsables de un delito a eludir la investigación de la autoridad o de sus agentes, o a sustraerse a su busca o captura, siempre que concurra alguna de las circunstancias siguientes:

        a) Que el hecho encubierto sea constitutivo de traición, homicidio del Rey o de la Reina o de cualquiera de sus ascendientes o descendientes, de la Reina consorte o del consorte de la Reina, del Regente o de algún miembro de la Regencia, o del Príncipe o de la Princesa de Asturias, genocidio, delito de lesa humanidad, delito contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado, rebelión, terrorismo, homicidio, piratería, trata de seres humanos o tráfico ilegal de órganos.

        b) Que el favorecedor haya obrado con abuso de funciones públicas. En este caso se impondrá, además de la pena de privación de libertad, la de inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de dos a cuatro años si el delito encubierto fuere menos grave, y la de inhabilitación absoluta por tiempo de seis a doce años si aquél fuera grave.

Qué cosas, ¿eh? Escribe usted, Bergoglio: “Hoy nos vemos desafiados como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en su espíritu”. Y desde aquí, si tuviéramos decencia, deberíamos contestarle que, una vez asumido ese dolor, debe entregarnos inmediatamente a todos los criminales que pueblan su sociedad depravada y corrompida por una sexualidad omnipresente y violenta. Pero, sobre todo, una sociedad, la suya, que no obedece a las leyes de la nuestra.

Añade usted en su obscena carta: “Si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y especialmente las víctimas de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor”. Usted, Bergoglio, sumo pontífice de la mayor construcción económica y tiránica del mundo, flor de misoginia, tiene los santos redaños de proponer a las miles y miles de víctimas de violaciones y torturas de los suyos no sé qué mano y protección y “rescate de su dolor”. ¿Con qué jeta escribe eso después de haber encubierto a los torturadores ya descubiertos y sin habernos entregado a los que están por descubrir?

Solidaridad, dice, “Solidaridad que reclama luchar contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual”. Hay que tener valor, después de leer informes de torturas infligidas por ustedes en todo territorio que han pisado, violaciones, estupros, vejaciones, abusos, hay que tener valor para decir “sobre todo espiritual”.

Ya que está usted en Irlanda, le dejo aquí una selección de las espiritualidades que dejaron ustedes en esas tierras. Imagino que en su insondable, infinita y eterna sabiduría, conocerá la Comisión para la Investigación del Abuso Infantil (CICA por sus siglas en inglés).

Lea usted, que lo llama pecado. Leamos nosotros, nosotras, que lo llamamos crimen:

“Las formas de abuso físico reportadas por testigos variaron desde ser golpeado en la mano hasta ser golpeado desnudo frente a otros. Describieron haber sido golpeados, abofeteados, golpeados, pateados, empujados, pellizcados, quemados, mordidos, sacudidos violentamente, restringidos físicamente y forzados a alimentarse. El Comité también escuchó informes de testigos que golpearon la cabeza contra las paredes, los escritorios y las repisas de las ventanas, les golpearon en la planta de los pies, el dorso de las manos, alrededor de la cabeza y las orejas, les tiraron del pelo y los sacudieron del suelo. por el pelo, y hechos para realizar tareas que, según ellos, los ponen en riesgo de daño y peligro. Los lugares donde se reportó con mayor frecuencia el abuso físico incluyeron dormitorios, refectorios, rellanos, pasillos, aulas, iglesias, oficinas, cocinas, áreas de trabajo y salas de recreación.”

“El abuso denunciado varió desde caricias y toques inapropiados hasta contacto oral/genital, violación vaginal y anal. Hubo 128 informes de abuso sexual por parte de 127 mujeres testigos (34%). Una testigo informó que fue abusada sexualmente en dos escuelas diferentes. Los testigos describieron su experiencia de abuso sexual como episodios agudos o crónicos que ocurren a lo largo de sus admisiones en las escuelas. Testigos informaron haber sido abusados sexualmente por personal religioso y laico, además de otros adultos, la mayoría de los cuales se entendía que estaban directamente asociados con las escuelas. Los testigos también denunciaron haber sufrido abusos sexuales por parte de los co-residentes.”

“La naturaleza reservada y aislada del abuso sexual junto con la experiencia de los testigos de que sus quejas no se creyeron, ignoraron o castigaron contribuyeron al entorno en el que se informó que se había producido el abuso sexual. Testigos informaron que la cultura de obedecer órdenes sin cuestionar junto con la autoridad del adulto abusador los hizo impotentes para resistir el abuso sexual.”

