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jueves, 9 de agosto de 2018

Laxalt y la Diáspora Inútil

No hay nada mejor para una nación en resistencia, luchando por su autodeterminación, que una diáspora fiel y comprometida. Pregunten en Irlanda. Aunque en ese rubro quienes definitivamente se llevan el palmarés son los albaneses quienes, con muy poco que ofrecer, han conseguido extirpar Kosovo a Serbia.

Para desgracia de Euskal Herria, su diáspora está secuestrada por el etnicismo paralizante. Lejos de ser un poderoso motor en favor de la recuperación de la soberanía, se ha convertido en un pesado lastre pues sus respectivas dirigencias se han conformado con convertirse en patéticos guardianes de una pureza folclórica que poco hace en favor de la justa demanda de autodeterminación de un pueblo que lo tiene todo para convertirse en una nación independiente, libre del anquilosante poder colonial de París y Madrid.

De lo anteriormente descrito no hay mejor ejemplo que Paul Laxalt, estadounidense de apellido vasco -hace falta mucho más para considerarse vascoestadounidense- que a pesar de haber llegado a lo más alto del Walhalla republicano no modificó en lo más mínimo la política de Washington con respecto al conflicto político entre el pueblo vasco -al que decía pertenecer- y el régimen borbónico franquista, mero peón en la batalla geoestratégica en contra de la Unión Soviética. Irrisorio peón diríamos nosotros.

Hemos de agregar desde este blog que de hecho, nos alegramos de que este señor tan cercano a una de las figuras más funestas en la historia reciente de los Estados Unidos no haya movido un solo dedo en favor de la liberación de Euskal Herria, que complicado iba a ser explicar eso a las futuras generaciones.

No olvidemos tampoco que dejó escuela, solo baste recordar el infame texto de Mark Bieter quien perpetró aquella esperpéntica pieza de propaganda en contra de ETA precisamente cuando la organización antifascista daba pasos firmes en su proceso de DDR para desmayo de Madrid que se quedaba así sin su pieza clave en la campaña propagandística diseñada para ocultar sus múltiples críemenes en contra del pueblo vasco.

Así pues, Paul Laxalt ha muerto sin haber hecho nada en favor de Euskal Herria más allá de agregar como mero ornato un guión precedido por la palabra vasco a su auténtica identidad, la estadounidense. Porque no se puede ser estadounidense así a secas, para ser alguien se tiene que ser un algo guión estadounidense.

Aquí lo que Deia nos dice de este gris e inconsecuente personaje:


Fallece a los 96 años Paul Laxalt, el vascoamericano que más alto llegó en la política de Estados Unidos: gobernador de Nevada, presidente del Partido Republicano y jefe de la campaña que aupó a Ronald Reagan a la Casa Blanca

Carlos C. Borra

De los campos de Zuberoa hasta lo más alto de la política norteamericana, la historia de los Laxalt ejemplifica a la perfección el sueño americano desde que el matrimonio formado por Dominique Laxalt y Therese Alpetxe partió desde Iparralde hasta el Estado de Nevada donde, prácticamente como pioneros del Oeste, hicieron fortuna, él como pastor y después ranchero, y ella como regente de un hotel. Sus hijos pudieron formarse, por tanto, en la universidad y así Paul Laxalt llegó a ser gobernador de Nevada entre 1967 y 1971, senador republicano de 1975 a 1987, presidente de dicho partido, amigo personal, jefe de campaña y principal asesor del presidente de Estados Unidos Ronald Reagan, e incluso pudo aspirar a la Casa Blanca. Pero “nunca perdió su identidad y su sentimiento de pertenencia a Euskadi”, recordó ayer el lehendakari José Antonio Ardanza de quien fue su principal anfitrión en una histórica visita a Estados Unidos en 1988. Paul Laxalt falleció por causas naturales el pasado lunes a los 96 años de edad en una residencia de Virginia.

Nacido en 1922 en Carson City, capital de Nevada, prestó servicio en el ejército como sanitario en el Pacífico Sur. Licenciado en Derecho en 1949, llegó a ejercer como abogado, aunque pronto se centró en la política cuando fue elegido gobernador de Nevada. Su vida pública estuvo marcada a fuego por su estrecha relación con Ronald Reagan, que se forjó cuando ambos eran gobernadores de Estados vecinos, California en el caso del actor retirado. “Eran amigos íntimos desde siempre, Reagan les visitaba los fines de semana en la cabaña que los Laxalt tenían en la montaña”, explicaba a DEIA el director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, Xabier Irujo.

Su trayectoria posterior incluye ser designado jefe de campaña de Reagan en las presidenciales de 1976 y 1980 y ejercer como su principal asesor durante sus mandatos (entre 1981 y 1989). “Si Ronald Reagan necesitaba un consejo sincero, acudía a Paul”, apuntaba ayer un antiguo senador. Laxalt lideró en 1978 la resistencia a los intentos de devolver el Canal de Panamá a dicho país centroamericano, un conflicto en el que, a diferencia de muchos de sus aliados, mostró empatía con el sentimiento de opresión de los panameños y no arremetió contra ellos de forma personal. “¿Cómo podría, siendo vascofrancés?”, dijo al respecto en una entrevista concedida en 2006.

Destaca especialmente el papel que desempeñó en el conflicto que estalló en Filipinas, país al que viajó en 1985, después de que el presidente Ferdinand Marcos se rebelara contra el resultado de las elecciones que perdió frente a Corazon Aquino. “Evitamos una guerra civil con solo una llamada de teléfono”, explicó Paul Laxalt en referencia a la conversación que mantuvo con Marcos en 1986, en la que le convenció de abandonar el país. De no haber accedido a ello, “una gran cantidad de filipinos habrían muerto en Manila ese día”, agregó.

En la Casa Blanca

Otro ejemplo de lo apegado que estaba a sus orígenes en Iparralde se encuentra en su participación en la visita que el lehendakari Ardanza cursó a Estados Unidos en marzo de 1988, donde se entrevistó con Ronald Reagan en la Casa Blanca. “El presidente ha estado rodeado de vascos”, declaró entonces Laxalt al diario El País. El propio Ardanza recordó ayer en declaraciones a DEIA la fuerte oposición del Gobierno español de Felipe González a que se celebrara dicho encuentro, un rechazo que el propio Laxalt se sacudió afirmando que “lo que diga el Gobierno español y la embajada española nos trae sin cuidado, quiero que mi presidente nacional vasco y que el presidente de Estados Unidos se conozcan, se saluden y se vean”, según Ardanza. “Siempre tuvo una conciencia muy clara de su doble condición de norteamericano y de originario de Iparralde”, insistió el lehendakari, y desde esa posición fue “un gran aliado”.

El historiador Xabier Irujo aportó que Laxart se dedicó más a la política de Estados Unidos que a la vasca pero “estuvo muy cerca de personas implicadas en los procesos de pacificación en Euskadi” como Pete Cenarrusa y Bill Douglas. Resaltó su presencia en la visita que el lehendakari Ibarretxe cursó a su país en 2006, año en que ETA declaró una tregua.

Si Paul se dedicó a la política, su hermano Robert, candidato al Pulitzer, sobresalió en el ámbito cultural como autor del clásico Sweet promised land, en el que narraba de forma novelada la historia de su familia.



Que la tierra no le sea leve.






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