“Las trabajadoras informaron sobre agresiones sexuales en forma de violación vaginal y anal, contacto oral/genital, penetración digital, penetración por un objeto, masturbación y otras formas de contacto inapropiado, que incluyen abuso sexual y besos. Los testigos también informaron sobre varias formas de abuso sexual sin contacto, incluida la exposición indecente, la conversación sexual inapropiada, el voyeurismo y la desnudez pública forzada. Los testigos dieron cuenta de abuso sexual tanto dentro de las escuelas como en otros lugares bajo el cuidado de las autoridades a cargo de la institución en particular. Informaron que sufrieron abusos sexuales en muchos lugares, incluidos: dormitorios, escuelas, vehículos de motor, baños, dormitorios de personal, iglesias, sacristías, campos, salones, residencias de clérigos, lugares de vacaciones y con padrinos y empleadores.”

“Treinta y cinco (35) testigos de 16 escuelas informaron sobre la práctica de ser desnudados para ser golpeados como sexualmente abusivos y declararon que esto sucedía con mayor frecuencia en vista de los demás, pero ocasionalmente en privado.”

“El abuso sexual sin contacto también incluyó la desnudez forzada que los testigos consideran voyeurista. Diecisiete (17) testigos describieron la manera en que se los obligó a hacer cola sin ropa a la espera de un baño mientras el personal y los co-residentes los observaban como sexualmente abusivos. Esta práctica se informó consistentemente en cuatro escuelas para residentes pre y pospúberes.”

“Seis (6) testigos informaron haber sido objeto de exposición indecente por parte de hombres, incluidos los clérigos que visitaron sus escuelas y los hombres de las familias a las que enviaron a trabajar o de vacaciones. La otra forma de abuso sexual sin contacto reportada por ocho testigos incluyó la exposición a una conversación sexual inapropiada y actividad sexual adulta.”

“Otro testigo informó que fue abusada sexualmente con frecuencia por un profesional de bienestar infantil externo que la visitó y que amenazó con que su hermano fuera puesto en adopción si le contaba a alguien sobre el abuso que le había hecho. El Comité escuchó evidencia de tres testigos de abuso sexual por parte de este hombre.”

“Treinta y siete (37) testigos informaron haber sido abusados ​​sexualmente por hombres en familias donde fueron colocados para vacaciones o para trabajar.”

“Veintisiete (27) hermanas y clérigos nombrados fueron identificados por testigos individuales como perpetradores de abuso sexual, otros cuatro fueron nombrados por más de un testigo. Las Hermanas eran todas miembros de las Comunidades religiosas de las Escuelas. El clero incluía sacerdotes y otros de mayor rango de la comunidad externa que tenían contacto con las Escuelas en varias capacidades. Los tipos de abuso sexual por contacto reportados incluyeron violación vaginal y anal, contacto oral/genital, masturbación, besos y caricias y toques inapropiados.”

“Informó haber sido abusado sexualmente por 16 monjas, 10 de las cuales fueron nombradas. El abuso incluyó abuso sexual de contacto como besarse, acariciarse y penetración vaginal por un objeto. El abuso sexual por parte de Hermanas religiosas se reportó con mayor frecuencia en colaboración con otra persona, ya sea religiosa o laica, en el contexto del cuidado personal y la preparación para la cama. Cuatro (4) testigos también describieron instancias separadas de caricias inapropiadas por parte de las Hermanas. “Por la noche, ella venía al dormitorio, acariciaba mis pechos, y luego me daba un paquete de galletas y decía algo así como si fuera una tentación del diablo”.”

“Catorce (14) clérigos, 11 de los cuales fueron nombrados, fueron reportados por 23 testigos de haber abusado sexualmente de ellos. El abuso reportado varió desde tocarse y acariciarse inapropiadamente hasta la violación vaginal y anal. Dos (2) de los miembros del clero fueron nombrados por cinco testigos como perpetradores de abuso sexual, ambos testigos y sus co-residentes.”

“Dos testigos informaron haber sido abusados ​​sexualmente cuando estaban sirviendo el desayuno a los sacerdotes visitantes en el salón. Según los informes, un sacerdote desayunó en el salón y “envió a buscar a todas las mañanas”. Un testigo describió al sacerdote como si la hubiera sentado sobre su regazo, donde la acarició, la besó en los labios y le dio dinero diciendo ‘usted es una buena chica’. Este testigo informó que el sacerdote era atendido a la hora de la comida por los residentes a los que acariciaba constantemente, besándose y tocándolos.”

“Veintitrés (23) testigos denunciaron la desnudez pública forzada como causa de angustia y humillación. Describieron cómo los golpeaban desnudos frente a otros, los obligaban a hacer cola sin ropa y a bañarse con los demás. Los testigos describieron la humillación de ser golpeados en sus nalgas desnudas y verse obligados a quitarse la falda y los pantalones, o quitarse los camisones, tener que inclinarse sobre una silla o un escritorio o ser retenidos en una cama o sobre una mesa para ser golpeados. La humillación y la vergüenza de ser observados mientras eran abusados ​​físicamente de esta manera fueron comentados por los testigos.”

“Veintisiete (27) testigos informaron haber visto a su propio hermano o hermana siendo golpeados, incluso a veces se vieron obligados a ayudar al restringir su mano o extremidad mientras eran golpeados. Otros testigos, que eran inmaduros, tenían la responsabilidad de cuidar a los residentes más jóvenes, incluidos los hermanos, describieron la angustia que experimentaron cuando sus “acusaciones” fueron vencidas.”

“Él siempre estuvo allí (…) cuando nos estábamos bañando, él estaba allí todo el tiempo. Pude ver lo que estaba haciendo con otras chicas, tocándolas. Nadie quería traer su desayuno, ninguna de las chicas. Solíamos decirlo a  (…) ella era una monja agradable, nos habría protegido de las otras monjas, era una monja encantadora. Pero ella no podía ver más allá de  (…) porque él era un sacerdote. Le dijimos lo que estaba haciendo y ella dijo “pero él es un sacerdote, solo es amable”. Me rebelaba contra él cuando tenía I2 o 13, luché contra él y no lo dejé acercarme. Él me golpeó entonces con un cuero, un cinturón de sus pantalones … en las piernas, en la mano y el dorso de las manos.”

“Había un sacerdote visitante, padre  (…) solía venir de vacaciones y decir misa. Tenía el trabajo de pulir la sacristía, tenía que espiar para ver si se había ido. Él me llamó. Era un hombre alto, me llamó, tuve que arrodillarme junto a él, lo siguiente que pude sentir fue su mano debajo de mi ropa interior. Casi me muero, pensé “Jesús, ¿qué haré?” No podría decirle a nadie. Eran dioses, los sacerdotes eran Dios, nadie te creería. Tenía alrededor de 11 años.”

“Nunca olvidaré esa paliza, todas las chicas mirando. Lo peor no fue la paliza, sino que todas las chicas vieron mi trasero desnudo, fue muy vergonzoso.”

“Lo presenciamos … (abuso sexual de co-residentes por parte del clero externo) … Pero no pudimos hacer nada. Él usó su mano arriba y abajo de su falda. Una de las chicas fue maltratada por él, pasó años en un hospital psiquiátrico.”

“Solíamos tener un cocinero. Ella era muy torpe, no podía hablar bien, él (sacerdote externo) solía ir a su habitación por la noche (y abusar sexualmente de ella) Solíamos escucharla llorar, su habitación estaba al lado de nuestros baños. Las chicas no sabíamos exactamente qué le estaba haciendo, la escuchamos llorar, lloraba todo el tiempo en la cocina.”

“La chica que estaba a cargo de ti … (chica mayor) … tendría que esperarte mientras te golpeaban, y luego te llevarían y te limpiarían, y se quedarían contigo hasta que estuvieras bien.”

“Había una hermana allí y ella me sorprendió comiendo la mantequilla, estaba tan hambriento. Ella agarró mi cabeza y la golpeó y la sacudió de la mantequera, y recuerdo haber levantado mi mano y había sangre. Lo siguiente que sé es que me desperté en la cama y todas las monjas vinieron a verme y me trajeron fruta, una manzana y una naranja, que nunca había visto antes. Después de eso, tuve un tiempo más fácil, y esa monja fue enviada lejos. Nunca la volví a ver.”

“Él bajó sus pantalones y me violó. Había sangre… sacó su pañuelo y lo limpió, lo dobló y lo guardó en su bolsillo. Estaba muy callado, no dije nada. Él me trajo de vuelta a la clase, apenas podía caminar, me senté junto a mi compañero de clase nombrado y le pregunté si tenía esta prueba, él me escuchó hablando con ella y él… él me golpeó. Nunca me habían golpeado… Estaba aterrorizado.”

“Todo comenzó, pensé que el sacerdote solo estaba siendo amigable, abrazándote besándote. Solía ​​venir a las duchas después de un juego … Antes que nada, debería decir que no sabía qué era el abuso sexual en ese momento, no sabía qué era el abuso físico. Podría usar la frase “él me golpeó”.”






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